elinor escribió:
Me gustaría plantear una duda,¿ y si en lugar de todo el secretismo que rodeaba a la presencia de Rasputín en palacio, no hubiera sido mejor, someter la monarquía luz y taquigrafos, exponer la situación y quizás, (esto hubiera sido demoledor para Nicolas y Alejandra, pero probablemente el destino del país y de la propia dinastía habría cambiado), declarar heredera a la primogénita. Historicamente Rusia ha tenido grandes zarinas, que habitaulmente demostraban estar hechas de mejor pasta y temple para el gobierno que los hombres de las familia. Rusia ansiaba cambios, algo que la sacase de la Edad media y la llevará hacia la
modernidad, optaron por el comunismo, cuando quizás una simple reforma de las leyes sucesorias habría dado nuevas alas al Imperio Romanov, una zarina contando para el gobierno con un parlamento transformándo así, la monarquía absolutista en una monarquia parlamentaria. ¿qué os parece?
Respecto a la muerte de Rasputín, casi parece un guión de película, pero a veces las cosas por muy rocambolescas que puedan parecernos son las más reales.
En la Historia, siempre se pisan arenas movedizas cuando entramos en el juego de los "y si...". Pero a mí me gusta el planteamiento.
Pienso que el problema esencial de Nicholas y Alexandra es que, en realidad, CREÍAN fervientemente en el zarismo AUTOCRÁTICO. En el caso de Nicholas, no tiene nada de raro: a fín de cuentas, su preceptor había sido Constantin Pobedonostsev. Pobedonostsev era un reaccionario de la cabeza a los pies, que inculcó a su alumno la idea de que el Parlamento era algo que sólo servía, y cito textualmente desde una obra de Greg King:
"para satisfacer la ambición, la vanidad y el interés egoísta de sus miembros". A Nicholas, que era un buen chico, pero de carácter poco definido y en absoluto un intelectual que tratase de profundizar en algo, le resultaba cómoda esa imagen que le ofrecía Pobedonostsev. Pero lo peor del asunto es que una princesa Alix de Hesse, nieta de la reina Victoria, criada en gran medida en el sistema constitucionalista británico, abrazase por entero en su mente la autocracia zarista. Alix PODRÍA haber sido el elemento diferenciador. PODRÍA haberse mostrado más coherente con la educación que había recibido, bastante avanzada para su época. PODRÍA haber animado a Nicholas a protagonizar un cambio notable desde la autocracia hacia una monarquía parlamentaria. PODRÍA haber inspirado una monarquía menos dependiente de la corte y de la más encumbrada sociedad rusa para acercarla al pueblo, para quienes eran aún el padrecito y la madrecita a los que se mencionaba en las plegarias de cada iglesia ortodoxa. Una Alix distinta hubiera representado una influencia extraordinaria en la historia rusa a través de su relación con Nicholas.
No hubo suerte por ese lado. Alix, y esa es una idea que señalaban casi todos de forma unánime, apenas sabía nada de Rusia, pero estaba segura de saber más que nadie acerca de lo que quería y necesitaba Rusia. Se empecinó en que su marido tenía que ser un autócrata, firme y resuelto en el ejercicio de la autocracia. Ellos NO tenían que esforzarse por mantenerse en buenos términos con la gran sociedad -a la que juzgaba decadente- ni en ganarse el amor del pueblo -algo que había que dar por descontado-. Alix era muy obtusa, políticamente hablando. Aparte, le convenía aferrarse a esa concepción porque le permitía
AISLARSE con su familia y su reducido círculo en el complejo de Tsarskoé Selo. Era lo que ella deseaba, vivir una existencia privada y sostener las apariciones públicas dentro de unos límites prefijados.
El mal de Alexei les desbordó a ambos. Sí creo, Elinor, que debieron haber sido más valientes, reconocer que no había cura ni remedio posibles para la enfermedad de la sangre que aflijía al precioso niño y buscar una alternativa plausible. Los hemofílicos tenían expectativas de vida bastante escasas, algo que la zarina no ignoraba debido al historial de su familia por vía materna. Deberían haber focalizado la atención en lograr un gran consenso político-social para anular ese precepto de las Leyes Paulinas que vetaba el trono a las mujeres. A fín de cuentas, Rusia había vivido un siglo de las zarinas, con Catherine I-Anna Ivanovna-Anna Leopoldovna-Elizabeth Petrovna y Catherine II. Vetar el trono a las mujeres había sido únicamente la VENGANZA de Paul I hacia la memoria de su madre, Catherine II la Grande. Se podía haber revertido esa situación, apelando a que los tiempos ya no admitían esa estúpida discrimación debida solamente al resquemor de un zar. Estaba el ejemplo de la reina Victoria en Inglaterra y de la pequeña Wilhelmina en Holanda. Era cuestión de haber preparado a Olga para ser una zarina constitucional y casarla dentro del círculo Romanov, preferiblemente con su joven primo Dimitri Paulovich. Quizá un sacrificio para Olga y Dimitri, pero necesario para los Romanov.
Hubiera sido un planteamiento inteligente, pero ni Nicholas ni Alix eran gente que supiese preparar con cuidado una transformación de esa envergadura después de haberse ganado a la esfera política y al pueblo.