Vandal escribió:
Minnie, estoy totalmente de acuerdo contigo... me has convencido hasta los tuétanos...

, aunque la monja de Moret sigue siendo un personaje muy enigmático...
No tan enigmático, querido Vandal.
Lo único que tenemos es una monja negra o tal vez mulata, de rasgos africanoides, en un convento situado en los aledaños del palacio de Fontainebleau. La monja en cuestión gozaba de la protección específica de los reyes de Francia, que la habían dotado para su ingreso en el convento y proveían sus gastos anuales. Pero los reyes y reinas, especialmente las reinas, eran a veces mujeres sinceramente piadosas que ejercían un patrocinio sobre hijas de personas más o menos vinculadas a su casa. A
modo de ejemplo, acordaos de la mujer de Felipe III, Margarita de Austria, que era abuela paterna de nuestra María Teresa a la vez que abuela materna de ese Louis XIV. Margarita tenía constantes arrebatos de religiosidad e incluso de misticismo; oía voces y exhortaba a sus damas de compañía a tomar los velos en los conventos que ella favorecía de manera especial. Cuando alguna mostraba disposición, estoy plenamente segura, incluso sin investigarlo, que se comportaba de manera particularmente generosa para asegurar el futuro de la dama en cuestión entre los muros de uno de esos conventos.
Si el rey Louis XIV tenía un cochero de piel negra, casado con una mujer de su raza, con la que estuviese engendrando familia numerosa, no cabe duda de que esa pareja hubiese considerado un inmenso honor que los reyes estuviesen dispuestos a apadrinar a alguno de sus descendientes. Ya no digamos los botes de alegría que debieron dar si la reina María Teresa sugirió que una de las niñas podía criarse en un convento a sus expensas. Pensad que una familia numerosa representaba un motivo de seria preocupación para cualquier pareja de condición sencilla, incluso aunque prestase servicio en un palacio de la realeza o de la alta nobleza; había que colocar a esos hijos e hijas. Y pensad también que colocar a las hijas no resultaba fácil. Meter a alguna de ellas en un convento representaba un elevado coste económico; las novicias no eran admitidas si no llevaban consigo una dote de cuantía prefijada, pagaderas en monedas de plata no rebajada ni adulterada. Los que conseguían una dote para ingresar una hija en un convento eran felices. Esa hija quedaba resguardada para siempre de las dificultades y penurias del mundo.
Si María Teresa sugirió pagar el ingreso en un convento de una de las niñas del cochero y su mujer, éstos seguro, seguirísimo, que se pusieron como unas castañuelas. En ese caso, sí me parece lógico que se la colocase no en cualquier convento, sino en uno patrocinado por la reina: el de Moret-sur-Loing. En Fontainebleau mismo, para entendernos. Allí la criatura sí podía recibir visitas de sus padres. También la vería su madrina la reina María Teresa en cualquiera de sus desplazamientos al recinto o, tiempo después, podía coincidir con Madame de Maintenon, que estaría perfectamente al tanto de la historia. Madame de Maintenon cumplía asimismo la tradición de patrocinar muchachitas. En su caso, solían ser jóvenes adscritas al colegio religioso de Saint-Cyr, dirigido por unas ursulinas en las que tenía plena confianza la Maintenon.