Iselen escribió:
...Una vez un funcionario de Patrimonio me comentó que daban gracias a Dios porque la Iglesia fuese propietaria de sus bienes, aunque haya que subvencionarles las restauraciones gordas, pero ¿te das cuenta de cuánto parroco de igleias parroquiales pequeñitas por ejemplo románicas las matiene en pie ocupándose de las goteras o de las humedades de los muros? si no fuese por ellos no podríamos con todo...
Yo con lo que no estoy muy contento es con la gestión de sus archivos (aunque reconozco que mi experiencia es bastante limitada). La diferencia con los públicos es bestial, y no ya en el tema material y de medios... Esta conversación es una recreación libre de un hecho totalmente verídico y real sufrido en mis propias carnes:
-"Necesito la caja X...
-Esa caja no existe...
-Cómo que no existe?
-Pues que no existe esa caja...
-Pero si la estuve consultando la semana pasada...
-Me extraña, porque no existe.
-Vamos a ver, existir existe porque yo la he tenido en mis manos, habrá que ver dónde está...
-Pues no lo sé...
-Y quién lo sabe?
-Pues no lo sé...
-Eso ya me lo ha dicho...
-Es que sigo sin saberlo..."Iselen escribió:
...Minnie depende del párroco, los hay muy minuciosos con los detalles y muy cotillas, y como pilles un hijo natural ni te cuento... en la parroquia de mi padre el cura ponía en mayúsculas y subrayado "Hijo de soltera" y se lía a contarte toda la historia de la madre... que yo me lo imagino con la misma cara que Jorge Javier Vázquez jejejeje
Qué suerte
, aquí los párrocos no eran tan cotillas, las partidas sacramentales son todas muy escuetas y asépticas, donde tenemos más detalle es en los expedientes, pero ojo, siempre al hilo del propósito del expediente, nada de irse por las ramas, lo que pasa que para el propósito del expediente algunas veces hacía falta contar un montón de cosas.
Esto es un poco largo pero viene a ser un resumen de una de las historias que pueden encontrarse en estos expedientes:
Salustiano escribió:
Ya viuda, María de Funes comenzó una relación con Juan Estévez, a su vez viudo de Antonia de Dios y expresidiario del penal de Cartagena, ciudad en la que participó, junto a otros muchos presos y esclavos, en la construcción de su célebre arsenal. Encontrándose María embarazada de seis meses decidieron casarse, para lo cual se iniciaron los trámites en la parroquia de San Pedro, a la que ambos pertenecían, pero en un momento dado Juan decidió retractarse; quizá entonces saliera a la luz el embarazo de María, lo que explicaría la difícil situación en que llegó a encontrarse en ese momento, pues, “viéndose en tan miserable estado, perseguida de su padre, que aún vive y es genio recio, y abandonada de todos los suyos, padeciendo dos niños que tiene [...] muchos desprecios y necesidades”, acudió a la justicia eclesiástica para obligar a Juan Estévez a que cumpliera con su palabra de matrimonio. Juan fue entonces puesto en prisión, “manteniéndose así él como tres niños que tiene de la expresada Antonia de Dios, a expensas de la piedad”.
A propósito de María de Funes, el Vicario General del Obispado decía al Prior de San Pedro que “mucha liviandad y abandono es de esta mujer, y merecía por ello se le castigase dejándola así, y que con este castigo se frenase en otras su fragilidad”. No obstante, y a pesar de tan duras palabras, las diligencias siguieron su curso, y así el Juez y el Notario se presentaron en la cárcel de la villa, e inquiriendo al alcaide “se le mandó lo hiciese presente [a Juan Estévez] a su merced, y entrado en la capilla de dicha cárcel por una verja que en ella se haya que es por donde oyen misa los presos, [Juan] se presentó a su merced”, y así el preso fue interrogado por el Juez, a quien reconoció que le había dado palabra de matrimonio a María y que quería cumplirla, y esto “no es por temor de la prisión que tiene, pues si ha dado lugar a padecer dicha prisión no ha sido por no querer casarse, sino temiendo los gastos que para ello se ofrecían, y el confesante no tiene para ellos, y que sí que quiere cumplir la palabra que le tiene dada a la dicha María de Funes, y que no es precisado ni amenazado para ello por persona alguna, que lo hace de su libre y espontánea voluntad”.
Se tomó luego declaración a María, que ratificó su deseo de casarse con Juan, por lo que finalmente, en palabras de Don Lázaro Ildefonso Zabala y Romero, Presbítero y Notario público: “pasé a la cárcel pública de esta villa, hoy día veintitrés de junio de este año de la fecha [1772], como a hora de las cinco de la mañana poco más o menos, y llamé a José Zumaquero, Alcaide de ella, y le dije echase fuera a la persona de Juan Estévez y que viniese en compañía del dicho y de mí, el Notario, y el dicho Alcaide abrió la puerta de dicha cárcel, llamó a dicho Estévez y salió al portal de ella y, puesta la capa, vía recta fue acompañado de dicho Alcaide y de mí, el Notario, a la Parroquia de San Pedro, y entrando en la iglesia, estaba en ella Don Juan López Monroy, cura, a quien le dije le entregaba la persona de Juan Estévez, para que, puesto en libertad, le explorase su voluntad, [...] y preguntado por dicho cura [...] dijo y respondió que se hallaba en su libertad, y que quería se desposase con la dicha María de Funes [...] y en virtud de dichas palabras y respuestas, llamó dicho cura a María de Funes, la que se hallaba en dicha iglesia, y los desposó por palabras de presente que hacen verdadero matrimonio”.
Yo soy descendiente de María de Funes y de Juan Estévez, pero de cada uno de sus primeros matrimonios.
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"Buscad la Belleza, es la única protesta que
merece la pena en este asqueroso mundo"
(R. Trecet)