La Marquesa del Zenete descendía de un linaje donde la afición a las letras y a las bellas artes suponía toda una tradición desde tiempo atrás. Su bisabuelo, Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, poeta de la corte del rey Juan II de Castilla, poseyó una importante biblioteca, muestra del gran interés que despertaron en su persona los autores clásicos e italianos como Dante, Boccaccio o Petrarca.
Su abuelo, el Cardenal Pedro González de Mendoza, demostró gran interés por la cultura y el arte, sobre todo del mundo clásico e italiano, manifestado en su compilación de toda una serie de medallas, pequeñas estatuas, camafeos y piedras preciosas. Sin embargo, la figura familiar que influyó de manera decisiva en Mencía fue su padre, Rodrigo de Vivar y Mendoza, quien encarnó, según Steppe, “por un lado al gentilhombre español de fines de la Edad Media, que no duda en rebelarse contra la política centralista y absolutista del monarca y, por otro, al condotiero italiano que combina el culto a las letras y a las artes con la práctica de las armas".
En la figura de Mencía de Mendoza convergen una serie de circunstancias que hacen de ella un personaje excepcional, especialmente si consideramos su condición femenina. La primera es su cuna: la familia Mendoza, una de las estirpes más poderosas del Renacimiento español, caracterizada por el patrocinio de las letras y la cultura. De ahí se derivan su formación intelectual y su independencia económica, como heredera que fue del mayorazgo de su padre, Rodrigo de Mendoza. A estos factores, excepcionales para una mujer del siglo XVI, y como consecuencia de ellos, se unen sus dos matrimonios, fruto de la expresa voluntad del Emperador, siempre con el beneplácito de la Marquesa, que desde muy joven dio muestras de ser una mujer de gran carácter y determinación.
El primero de sus enlaces, con Enrique de Nassau, supuso su traslado a los Países Bajos y su contacto con la cultura y el arte flamencos. El segundo, con Fernando de Aragón, le permitió establecerse en Valencia, controlar sus dominios y continuar ejerciendo la promoción artística. De este
modo, si su origen familiar la hizo heredera del Marquesado del Zenete, convirtiéndola en la mujer más rica de Castilla, y su privilegiada situación económica le facilitó adquirir todas las obras que ambicionó, sus títulos de Marquesa, Condesa y, posteriormente, Duquesa, la hicieron objeto de multitud de presentes con los que fue obsequiada por sus vasallos, parientes y amigos. A través de las citadas vías, Mencía de Mendoza formó una de las primeras y más importantes colecciones artísticas del Renacimiento español.