En el 939, Abd al-Rahmán III decide emprender una aceifa contra el reino de León. Para ello reúne a unejército del que forman parte numerosos voluntarios, animados por la idea de guerra santa. Los accesorios del viaje, pertrechos militares y armamento son tantos que se recurre pasa su traslado al empleo de multitud de acémilas, "pues transportóse en esta campaña peso nunca igualado por rey ni gobernante entre sus antecesores".
Con todo el equipage, en pleno mes de ramadán, el califa inicia la marcha del ejército que pasa por Toledo, puerto de Tablada, Olmedo, Íscar, alcazarén y Portillo hasta Simancas.
Aquí se enfrenta durante varios días a una coalición compuesta por Ramiro II, la reina de Navarra y el conde Fernán González. Al final parte de la aristocracia árabe se retira en desbandada, lo que propicia la aniquilación parcial de contingente omeya en Alhándega.
Puente medieval en Simancas
El califa quedó abrumado por su fracaso en esta campaña, sin paralelo en toda su vida anterior, en la que pierde, además de la impedimenta del ejército, un ejemplar del Corán y su propia cota de mallas dorada. Una vez en Córodba, abd al-Rahmán ordena la crucifixión de los responsables de la derrota con Fortún, señor de Huesca, a la cabeza.
Desde este momento el califa, que le vio las orejas al lobo, deja de participar personalmente en las aceifas y profesionaliza su ejército con tropas mercenarias. Del lado cristiano Ramiro aumenta su prestigio y el reino de Léon amplia su extensión territorial por el valle del Tormes, donde repuebla Salamanca y Ledesma. Fernán González hace lo propio en Sepúlveda en el 940.
Ramiro II estabilizó y fortaleció el entramado administrativo, completando la tarea de asentamientos mozárabes y su organización, que en algunas comarcas, como la cuenca del Cea, fue dirigida personalmente el Rey. Engrandeció la Corte con la creación del nuevo palacio real, la restauración del monasterio de San Claudio y la nueva implantación de los de San Marcelo y de San Salvador, contiguo al palacio real.
En los últimos años de su reinado, Ramiro II tuvo que hacer frente a los afanes independentistas del condado de Castilla. Fernán González, que hasta entonces había sido mano derecha del monarca, incurrió en la ira del soberano al violar la tregua con el Califato Omeya y hacer una incursión de saqueo. El rey encarcela al conde, que aún le tenía un respeto, pero en el 945 liberó al traidor, no sin antes hacerle jurar fidelidad y obligarle a renunciar a sus bienes. Para dar solemnidad a lo pactado, poco después se produjo la boda entre la hija del conde, Urraca Fernández y su propio hijo y heredero, Ordoño. Sin embargo ya en libertad, Fernán González siguió proclamando su título condal, refugiado en la parte oriental de Castilla.
Debido a los enfrentamientos con los árabes, Ramiro II hubo de concentrarse en el Occidente de su reino, descuidando mucho las tierras castellanas, lo que fue aprovechado por Fernán González para recuperar todo lo perdido. De esta manera absorve los condados de Burgos, Álava, Lara y Cerezo, sin que el rey pueda hacer nada salvo ceder. El hijo de Fernán, García Fernández, ya hará gala de una plena independencia.
Ramiro consigue una última gran victoria en Talavera contra los árabes en el 950; al año siguiente, sintiéndose mal, abdica en su primogénito Ordoño III, y en el transcurso de un viaje a Oviedo, enferma y muere.
De su primer matrimonio con su prima Adosinda Gutierrez es fruto su sucesor Ordoño III, que va a protagonizar el momento más convulso de luchas civiles y conflictos dinásticos. Debido a su parentesco se anula el matrimonio con su primera mujer. Con la segunda, la princesa navarra Urraca, tendrá al futuro Sancho I de León.
La Cruz de Peñalba fue regalada por Ramiro II al monasterio del mismo nombre. Sigue evidentemente los
modelos de las cruces asturianas. De latón fundido y cincelado, toda la pedrería que exhibe nuestra cruz es falsa, fruto de una restauración tardía en la que también se añadieron las letras pendientes alfa y omega.
Cuenta con una inscripción en letra visigótica-mozárabe
+ IN NOMINE DOMINI NSI / IHU XPI OB ONOREM / + SANCTI IACOBI / APLOSTOLI RANEMIRUS REX OFRT
_________________
La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.