Seferis probablemente descienda de una familia judía, de las muchas familias sefarditas que se instalaron, por desgracia, en la Península de Anatolia a partir de los progromos católicos del S. XV. Digo esto porque Seferis -su apellido real es Sefiriadis,
el del Sefer- es notablemente hebreo: Sefer significa, en hebreo,
libro(El Libro por antonomasia es hebreo, claro) Esmirna, como todos sabemos, después de Istanbul, y exceptuando la anormalidad apátrida del Kurdistán, es quizás la capital mosaica del mundo otomano. De todos
modos Seferis sólo es judío por parte de padre.
Su vida, o mejor su trayectoria vital, funciona exactamente como la estela de un barco en la que navega la familia real griega de su tiempo. (Y no lo digo por retórica vacua precisamente sino porque su mayor obra está recogida en tres
Diarios de a bordo)
Su padre era un abogado de fama internacional, gran traductor de Lord Byron al griego, y en 1918 se llevó con él a su familia a trabajar en París. Yorgos allí hace Derecho, conoce a los simbolistas franceses y cuando su familia decide regresar a Grecia, se queda en París ,enamorado de la hija de su casera. Después de pasar por Londres para perfeccionar el inglés, regresa a Atenas con 25 años y un gran dolor:
Tres años antes los griegos de la Anatolia tienen que abandonar las costas de Asia. Por un tratado grecoturco, Grecia tiene que acoger de la noche a la mañana a un millón y medio de refugiados. Sus consecuencias se dejan ver hasta hoy en día. Seferis no puede volver a su casa: por eso regresa de París a Atenas y no a Esmirna.
Un año después , 1926, entra a trabajar como dioplomático en el Ministerio de Asuntos EXteriores, donde ejercerá sus distintas funciones hasta que se jubile.