Los Aristócratas Pobres en Efectivo: el 8vo Duque de Marlborough.
El éxito marital de los cazafortunas inspiró a otros aristócratas. Los ingleses empezaron a visitar los EEUU con propósitos más serios que el de hacer turismo o deporte. Un viaje cruzando el Atlántico y unos cuantos meses en los salones de recibo provinciales no parecía ser un precio muy alto por una vida libre de preocupaciones financieras.
Esa preocupación era a menudo muy seria. La situación de Blandford, el octavo Duque de Marlborough la ejemplifica.
El padre de Blandford, el séptimo duque, no había podido pagar las cuentas a fin de mes. Había además 6 hijas sin gracias a quien se debía casar con la correspondiente dote, y la propiedad de Blenheim sólo producía 37 mil libras anuales. Primero, Blandford vendió tierras al Baron Ferdinand de Rothschild (Wichendon y Waddesdon). Luego, en 1875 las Gemas de Marlborough tuvieron que ser subastandas en Christie's. En 1882, la famosa Biblioteca de Sunderland también se vendió y en 1883 los Camafeos de Blenheim. A pesar de todos los esplendores del palacio de Blenheim, el testamento del séptimo duque sólo valía alrededor de 7 mil libras esterlinas.
El hecho era que Blenheim, el único palacio no perteneciente a la realeza en esos anhos, se comía el dinero. Limpiar las ventanas tomaba un anho y cuando se terminaba, empezaba la siguiente vuelta. 14 acres de techo debían ser reparados y aislados. Además se suma a ello los gastos en sueldos y alimentación de las cuadrillas de servicio doméstico necesarias para mantener el palacio en perfecto funcionamiento.
Cuando Blandford hereda y se convierte en el octavo Duque más tesoros fueron vendidos: 18 obras maestras de Rubens, más otras de Van Dyck, dos Tizianos, dos Rembrandts y otras pinturas de Claude Lorrain, Poussin y Watteau. Ello no fue suficiente.
De
modo que, en la primavera de 1888, tal vez animado por la seguridad financiera que Jennie Jerome había brindado a su hermano Randolph, el Duque salió para Nueva York.
Blandford tenía todas las razones para pensar que recibiría una gran bienvenida en el Nuevo Mundo. Después de todo la Anglofilia estaba en su apogeo en los EEUU, las madres estaban más que deseosas que sus hijas se casaran con un noble inglés. A pesar de ello, las damas de NY no podían expresar su simpatía por Blandford. Podría ser un duque, podría ser el amo del Palacio de Blenheim, a quien importaba si estaba en la bancarrota. El problema era que Blandford era un hombre profundamente antipático y no era honorable. Un periódico lo comentó de manera acérbica: "Su Gracia el Duque de Marlborough trajo consigo todo lo que era limpio, excepto su reputación".