Así, los habitantes de Toledo, los poquísimos soldados que se habían quedado y la reina Berenguela y sus damas, vieron aparecer frente a sus muros a un ejército musulmán.
Berenguela, esposa de Alfonso VII, hija de Ramón Berenguer III, hermana del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV, tenía 23 años. Había sido entregada en matrimonio al rey de León en 1128, a la edad de 14 años, por lo que hacía nueve años que era reina. En este momento tiene ya cinco hijos: Sancho, Ramón, Constanza, Sancha y Fernando, con varios partos múltiples. Esta mujer no es un florero decorativo, tiene personalidad, caracter, visión política, su influencia fue decisiva para soldar la alianza entre su esposo y la corona de Aragón. Y ahora, en la primavera de 1139, esta mujer de armas tomar está, con sus cinco hijos y las damas de la corte, sola ante un ejército musulmán sin otra defensa que las murallas de Toledo.
La situación es crítica. La reina toma una decisión y pide pluma y papel. Dicta una carta que habrá de ser entregada en mano al general de las huestes moras. Solamente con sus palabras, desarmará a los sarracenos.
Hija soy de Raimundo Berenguer de Barcelona, muerto ahora hace nueve natividades, e hija soy de doña Dulce de Provenza. Cuando por ellos fui entregada en matrimonio a mi esposo, el emperador, me fue explicada la importancia de mi presencia junto a él, y se me ilustró sobre el valor de mi vida, y sobre el valor de mi muerte. Desde entonces no temo ni al día de las pompas ni a la noche de las guerras. Preparada estoy, pues, para morir en cualquier instante, como mujer y como emperatriz. Y lo haré, si es menester, en la defensa de este castillo de San Servando, si a vos os quema la vergüenza de guerrear contra una mujer, sabiendo como sabéis que mi esposo, el emperador, se halla en la conquista de Oreja, a no muchas leguas de aquí, donde con su ejército podría ofreceros la batalla que tanto parecéis anhelar como miedo parecéis tener...
Hablando en plata: si tenéis huevos, id y pelear donde están los hombres en vez de amenazar a unas pocas mujeres solas. Toma del frasco. Está rodeada de un ejército enemigo, y se permite el lujo de insultarlos y llamarlos cobardes. No me digáis que no es digna reina de Castilla y León
Y por si eso fuera poco, la emperatriz se vistió con sus ropas más suntuosas, hizo trasladar su trono a la torre más alta de la muralla toledana y se sentó allí, a la vista, a esperar la decisión de los moros. Fue aquí mismo, en las llamadas Torres de la Reina, entre la Puerta de la Bisagra y la torre de la Almofala.
Los sarracenos, puestos en vergüenza por la dama, se inclinaron con humildad ante la reina Berenguela, levantaron el asedio de Toledo y marcharon hacia Oreja, donde Alfonso les esperaba.
Y así, una reina catalana salvó Toledo, la capital del emperador.
Oreja cayó en manos del monarca, después de varios meses de asedio y sin que los moros se atreviesen a volver al ataque contra Toledo. Con el control del valle sur de Tajo, los éxitos castellanos se suceden: en 1142 recupera Coria, el castillo de Mora en 1143, atacan Montiel, a un paso de las tierras andaluzas. La España cristiana ha llegado a las planicies de La Mancha mientras en la capital, la reina que salvó la ciudad, daba luz a sus sexto hijo.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.