Ellas también cumplen 40http://www.tiempodehoy.com/espana/ellas ... cumplen-40Letizia Ortiz Rocasolano. Princesa de Asturias. Oviedo, 15 de septiembre de 1972
Madre, princesa, tenaz
Carenta años de vida, ocho de ellos casada con el príncipe heredero de España, dos hijas. Cifras pequeñas para grandes emociones. Letizia Ortiz quería ser periodista. Lo tenía claro desde muy pequeña, cuando merendaba bocatas en la radio de su abuela, mientras la veía contar lo que ocurría en el mundo y en su ciudad. Eso de narrar lo que pasaba era su pasión. Después de la universidad, fue redactora en teles varias, en algún periódico y siguió escribiendo sobre lo que veía y sentía. En aquellos años vivió como cualquier joven independiente de la España de finales del siglo XX. De esa época recordamos a la Letizia reportera y dicharachera que lo mismo nos contaba en directo cómo los pescadores se recuperaban del chapapote que el peligroso despliegue del ejército español en el sur de Irak. Esa joven Letizia vivía sola, era periodista, quizá soñaba con ser una Christiane Amanpour a la española. Sus amigos la recuerdan intensa, concentrada, divertida, quizá demasiado enfocada en ser una buena periodista, en no dejar pasar ni una oportunidad para lograrlo. Era ese tipo de mujeres muy jóvenes que se ven venir en cuanto pisan una redacción por el revuelo que suelen levantar. No pasan inadvertidas por su ímpetu. Una especie de vendaval que provocaba el comentario: “Pero a dónde se creerá esta que va”. Pero llegó el 1 de noviembre de 2003 y todos nos enteramos de que la redactora Ortiz se casaba con el príncipe Felipe. Y el rumbo cambió.
A los 40 años llega fresca, hermosa, curtida en penas y curada de espantos. Y llega, antes que nada, como madre feliz. Es lo primero que mencionan los que la conocen: ella es, sobre todo, madre, papel que adora y en el que se empeña en cuerpo y alma, con cariño y energía. Y, como otras mujeres de su edad, intenta hacer compatible la responsabilidad como madre y, desde que se casó con Felipe, como Princesa de Asturias. Junto al Príncipe ha recorrido más de 60 países en viajes oficiales y ha participado en más de 1.300 actividades públicas, 350 de ellas fuera de España. Y algo que conviene recordar: cada una de estas actividades conlleva una preparación previa tan minuciosa como diligente que no se ve.
A partir de 2007, por deseo expreso de la Casa Real, empezó a protagonizar en solitario diferentes actividades. Y fue definiendo sus áreas de interés, que –como siempre ha dicho ella misma– son las mismas que cuando era periodista: la educación, sobre todo de niños y jóvenes, la salud integral y la cultura de la investigación. Desde entonces, participa en fundaciones y en asociaciones, cuyos dirigentes destacan su enorme preocupación y conocimiento de los temas que le exponen.
No es una pose. Es responsabilidad. Porque la España que le ha tocado vivir a Letizia como Princesa pasa por una situación difícil y compleja. Ella lo sabe y, junto al Príncipe, forman un equipo que representa, hoy por hoy, un valor seguro para una institución que mira al futuro. Por eso, además, de la educación, la investigación y la salud, la Princesa tiene otro cuarto empeño: conectar con los más jóvenes, con aquellos que no vivieron la transición de la dictadura a la democracia, pero que se enfrentan ahora mismo a un dato aterrador: la cifra del 52% de paro juvenil. Ese equipo principesco trabaja con la intención de llegar a todos esos jóvenes que seguramente no comprenden qué es eso del “apoyo institucional”, entendido como una labor, como una tarea profesional, como un trabajo, al fin y al cabo. De ahí la cantidad de actividades de los Príncipes relacionadas con el fomento del trabajo juvenil, el espíritu emprendedor, la formación profesional, el desarrollo de habilidades profesionales, los viveros de empresa. Dar visibilidad a ese tipo de iniciativas tiene que dar sus frutos y es lo que ellos pretenden. Y cuando las críticas arrecian por asuntos colaterales –que las hay–, ellos, los Príncipes, salen al terreno de juego con las únicas cartas que tienen: su trabajo y la familia que ellos forman junto a sus dos hijas. No hay trucos, no hay trastiendas.
Abandonar una vida independiente y más libre, abandonar su vocación para volcarse en el proyecto vital del marido, hacer suyo ese proyecto como Princesa de Asturias, es, cuanto menos, difícil. Y generoso. Casi nueve años en el punto de mira es tiempo suficiente para valorar aquel bendito anonimato que no volverá. La nostalgia es a veces triste, pero la Letizia princesa y ya cuarentañera deja ver optimismo en su mirada, la seguridad de cuatro décadas de vida intensa y el brillo alegre de unas niñas y un esposo que la quieren.
Quizá el mayor problema que le han inventado a Letizia es que vende, porque interesa su vida. Ese supuesto valor comercial de su imagen es perverso, incontrolable y arbitrario, y se puede manejar en la dirección que convenga sin que ella, ni el Príncipe ni la Jefatura de Estado puedan defenderse de esos abusos. Dicen que en cierta ocasión un periodista le dijo que hablar mal de ella era rentable.
Así que la Princesa madre, periodista, divorciada, cuarentañera, que molesta a algunos rancios y arcaicos personajes, que sorprende a otros y que resiste con la misma actitud, quizá distante, halagos y críticas, se instala estos días en la joven madurez de quien ignora derrotas y victorias. Tan solo vive empeñada en una causa: la de sus hijas y su marido. Sin más. Ni menos.