C.M. Bowie ha publicado en 2011 una tesis (en inglés) que contiene datos interesantísimos sobre la vida de Leonor y su boda con Alfonso:
Las hijas de Enrique II y Leonor de Aquitania: un estudio comparativo de las mujeres reales en el siglo XII.
En palabras de Robert de Torigni, abad de Mont-Saint-Michel y padrino de la joven Leonor:
su buen consejo y asistencia aportó muy buena fortuna a su marido Alfonso. Pero ¿quién la educó para servir de consejera a un rey? Pues quién va a ser, la mejor maestra del mundo, su madre. Leonor y sus hermanas Joanna y Matilda se pasaron la infancia viajando en la corte itinerante de la reina de Inglaterra/duquesa de Aquitania, gran parte del tiempo en suelo francés. La propia Leonor de Aquitania acompañó a su hija a Burdeos donde la esperaba la delegación castellana enviada para recoger a la novia. Es más, la propia reina presidió la reunión donde se establecieron los términos del matrimonio de su hija con Alfonso en Burdeos y donde la niña recibió a los embajadores castellanos, que habían embarcado en Castro-Urdiales, causándoles una muy buena impresión.
Leonor de Aquitania, además, se preocupó de que el séquito que debía acompañarla a Castilla fuera adecuado a su rango. No hay que olvidar que en las bodas, como en las coronaciones, es donde la realeza demostraba todo su poder (adquisitivo
) En este caso, el séquito demostraba una identidad más aquitana que normanda o inglesa, debido a la implicación personal de la reina. Hay quien dice que Leonor de Aquitania se sintió muy afectada al tener que separarse de su hija Matilda con motivo de su boda y que se implicó tanto en la de Leonor para apartar la tristeza.
En este séquito viajaba la reina Leonor y los obispos de Burdeos, Dax, Poitiers, Angulema, Saintonge, Perigord y Bazas. Además 15 magnates normandos, bretones y gascones, entre ellos: el senescal de Guyena, el vizconde de Bayona, el conde de Perigord, el vizconde de Casteleraldo, el vizconde de Tartas y el vizconde de Bézaume.
Por parte de Castilla el séquito lo integraban: Cerebruno, arzobispo de Toledo; los obispos de Palencia, Burgos, Segovia y Calahorra; el conde Nuño Pérez de Lara; el conde Ponce de Minerva; Gonzalo Ruiz Girón; Pedro y Fernando Ruiz; Tello Pérez de Meneses; García González y Gutierre Fernández de Castro.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.