(A partir de un artículo de medievalists.net con adiciones mías)
Tenemos muy pocos documentos de la Edad Media que fueran escritos por mujeres, especialmente si no eran miembros de la alta sociedad. Sin embargo , sí tenemos una interesante:
Las Memorias de Helene Kottanner, que nos cuenta la extraordinaria historia del robo de la Corona de San Esteban, y el papel que tuvo en ella.
En el año 1439 Hungría era gobernada por Alberto II y su esposa Isabel de Luxemburgo. Albert, que era también el duque de Austria, hacía sólo dos años que había ganado el trono de Hungría, principalmente porque estaba casado con Elizabeth, la hija del rey Segismundo I (que gobernó Hungría 1387-1437).
Helene Kottanner era una de las sirvientas de la casa real y se retrata a sí misma como la leal confidente de "
el más noble y amable de los reyes" Al comienzo de su relato rey Alberto ha caído enfermo y, a pesar de los mejores esfuerzos de sus médicos, muere el 27 de octubre 1439.
El reino se ve inmerso en una crisis inmediata porque los nobles temen que sin un gobernante fuerte serán invadidos por el Imperio Otomano. Por eso piden a Elizabeth que se case con Ladislao III, rey de Polonia, pero ella responde: "
Estimados señores, por favor, ni de coña me caso con un pagano, antes prefiero a un campesino cristiano."
O algo así... Por otra parte, la dama está embarazada de pocos meses y sus médicos estaban seguros de que era varón
Quién sabe cómo pero lo sabían. Elizabeth estaba encantada con la idea de que su hijo fuese rey bajo su supervisión, sin embargo los nobles presionaron para que se casase y ella aceptó (aunque Helene nos jura que su señora nunca tuvo la intención de seguir adelante con la boda).
En su lugar la reina ideó un plan secreto: robar la Santa Corona de San Esteban, que estaba guardada en el castillo Plintenburg hasta que pudiese usarse en la coronación de su hijo no nato. Elizabeth creyó que con esta importante reliquia en su poder, que había sido utilizada para coronar a los reyes de Hungría desde el siglo XI, los nobles y el pueblo aceptarían a su hijo como nuevo rey sin ponerle problemas.
Para llevar a cabo este robo Elizabeth llamó Helen Kottanner. Helen escribe que la reina "
me dijo que debía hacerlo porque no había nadie en quien pudiese confiar y que conociese el lugar mejor que yo. La petición de la reina me asustó ya que significaba un gran peligro para mí y mis hijos pequeños. Sopesaba el asunto en mi mente, sin saber qué hacer, y no había nadie a quien pudiera pedir consejo sino sólo Dios. Me dije a mí misma que si no lo hacía, y algo malo sucedía durante el robo, entonces yo habría pecado contra Dios y el mundo. Y así le dije que estaba dispuesta a emprender el difícil viaje, incluso a riesgo de perder la vida, pero sólo si recibía ayuda".
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.