Doña Cristina ya no mira para otro ladoA la Infanta Doña Cristina la noticia de su imputación le llegó el pasado martes a su casa de Ginebra. Tras conocerla se fue a su despacho, situado a orillas del lago Lemán. Desde allí atiende tanto los asuntos de la Fundación La Caixa, para la que trabaja desde hace más de veinte años, como los de la Fundación Aga Khan, con la que empezó a colaborar el pasado verano, cuando se trasladó a vivir a Suiza para apartar a sus cuatro hijos, Juan, Pablo, Miguel e Irene -la menor de ocho años y el mayor de quince- de la pesadilla del caso Nóos.
La familia había regresado unos días antes a su residencia de Ginebra, donde celebraron la fiesta de Reyes, después de haber pasado unos días en Barcelona, la Nochebuena en el Palacio de La Zarzuela, otros días en Vitoria con la familia de Iñaki Urdangarín, y el fin de año en París. Como si no pasara nada, como si ella y su marido fueran sólo víctimas de la tormenta más fuerte que ha azotado a la Corona en el Reinado de su padre y que está afectando también a la imagen de la Justicia.
Esta vez será distinto
Pero el martes, tras hablar con su abogado, Miquel Roca, la Infanta decidió regresar a España lo antes posible para empezar a preparar su defensa. Todo apunta a que esta vez las cosas se harán de una forma distinta a su anterior imputación. No sólo será un cambio radical de estrategia jurídica sino posiblemente también de actitud personal de la Infanta. Si sale bien, no sólo beneficiará a Doña Cristina, sino también a la imagen de la Corona y de la propia Justicia.
La primera señal llegó de la Casa del Rey, que se limitó a expresar su respeto a la decisión judicial, en contraste con la reacción tras la primera imputación, en abril de 2013, cuando mostró su sorpresa por el cambio de parecer del juez José Castro, que un año antes no había encontrado motivo alguno para imputar a la Infanta.
La segunda señal la envió la Fiscalía Anticorrupción. Tras la primera imputación había presentado rápidamente un recurso, pero en esta ocasión estaba sopesando no hacerlo. Y la tercera señal llegó de la defensa de la Infanta, que en la mañana del martes se apresuró a anunciar que recurriría, por la tarde ya matizaba que quizá no y ayer confirmaba definitivamente que no lo haría.
Todas estas reacciones han ido acompañadas de discretas reuniones encajadas como un puzzle en apenas tres días. Doña Cristina se reunió el jueves con su abogado en Barcelona, que después se entrevistó con el letrado de Iñaki Urdangarín, Pascual Vives. Esa misma noche, la Infanta viajó a Madrid, durmió en La Zarzuela y, el viernes, fue Roca el que se trasladó a la capital española.
A la vez, otro abogado del despacho de Roca, Jesús Silva, sorprendía el viernes a la opinión pública con un canto al amor para argumentar con razones del corazón que lo único que se podría reprochar a Doña Cristina era haber confiado en su marido. Un argumento chocante en labios de un penalista, pero que coincide con lo que las personas más próximas a los Duques de Palma han ido relatando a ABC desde que estalló el caso Nóos.
Casi a la vez, otro abogado del mismo despacho se desplazaba a Mallorca para hablar con el juez José Castro de la nueva estrategia: la Infanta no sólo no recurriría su imputación, sino que además estaría dispuesta a declarar voluntariamente y lo antes posible. Todas esas gestiones desembocaron en el escrito que la defensa de la Infanta presentó ayer ante el Juzgado de Palma de Mallorca.
Ello supone un cambio radical en la forma en la que han venido actuando los Duques de Palma desde noviembre de 2011, cuando estalló el caso Nóos. Hasta ahora, el matrimonio, especialmente el Duque consorte, se había mostrado impermeable a los consejos que le hacían llegar desde Zarzuela y desde otros sectores próximos a la pareja. La Infanta y su marido se habían enrocado en una actitud que no estaba a la altura de las circunstancias y que no ha hecho más que agravar su situación, tanto judicial como de percepción pública.
Personas de su entorno dicen que ella y su marido están convencidos de su inocencia y se sienten más víctimas que responsables de una pesadilla judicial que de un plumazo ha esfumado su antigua vida y les ha obligado a mudarse en tres ocasiones en cuatro años. Este convencimiento explicaría su actitud y podría ayudar a entender el rechazo de Doña Cristina a marcar distancia con la Corona para evitar que su situación judicial deteriore el prestigio de la Institución.
El gesto que nunca hizo
La Infanta creció escuchando los enormes sufrimientos y sacrificios que tuvieron que hacer su abuelo, Don Juan de Borbón, y su padre, el Rey, para restaurar en España la Monarquía. Las estrecheces del exilio, la soledad de Don Juan Carlos cuando fue separado de su familia siendo solo un niño, el ninguneo al que les tenía sometidos Franco, la renuncia dolorosa del Conde de Barcelona... Sin embargo, no se ha planteado hacer un gesto generoso de alejamiento que hubiera reducido el impacto del caso Nóos en la Familia Real. Hasta ahora, las medidas adoptadas, como el apartamiento de los Duques de Palma de la actividad institucional o la desaparición del perfil de Urdangarín de la web, han partido exclusivamente de la Casa del Rey.
En lugar de tender un cortafuegos -doloroso, sin duda, pero necesario-, la Infanta ha seguido empeñada en sentar cada Nochebuena a su marido a la mesa de los Reyes, aunque ello suponga que los Príncipes de Asturias se ausenten esa noche y prefieran cenar en su propia residencia. Doña Cristina también ha consentido, año tras año, que su marido firmara las felicitaciones de Navidad como «Duque de Palma», cuando la propia ciudad que lleva este nombre le ha pedido que deje de utilizarlo como consorte.
No se conoce cómo es la relación personal de Don Juan Carlos con su hija en estos momentos. Como Rey, supo desde el primer momento que tenía que apartarla de la vida institucional, pero como padre le resulta extremadamente difícil gestionar esta situación. Para la opinión pública, la división entre institución y familia no es tan visible. De Doña Cristina podría haber partido alguna iniciativa de alejamiento, con lo que habría ahorrado a Don Juan Carlos el trago amargo de pedírselo. El Rey sigue teniendo en su despacho una foto de Doña Cristina, aunque hace ya tiempo que retiró la de Urdangarín. La imagen tiene una dedicatoria entrañable: «Para Papá, el mejor padre del mundo, de tu hija que te quiere mucho».
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