Conviene tener en mente un hecho: Alberto ser murió con apenas 42 años. Incluso en aquella época, cuando la esperanza media de vida era muy sensiblemente inferior a la que disfrutamos en el mundo occidental actualmente, Alberto se murió prematuramente, mucho antes de lo que hubiera podido imaginar ninguno de sus coetáneos. No es de extrañar que su viuda quedase absoluta y completamente atrapada en aquel duelo inesperado. Tampoco es de extrañar la desolación de sus ocho hijos mayores, ya que la pequeña, Beatrice, apenas le sacaba unos pocos años a los nietos prusianos.
Para Vicky, la sensación de pérdida, de repentina orfandad, fue abrumadora. Estuvo profundamente abatida durante semanas, que coincidieron con el inicio de su tercer embarazo. Han sido varios los autores que han puesto de relieve el hecho de que la muerte de Alberto dejó a Vicky privada de su consejero aúlico, aquel padre al cual adoraba y que se tomaba el máximo interés en mantenerla lo mejor encauzada posible, en una etapa verdaderamente crucial. Porque Alberto, recordemos, se murió justo al final de 1861 y el año 1862 se estrenó con notable agitación política y social en Prusia.
Unas elecciones dieron una amplia mayoría en la Cámara a los liberales, que debían ser quienes liderasen la legislatura inaugurada el 14 de enero de 1862. Aquello provocó un inmediato temor al futuro inmediato por parte de los Junkers y, en conjunto, de la naciente clase media prusiana que tendía a alinearse con los conservadores; había miedo a que el sector más radical del liberalismo impusiese sus postulados. El rey Wilhelm estaba también preocupado, tanto que el 16 de enero, o sea apenas cuarenta y ocho horas después del inicio de legislatura, despachó órdenes altamente confidenciales para tener dispuesto un completo despliegue de unidades militares en Berlín en caso de que, con la euforia del reciente triunfo liberal, se produjese, también, una sublevación popular.
Por muy abatida que estuviese Vicky ante la reciente defunción de su adorado padre, no pudo ser indiferente a ese clima de creciente tensión que tanto acusaba su querido Fritz. Fritz estaba francamente horrorizado ante las disposiciones, de carácter claramente reaccionario, de su padre. La opinión de Fritz -y no se la guardó para sí mismo...- era que el rey debía buscar un punto de encuentro con el sector
moderado del liberalismo prusiano, encarnado en hombres como August von Saucken-Julienfelde, Wilhelm Grabow o el mismísimo duque Victor de Ratibor, a la vez príncipe Hohenlohe-Schillingsfürst. Pero Wilhelm se negaba a tomar en cuenta los puntos de vista de un Fritz que íba acumulando verdadera frustración ante la obstinada postura de su regio progenitor. Que aquel Parlamento de mayoría evidentemente liberal se negase a aprobar las peticiones de Wilhelm para incrementar el presupuesto militar fue estropeando más las relaciones entre el monarca y la asamblea en la cual residía el poder legislativo. Las cosas empeoraron rápidamente, desde mediados de enero a principios de marzo. Exasperado por la rotunda negativa del Parlamento ante sus requerimientos, Wilhelm decidió demostrar su fortaleza disolviendo la cámara el 11 de marzo y destituyendo el 13 de marzo a los ministros liberales de su gabinete. Ese 13 de marzo, Wilhelm encargó la formación de un nuevo gabinete ministerial al conservador Adolf, príncipe von Hohenlohe-Ingelfingen. Cinco días después, en una carta dirigida a su embarazada esposa Vicky, Fritz se lamentaba, amargamente, de no conseguir que su padre accediese siquiera a considerar otros puntos de vista diferentes del suyo propio. El 18 de marzo se produjo una penosa discusión entre Wilhelm y Fritz, después de que, en presencia del ministro Alexander von Schleinitz, el primero acusase al segundo de una constante "deslealtad" hacia su padre y soberano, a quien debía doble fidelidad por ser a su padre y su soberano. Fritz se quedó profundamente tocado por la diatriba acusadora de Wilhelm.
En esa tesitura, tremendamente compleja tanto en el plano familiar como en el institucional al enfrentar a un padre e hijo que eran a la vez rey y príncipe heredero, Alberto, con su experiencia y su sagacidad política, hubiera podido servir de elemento apaciguador para su hija favorita y su yerno. Pero Alberto, por desgracia, había muerto en diciembre de 1861 dejando a la reina Victoria inmersa en un luto un tanto morboso. Así las cosas, Fritz y Vicky se sintieron profundamente solos en la corte prusiana que cerraba filas en torno al rey Wilhelm.