La segunda limitante de Wilhem se encontraba en el mismo. Wilhem no era exactamente un político incapaz, pero tampoco tenía la gran habilidad que él mismo se atribuía. Desde joven (en los enfrentamientos con sus padres) se podía observar un afán de protagonismo desmesurado. Quería ser la persona más importante, la más informa, la que tuviera la última palabra.
Sin embargo, este afán de protagonismo chocaba con su falta de disciplina y perseverancia. Wilhem no tenía ni la educación intelectual ni la disciplina de trabajo necesarias para convertirse en un politico suficientemente hábil. Wilhem tenía un idea errónea de sí mismo y de sus capacidades, por eso cuando era criticado o las cosas no salían como el quería no reaccionaba bien. Toda crítica era vista como una amenaza a su autoridad lo que lo hacia ponerse a la defensiva y ser grosero. No hay que olvidar que tampoco era una diplomático talentoso por lo que al sentirse atacado siempre decía y hacia lo que no debía. Su afán de protagonismo, no lo dejaba ser una persona discreta (algo fundamental en su oficio) y tampoco le permitía desarrollar una verdadera cooperación con sus ministros, y se rodeaba de aduladores que perseguían sus propios intereses.
Wilhem no tenía una agenda de reuniones con sus ministros que le permitieran realmente estar al tanto de las políticas que se desarrollaba ni tampoco estar presente cuando se formulaban, ni mucho menos se podía hacer un seguimiento real. Wilhem era capaz de una gran comprensión de los documentos de estado, pero solo se encargaba de ellos cuando tenía el ánimo y no de una manera consistente ni permanente, por lo que sus intervenciones era cuando menos erráticas y fuera de contexto.
Además cada vez que las presiones políticas lo sobrepasaban o las cosas no se desarrollan como él lo esperaba Wilhem huía, literalmente. Cada vez que la situación lo sobrepasa Wilhem salía de viaje, esto no hubiese sido un problema si hubiese respondido a la necesidad de alejarse del calor del momento y reflexionar con calma. Pero dado que Wilhem nunca estaba bien informado de nada, ni la relación con sus ministros era la de verdadera comunicación esas ausencias se caracterizaban por una ausencia de comunicación total.
A continuación una cita que me parece importante, cualquier error de traducción es mío, sirvánse de corregirlo si es necesario.
"El resultado de esta curiosa mezcla de ausentismo e intervenciones periódicas, de letargo e imprevistas explosiones de energía era un estilo de gobierno monárquico que se asemejaba increíblemente al de su primo Nicolas II de Rusia, de quien A. A. Polovtsov, consejero de estado, dijo en julio de 1901: "en ningún campo de acción política hay un curso de acción bien pensado, bien dirigido y que responda a alguna directriz. Todo se hace explosivamente, al calor del momento y desorganizadamente." Exactamente lo mismo pudo haberse dicho de Wilhem--lo que evidencia tal vez, que su fracaso como monarca reflejaba una incongruencia entre las extraordinarias demandas del oficio monarquico en un sistema altamente autoritario y las
modestas capacidades de aquellos que estaban en el trono por los caprichos dinásticos."