Me cuesta imaginar a Frau Merkel sollozando de no haber una gran cebolla cerca. Quizá sea cierto, porque la supongo muy capaz de movilizar todo lo a su alcance para salirse con la suya, pero antes lo haría la walküre Skögul que la gran Mutti. De todos
modos todo esto no deja de ser una pura especulación. No sé nada, por otra parte, de Herr Spiegel, pero de periodistas tendenciosillos en España somos campeones, y no creo que sea una especia desconocida en la BRD. Tampoco sé nada de tu colega de uni. En general, la política alemana, si bien me interesa muchísimo (sueño con que algún día España se dé a sí misma un sistema como el vuestro), no me alcanza lo bastante para poder identificar más allá de una docena de grandes nombres. Disculpa, pues, mi ignorancia, pero es que a tanto no llego.
Ahora, en cuanto a lo que Mutti pueda o no tener de Maggie sí que tengo las ideas claras: Maggie nació, se crió y se educó en un ambiente de clase media very british donde no le faltó de nada, empezando por una total ausencia de sobresaltos. Más a más, a los 25, aprovechando que aún no había descubierto la laca para el pelo, enganchó un millonario con edad de ser su dad, con lo cual pegó la versión femenina del braguetazo descomunal (o como se diga eso en el UK), con lo cual y desde ahí la vida fue para ella, cuando menos en lo económico y en lo social, flotar en una especie de alfombra mágica. Mutti, por el contrario, padeció desde nada más nacer dos horribles maldiciones: ser educada por un pastor evangélico y vivir en la RDA. Es notorio que de lo que ganaba tras dejar la universidad no tenía para mucho más que pagar el alquiler y conservarse muy delgada (corre por la red una supuesta foto con dos amigas tomada en la maravillosa playa de Binz en la que vestía un cigarrillo; si no es un fake pienso que nadie podría oponerse a la certificación de que a la sazón, o sea sus 23, estaba como un queso). Eso le llevó a redondear ingresos a base de servir copas en los tristísimos bares de la Gendarmensmarkt y de Alexanderplatz, lo que contrasta fuertemente con la vida que se pegaba Maggie a su misma edad. Si, pese a eso, llegó a ser la bundesjefa con menos de 50 tacos, siendo mujer (tengo entendido que sigue siendo pecado en la BRD), siendo prusiana y siendo tan sexy como un panzerkampfwagen, es que valer, lo que se dice valer, valía (y vale) un huevo. No me creo el petit gringalet II fuera capaz de hacerla llorar, sobre todo siendo los dos de la misma cuerda, si bien esto último tampoco está claro, porque los prusianos jamás han sido de la cuerda de nadie. ELLOS tienen la suya, una que sólo ellos entienden.
Preussen über alles!