García Fernández
el de las manos blancas, conde de Castilla y de Álava
En realidad este "asesinato" casi debería ir en el hilo de los mitos pero bueno, como no hay nada comprobado a favor ni en contra aquí lo dejo
García es hijo de Fernán González de Castilla y Álava y de la condesa Sancha Sánchez, hija de Sancho Garcés I, rey de Pamplona, y Toda Aznar. El 1 de marzo del 970, tras la muerte de su padre, pasa a gobernar todas las tierras castellanas y alavesas. La transmisión fue automática, sin que mediara ninguna confirmación regia, por lo que Castilla es de facto independiente y tiene plena autonomía administrativa, perse a que siguiera reconociendo una cierta superioridad jurídica de los monarcas leoneses.
Su historia y la chulería con la que plantó cara a Almanzor serán objetos de un hilo propio, Dios mediante, así que vamos a lo que nos interesa... su supuesto asesinato a manos de su propia esposa, Ava de Ribagorza, hija del conde Ramón II de Ribagorza (el bisabuelo de la dama, Ramón I, se había independizado del condado carolingio de Tolosa)
Básicamente lo que los romances antiguos dejan traslucir es que Almanzor estaba harto del conde castellano y de su resistencia y trata de sobornar a los nobles, aprovechando las codicias y los rencores de los señores cristianos, llegando incluso a echarle "el picao" a la propia condesa Ava. Según la Crónica najerense, Almanzor envía a Ava un insidioso mensaje con palabras de amor, en el que pregunta si no le gustaría más ser reina que condesa. Se ve que a ella le complació la idea y se ofreció a ayudar a su marido cuidándole el caballo que mantuvo muy gordo y reluciente, pero echándole salvado en vez de cebada, y de ésta manera cuando el conde tuvo que salir de campaña, el caballo desfalleció y cayó en tierra, dando ocasión a que fuese herido y preso.
En realidad, García cayó en una refriega ante los moros en Piedrasillada el 18 de mayo de 995. Todo parece indicar que pudo existir juego sucio, pero por parte de su hijo que no estaba conforme con la política de su padre, y no de su esposa.
Aquí lo tenemos en la plaza de Salamanca
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.