Blanca Suárez termina el rodaje en la serie y deja unas palabras de despedida...
Gracias y hasta la próxima
La vida es un círculo continuo, las cosas empiezan para acabar, y así sucesivamente: una pescadilla que se muerde la cola, a veces maravillosa y que tienes que aprender a manejar para no centrarte en el fin sino en el comienzo. Es muy fácil empezar algo acogotada de miedo y que tu cabeza se coloque en el terror profundo de que eso se acabará tarde o temprano. Quedas con tus amigos y llegará la hora de irse a casa tarde o temprano; conoces a alguien y sabes que acabará, aunque sea con 93 años, pero acabará. Pero, ¿qué tipo de vivencia o disfrute tendríamos si solo estuviéramos pensando en eso todo el tiempo? Se pasaría sin darnos cuenta de lo que nos ocurre, de lo que vivimos, sin centrarnos en disfrutar y sufriendo de antemano, sufriendo mucho con el famosos: Y si… Y si… ¿qué? Pues si ocurre lo que sea ya veremos cómo lo arreglamos o gestionamos. Pero hasta ese momento a vivir.
Y como todos los proyectos, Carlos, rey emperador ha llegado a su fin, por lo menos para mí. Los rodajes empiezan y acaban escalonadamente y, a veces, eso frustra, porque sabes que te pierdes muchos momentos. El rodaje continúa hasta mediados de agosto y aún sabiendo que me voy a ahorrar el calor infernal de la combinación vestuario-plató o exteriores, el hecho de saber que se ha acabado y que mis compañeros van a seguir juntos me da un poco de… cosilla.
No voy a mentir: han sido unos meses hasta arriba, en los que mi cabeza y el texto se han dado de “leches” varias veces y mi cerebro dijo basta otras tantas. De madrugones a las 5.30 de la mañana y de acostumbrar a tu cuerpo a movimientos del siglo XVI y a corsés y vestidos con cola y enagua. Pero ha sido como alunizar en un mundo nuevo. Como descubrir un mundo que nunca habías visto y en el que te mueves con la boca abierta, por el proyecto en sí, por el equipo técnico, por los compañeros actores, por la producción… por el regalo de interpretar a Isabel de Portugal. Es una serie histórica y la “incertidumbre” de “el qué pasará en el siguiente capítulo” no existe (solo el “en qué momento pasará”). Todos los actores sabemos el destino de nuestros personajes, no porque los guionistas hayan tenido la deferencia de contárnoslo (que a veces pasa y muchas más no), sino que es parte de nuestra historia, está escrito desde hace cientos de años.
Empecé a interpretar a Isabel de Portugal cuando el personaje tenía 16 años y sabía que acabaría por estas fechas cuando muriera con 35 años tras el parto de su quinto hijo. No es un spoiler, es historia pura y dura. Y sí, sabía que este momento llegaría y sabía cómo podría ser. Por suerte ya he vivido bastantes (y digo por suerte porque significa que he estado en bastantes proyectos=trabajo). Ese día llega con ciertas ganas, llevas tiempo trabajando y el agotamiento a veces te puede. Y, siendo totalmente sincera, mediados de julio está muy bien para aminorar el ritmo de trabajo y tener tiempo para ir a la piscina y retomar la vida social. Pero de repente te ves en esa mañana, levantándome de la cama y siendo consciente de que en unas horas una etapa se habrá cerrado y un precipicio se acerca. Ese día todo el mundo te mira de forma especial, con una mezcla de pena, tristeza y ternura. Y tú lo que intentas es no pensar en el número de plano y secuencia que estás haciendo para no llevar una cuenta atrás mental de cuántos quedan para cortar y escuchar la frase: “Blanca ¡ha acabado la serie!” Pero yo sabía perfectamente que aquel era el último plano y que, si era bueno, esas palabras sucederían. Esther dijo “corten” y después de tanto tiempo ya conozco hasta sus tonos de voz para diferentes cosas. Yo sabía que había sido mi último plano pero que ella no lo iba a decir.
Jorge Torregrossa, uno de los directores, vino desde el combo con cara de pucheros acompañado del resto del equipo. Andaba abriendo los brazos para lanzarme un abrazo. Y entonces sí, Esther dijo: “Blanca y Pablo Arbúes han acabado la serie”. Levanté la vista y los compañeros se habían acercado desde sus camerinos para compartir ese momento, gente desde las oficinas, compañeros de todos los departamentos. Qué emoción. Besos, abrazos, despedidas… Mi primer instinto es esquivar esos momentos, lo más seguro es que a muchos de tus compañeros te los encuentres en el camino más adelante. Pero creo que ha sido la primera ocasión en la que me he propuesto vivir ese momento a tope: la pena, la despedida, los abrazos. Y ahora sí, quitarme las trenzas postizas y extensiones, desmaquillarme y desvestirme… O mejor dicho, que me desvistan, porque ese vestuario requiere por lo menos una persona para ponerlo y quitarlo. Zaida, Laura y el resto de las compañeras de vestuario se acercaban todas juntas por el pasillo con cara de esconder algo. Y entonces sacaron de detrás de la espalda uno de los regalos más emotivos que me han hecho en el trabajo. Un boceto de mi primer traje a medida como Isabel de Portugal hecho por el figurinista de la serie (y genio además de guapísimo), Pepe Reyes. Y una bolsita con unos pendientes hechos a mano que lleva mi personaje. Solo pensaba que habían estado tramando qué regalo me podría gustar, han querido hacerme saber que de alguna manera les ha gustado trabajar y compartir cosas conmigo y la ilusión que me hizo fue inexplicable. Gracias. Una despedida inigualable.
Con calma me vestí, recogí las cosas, di un abrazo a mi compi Álvaro deseándole fuerza para la recta final y con mi bolso en mano me monté en el coche camino a casa (quien dice a casa dice al fisio directa para tratarme la espalda). Ese camino de vuelta fue especial. Respiraba hondo y sonreía porque ha sido de las mejores experiencias que he vivido. He conocido a gente maravillosa: Pinchón&Pegón, Salva, Marta, Carol, Kike, Jorge, Victor, Mela, Oriol, Laura, Esther y un largo etcétera de gente que a las 7 de la mañana ya andaba por los pasillos con una sonrisa y una energía sorprendentes. Gente que te enseña sus historias sin pedir nada a cambio, que te da la manita cuando no tienes un buen día, que te hace sonreír. Con la que convives muchísimas horas al día durante meses, que lloras delante de ellos, ríes, te equivocas…
Solo puedo decir: gracias y hasta la próxima.
Con amor,
B.
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Verdad y razón nunca envejecen.