Un republicano: "¡Viva el rey!"

Una monárquica: "Hasta le tendremos que dar vivas a la reina".

En la crisis catalana todo ha sido previsible. La idiotez de los nacionalistas, su osadía, la debacle económica de Cataluña tras la DUI simbólica (o hiperbólica)... También, las medias tintas del Gobierno y la fractura de Podem. Sin embargo, había dos elementos con los que nadie contaba: la nación española y Felipe VI.

Sobre la nación española, ya se sabe. En la grandes crisis, surge un alcalde de Móstoles, una Malasaña con tijeras o cientos de miles de ciudadanos... que se ponen a la altura de las circunstancias a la que no llegan los políticos. Respecto al Rey, lo resumía bien un célebre juancarlista. "Ha sido como si de repente, la fortaleza de la institución, del Estado, se hiciera carne en este muchacho que la verdad, hasta ahora...".

A cualquiera, hasta a esas marquesas viudas que se tiñen como Lauren Postigo, le parece que la Monarquía casa mal con la razón. En nuestro tiempo es difícil defender que una magistratura del Estado esté asociada a una familia en lugar de estar sujeta a una oposición o elecciones. Hoy hasta los más críticos reconocen que Felipe VI -o mejor dicho: el discurso del día 3- fue fundamental para que los españoles recuperaran la confianza. O mejor dicho, para que la nación reclamara al Estado (o a los políticos) que actuaran frente a los continuos delitos de los separatistas.

En Moncloa y Zarzuela se adjudican el éxito del discurso. Sin embargo (dada la tibia aplicación del 155), todo indica que fue el Rey quien tuvo el empeño ¡republicano! de defender el Gobierno de las leyes frente al capricho de los hombres cuando todos esperábamos alguna idiotez fina del tipo Hablando se entiende la gente.

Para explicarlo, en Zarzuela remiten al discurso de Felipe VI el día de su proclamación en 2014. Es cierto que entonces el Rey juró la Constitución y prometió respetar la separación de poderes y eso es lo que ha hecho hasta ahora pese a las voces críticas que le han acusado de "echar más leña al fuego", como titulaba algún digital autodenominado republicano.

El Rey se enfrenta a una prueba mucho más complicada que el golpe de Estado -según algunos maliciosos, tan simbólico como la declaración de Forcadell- con el que tuvo que lidiar su padre. Y aún le queda mucho por delante. De momento, según los sondeos, ha recuperado la popularidad perdida hasta niveles de 1995.

Me temo que le tendremos que votar hasta los republicanos.