Anabolena escribió:
Dicho esto, creo que este mes ha sido la primera vez en 14 años que el departamento de prensa ha salido a para los pies públicamente a un invento sobre la Reina. Eso que es tan normal en las monarquías europeas, y que aquí tanto les cuesta hacer. Esperemos que se den las circunstancias y el entorno para que ciertas cosas empiecen a cambiar y continúen por la "senda europea".
Pues esto me parece muy bien, ya era hora, leches. Este es el
modo de empezar a hacer las cosas, sobre todo ahora que se acerca un nuevo "reinado", el de dos adolescentes a las que hay que proteger. No se pueden volver a cometer los mismos errores ni pretender mirar para otro lado cuando aparecen las difamaciones. La Reina Sofía, en ese sentido, fue la única valiente en tomar medidas sin necesitar de nadie.
Igualmente necesitan tv, medios, aparecer en ellos porque así lo decidan, para hablar más allá del acto de turno o del viaje de turno. Tienen que implicarse en otos temas que les permitan acceder al pueblo, desde sus casas. No me cansaré de repetirlo. Y Patrimonio Nacional es un filón, no necesitamos de ninguna Selina Scott mostrándonos haciendo cierto ridículo o como una familia frívola rodeada de yates.
Los británicos consideraban que no conocían a su Queen hasta que Lilibet abrió las puertas de palacio a las cámaras y eso fue a finales de los 60. Y no fue un impulso o un deseo repentino por aparecer en la pequeña pantalla, al contrario, fue producto de que los tiempos demandaban otras formas de comunicarse y venderse. Imaginad la delantera que nos llevan.
Aiya escribió:
Lo que está claro es que Urdangarín marcó un antes y un después en el futuro de esas dos niñas, y que sus parejas van a ser examinadas hasta con el microscopio más potente del mundo. ¿Marichalar?, era y es un bendito.
Un día deberíamos dedicarlo, largo y tendido, a sopesar cuántas difamaciones y odios de la prensa levantó la figura de Jaime. Para mi, fue injustamente tratado, no fue protegido por la Casa a pesar de ser una persona enferma, que no lo tuvo que pasar nada bien.
Muchas veces me pregunto si los españoles éramos demasiado rancios para entender e incluso aceptar a un hombre como él, con sus excentricidades, su forma de ganarse la vida, su repelús hacia la prensa, pero templado, discreto en su papel y con una educación exquisita. A mucha gente le caía gordo, a mi tan solo me provocaba lástima y me parecía injusta la continua comparación con Urdangarin, el atlético y apuesto cuñado, porque para mi no había color, en favor de Iñaki. Al final, quién lo iba a decir, el tiempo puso las cosas en su lugar, a ni también.