Pero donde abunda esta condecoración es en el magnífico retrato de la familia de Felipe V que puede admirarse en el Museo de El Prado.

¡Qué maravilla! Condecoraciones ¡así, sí!

Retrato de Luis XV con su paloma y su Toisón (colocado en un sitio un poco raro, no?), por François-Hubert Drouais

Otra vez Luis XV, con el Toison de nuevo puesto en cualquier sitio. Observad como la banda roja que lo sujeta le llega desde el hombro y pasa a través de un ojal de la casaca.
Hay dos placas de la Orden del Espíritu Santo, el rey parece un palomar en lugar de un monarca.

A ver cuántas órdenes y condecoraciones sois capaces de distinguir en este señor, que se llama Pavel Kiselyov y fue pintado por Franz Kruger.

Termino mis aportaciones de hoy con un señor que se ha saltado a la torera todo lo que nos ha enseñado Clara (que se atenga a las consecuencias) y se ha puesto la placa de la Orden del Espíritu santo EN EL OMBLIGO. Diga usted que sí, señor duque.

Anónimo de la ESCUELA FRANCESA, "Gabriel de Rochechouart, Ier Duque de Mortemart & Par de Francia, IIº Marqués de Mortemart, Príncipe de Tonnay-Charente (1600-1675), Primer Gentilhombre de Cámara del Rey, Gobernador de París, con el hábito de Caballero de la Orden del Espíritu Santo"; óleo sobre lienzo, circa 1660.

En realidad, como Rochechouart lleva el manto de la Orden del Espíritu Santo, puede que eso que asoma por ahí y que parece una placa, no lo sea. Puede ser un bordado. No lo podemos saber con exactitud porque es un retrato, pero suele ser habitual que en los mantos de las Reales Órdenes se borden los símbolos propios de cada una. Por ejemplo, en el manto o capa de la Orden de la Jarretera -salvo la de Lilibet, que sí lleva placa, pues ella es la soberana y Gran Maestre-, podemos verlo en el lado izquierdo. Es como el escudo con el que se distingue cada indumentaria.



Royal Collection

Según Pinterest, estos serían unos mantos originales de la Orden del Espíritu Santo. No son exactamente iguales al que aparece en el retrato, pero la simbología sí que casa con lo que aparece pintado en él.

Cuando se empezaron a lucir veneras en las órdenes de caballería, sobre todo a partir de la segunda mitad del S. XVII y XVIII (previamente las condecoraciones eran integramente metálicas, solo collares) eran tremendamente largas, entre ellas las del Toisón de Oro. Era como colgarse la medalla de chocolate que entregan en una competición deportiva. Pero es que muchas condecoraciones de entonces (aún hoy ocurre con el Toisón, salvo las miniaturas añadidas) solo disponían de venera o de collar, y en las ocasiones o con los atuendos que no eran de gran gala, no se podía lucir el collar. Esa venera en cuestión podía llegar hasta el ombligo, así que las acortaban pasándolas por el ojal de las casacas o chaquetillas, lo que hacía que la venera pareciese un lacito o una medalla colgada del pecho, pero en realidad colgaba del cuello. Eso sí, el Toisón al pecho, siempre debía aparecer a la derecha o sobre la placa que fuese (Carlos III, Espíritu Santo, San Miguel...). Su posición jeráquica, le otrogaba y otorga precedencia sobre las demás.

Aquí podemos ver a Carlos IV -que a falta de una banda, buenas son tres- retratado por Francisco Bayeu, pasando su venera por el ojal de su preciosa casaca azul.



Menos mal que con el tiempo fueron acortando las veneras y acotándolas cada vez más al cuello, como ocurre en este retrato de Fernando VII firmado por Vicente López. Todo parece mucho más ordenado y en su sitio.



Hasta llegar al día de hoy, donde podemos ver a los Reyes Juan Carlos y Felipe con sus veneras ajustadas al cuello.

He estado observando aquí al señor Kiselyov, y por lo pronto es muy curiosa esa especie de orden familiar con un retrato que luce. Al ser ruso, y por la época en que vivió, el del retrato tiene todas las papeletas de ser el Zar Nicolás I. Por lo que esa distinción puede significar que estaba a su servicio.

La banda y la primera placa, claramente pertenecen a la Orden de San Andrés. La segunda placa, tiene toda la pinta de ser la Orden de San Alejandro Nevski, sobre todo porque la venera que lleva al cuello, con una cruz roja y dorada, es inconfundible. O sea, que era caballero de esa orden seguro.

Entre las medallas, la primera, de franjas color negro y calabaza, es la Orden de San Jorge. La última, con una cruz maltesa roja, podría ser la Orden de San Vladimiro, pero el color de la cinta debería ser rojo y negro. Y las demás ni idea.

Por cierto, hablando de condecoraciones rusas, la Orden de Santa Ana (creada en honor de Ana Petrovna) tercia su banda de izquierda a derecha y su placa se prende a la derecha, no a la izquierda. Es una rara avis, pero así es. Maria Vladimirovna sigue condecorando con ella a placer, sobre todo a popes rusos. Por ahora, en las ceremonias de investidura, las placas las coloca bien.

Traigo a otra pecadora. Se trata de Margarita de Luxemburgo, durante la visita de Estado que realizó su hermano a Bélgica. Todos los presentes, salvo el entonces Príncipe Felipe, Duque de Brabante, lucían la Orden de Adolfo de Nassau, pero Margarita se puso la placa donde le apeteció. Ni siquiera le echó un ojo al marido. Más interés a la vestimenta de los maridos en general y en este particular, más cuando ellos sí hacen las cosas bien. Más grave es el asunto al no ser esta condecoración extranjera, sino luxemburguesa y ella princesa del Gran Ducado, por lo que se marcó un Carolina de Mónaco.

Os traigo unas imágenes de tiempos pretéritos, de cuando Nicolás Sarkozy y Carla Bruni visitaron España. Recuerdo que para aquella visita permitieron el acceso a un equipo de prensa al Palacio de El Pardo. Tomaron varias imágenes de los preparativos que posteriormente fueron publicadas en la revista Hola y en Paris Match, creo recordar. Entre esos preparativos se encuentra el momento en que Carla Bruni es asistida para colocar sus condecoraciones.



No lució broches aquella noche, así que varios pespuntes fijaron la banda de la Orden de Carlos III a su vestido de tercipelo azul noche.



Todo iba bien hasta que la señora Sarkozy pasó de ponerse y de que le pusieran la placa de la orden y prefirió aparecer con la simple miniatura.




Cuántas cosas ha tenido que ver el histórico Real Sitio salir por sus puertas. Como el cinturón de Sarko. Y no me quiero imaginar el día en el que vea a Macron, que está al caer, con esa levita de chaqué que luce en las cenas de gala.