Al principio, Lilian y Bertil vivieron su unión libre en la distancia. Ella se instaló en Francia, en Sainte Maxime, adonde Bertil viajaba frecuentemente. Pero no era eso lo que quería él. Esa situación, como si de una aventura se tratara, como amantes furtivos, de fugaz encuentro, escondidos y culpables... Eso no iba con él. Así que dio un paso más, enfrentó a su padre, se hizo valer, le espetó el sacrificio que estaba haciendo por la dinastía y exigió que Lilian pudiese vivir con él en Suecia. Al Rey no le quedó otra que ceder.



Lilian se instaló en Suecia en 1957. Su nueva residencia fue Villa Solbacken, propiedad y hogar de Bertil desde 1949. Era una casa de dos plantas y de fachadas enlucidas, bastante sencilla, con una entrada presidida por columnas y con dos amplias salas de estar que daban a un frondoso parque. Allí pasaron los años. Bertil cumpliendo con sus obligaciones y asistiendo a actos oficiales y Lilian recluida pero conocida y reconocida por todos. Con el deseo de llenar la casa de niños, pero sabiendo que era imposible, porque Bertil no iba a pasar por el trance de que sus hijos fuesen considerados ilegítimos.

Hasta 1968 su suegro no mostró ningún gesto hacia ella. Ese año le invitó por primera vez a la cena de Año Nuevo celebrada en el Palacio Real. En 1972, con motivo de su 90 cumpleaños, el Rey volvió a invitarle a participar en los actos familiares. Era la forma que tenía el suegro de reconocer la impecable conducta a su nuera "no oficial". Nuera que llevaba ya casi 30 años de relación con Bertil.

Lilian no lo dudó y correspondió a la invitación de su suegro haciendo una espectacular aparición. Llegó con un vestido y abrigo de seda color gris pálido, unos inmaculados guantes blancos, un collar de tres hileras de perlas, pendientes a juego y la sorpresa de la noche: el collar de laurel de la Princesa Margarita.



Esta pieza firmada por Boucheron, no había vuelto a ser lucida desde el fallecimiento de la madre de Bertil. Es decir, llevaba décadas desaparecida. La sorpresa fue mayúscula al ver que el collar había sido convertido en una tiara. Los suecos se sorprendieron al verla aparecer, regia, con una joya de su suegra, entre la familia y los invitados del resto de Casa Reales. Suponía la aceptación total de Lilian, quien para muchos miembros de la familia, llevaba 30 años siendo su querida tía o cuñada. Para el pueblo era más que eso. Era la mujer que había vivido en el más absoluto de los ostracismos, en su Villa Solbacken, aprendiendo sueco, volviéndose sueca, sacrificando su deseo de engendrar hijos con tal de permanecer al lado del hombre al que amaba y del compromiso dinástico que éste había asumido.

Para el Rey Gustavo VI Adolfo, se hizo tarde. Antes de marcharse, dejó firmadas las leyes que iban a reformar la Constitución que terminaría por eliminar todo rastro del antiguo poder real. También dejó la monarquía con un grado de popularidad no visto en décadas. Su talante, sus aficiones y su Reina Luisa, habían contribuido en ello. En los últimos días estivales de 1973, mientras se encontraba en su residencia de verano, el Castillo de Sofiero, empezó a encontrarse mal. Enseguida fue ingresado en el antiguo hospital de Helsingborg. Su salud ya no remontó y acabó derivando en una neumonía. Acudieron junto a él todos sus hijos, incluídas esas nueras a las que privó de títulos o de un lugar dentro de la familia. No era extraño ver entrar y salir del hospital a Lilian junto a su cuñada Marianne, la tercera esposa de Sigvard.



El Rey falleció finalmente el 15 de septiembre de 1973.

Para entonces, su nieto y heredero Carlos Gustavo, ya contaba con 27 años y una guapísima novia alemana a la que había conocido en los Juegos Olímpicos de Múnich, celebrados tan solo un año antes.

El Rey Carlos XVI Gustavo de Suecia nunca ha sido una persona muy dada a hablar abiertamente acerca de sus sentimientos. Siempre fue bastante retraído y hermético, en parte por su dislexia. Para él, su abuelo el Rey, representaba una presencia agradable, alegre, culta, pero también severa. Cuidó de su educación y formación con esmero. Le mostraba continuamente lo que esperaba de él y lo que no. Eran dos generaciones completamente distintas, con pensamientos y formas muy diferentes de ver y concebir la vida. Aún así, fue un adolescente bastante obediente y centrado.



Si alguien le preguntara al Rey por una figura paterna, a quién sintió o quiso parecido a un padre, podría hablar perfectamente del abuelo, pero sobre todo mencionaría al tío Bertil. Se entendían bien, se apoyaban y protegían mutuamente. Es posible que no se pareciesen en cuanto a carácter, pues Bertil era un hombre bastante extrovertido, afectuoso y divertido en público, pero el muchacho claramente tenía cosas de su tío. El amor por los coches y el automovilismo era algo compartido. Podían pasar horas hablando de los últimos modelos en el mercado o de viejas glorias olvidadas por el común de los mortales. Les gustaba el deporte, a todos los Bernadotte, de hecho, y disfrutar del aire libre y de la naturaleza. Además eran pícaros, de los tímidos, pero pícaros. Tanto que es muy probable que poco más tuviesen que desplegar para conquistar a sus mujeres.



Pero era la comprensión por la situación del otro lo que les unía en fuerte lazo. Cuando Carlos Gustavo fue proclamado Rey, su tío, y heredero presunto, no se despegó de su lado ni un solo segundo. Se podía observar como Bertil controlaba toda la situación, con seguridad, con entereza, con responsabilidad. Estaba cómodo y pendiente de su sobrino, como toda su vida. Ese día, el joven Rey debió tener en mente a esa novia alemana que su abuelo jamás habría aceptado como esposa para él. A los que sí tuvo presentes en el Salón de Estado del Palacio Real, donde se celebró la ceremonia de su proclamación, fue a sus tíos, los desheredados, y a las esposas de éstos. Y, como no, a la tía Lilian, de riguroso luto.



El reinado de Carlos Gustavo comenzó con cambios. Algunos, de carácter constitucional, ya los había dejado sancionados su abuelo. En 1974 entró en vigor el nuevo Instrumento de Gobierno. La Constitución de Suecia está articulada por cuatro leyes fundamentales: el Instrumento de Gobierno, la Ley de Sucesión, la Ley de Libertad de prensa y la Ley de libertad de expresión. Pues bien, esta ley fundamental, fue la que terminó por eliminar todas las antiguas prerrogativas reales y de articular las nuevas funciones constitucionales del Jefe del Estado.

Lo que sí siguió igual, dado que la Ley de Sucesión no había sido reformada aún, fue la situación de sus hermanas. Solo una de ellas seguía conservando sus títulos y tratamientos: la Princesa Birgitta. En 1974, la Princesa Cristina se casaba, por fin, con su prometido Tord Magnuson. Al ser un matrimonio desigual, Cristina perdió su título y tratamiento, tal y como había sucedido previamente con sus hermanas Margarita y Desiré. A partir de entonces pasó a ser conocida como la Princesa Cristina, Sra. Magnuson.

En 1976, cuando ya arreciaban los rumores respecto a una posible boda con Silvia Sommerlath, llegó el anuncio del compromiso. Cuatro años después de conocerse, el Rey Carlos Gustavo se comprometía y se casaba con su novia. La noche previa a la boda, los novios acudieron a una gala en la Ópera de Estocolmo, donde unos ABBA vestidos de época le cantaron y reverenciaron a Silvia su "Dancing Queen". Lilian asistió a la gala, de nuevo, con la tiara de laurel de su difunta suegra. Se sentó en el palco junto a los hermanos Sommerlath. Todavía no podía presidir un evento familiar junto a Bertil. Éste estaba sentado junto al Rey Olav de Noruega, la Gran Duquesa Josefina Carlota de Luxemburgo y la Princesa Sonja de Noruega.



Aquella mítica actuación de ABBA ya mostraba que venía el cambio, el cambio de verdad. La ruptura con las normas que habían gobernado a la familia durante siglos. Porque sí queridos, la sociedad sueca y los príncipes de la dinastía Bernadotte eran mucho más abiertos que sus monarcas. Lo sabremos en España, si en los 60 y 70 nuestros abuelos anunciaban "qué vienen las suecas" como si fueran el demonio o el pecado.



El 19 de junio de 1976, Silvia Renata Sommerlath entró en la Catedral de Estocolmo como una plebeya y la abandonó convertida en la Reina Silvia de Suecia. Bertil asistió a la boda, se sentó ocupando el lugar del padre, su hermano Gustavo Adolfo. Su hermana, la Reina Ingrid de Dinamarca, ocupó el lugar que le pertocaba a la Princesa Sibila. Estaba feliz, se le notaba. Tras él se encontraba Lilian, discretamente sentada entre su sobrina Ana María de Grecia y Lord Mountbatten. En el banquete de bodas también fue Bertil el que pronunció unas palabras felicitando a la pareja y deseándole toda la dicha del mundo. Terminó su discurso con cuatro sonoros hurras que solo un buen escandinavo sabe pronunciar.

Victoria Ingrid Alicia Desireé nació el 14 de julio de 1977 -apenas 13 meses después de la boda de sus padres- en el Hospital Karolinska de Estocolmo. Bertil no dejó de ser heredero presunto al trono de Suecia con el nacimiento de su sobrina nieta. La Ley de Sucesión sueca seguía impidiendo que las mujeres accediesen al trono, así que la pequeña Victoria, tan solo era una princesa más para la dinastía Bernadotte.



Aunque gran parte del espectro político del país estaba de acuerdo en que la Ley de Sucesión debía ser modificada, todo se precipitó cuando, de repente, el ginecólogo de la Reina Silvia comunicó que no podría tener más hijos. El mecanismo de la reforma, largo y tedioso, comenzó a prepararse en el Riksdag. Mientras los legisladores trabajaban y presentaban borradores con las enmiendas a la ley, la Corte sueca anunció que la Reina Silvia se encontraba de nuevo embarazada. El anuncio se produjo a finales de 1978, pero todo siguió adelante. El bebé, bien podría ser otra niña...

Pero no fue así. El 13 de mayo de 1979, venía al mundo Carlos Felipe Edmundo Bertil, Principe Heredero de Suecia, Duque de Värmland. Para Bertil no era un "nieto" más, sino su ahijado y el que por fin le desbancaba de la primera linea de sucesión al trono sueco.



Para entonces, la reforma de la Ley de Sucesión ya estaba muy avanzada. El Rey Carlos Gustavo empezó a mostrar reticencias al respecto. No tenía nada en contra de que las mujeres, y concretamente su hija, pudiesen heredar el trono de Suecia, pero sí mostraba reparos respecto a que su hijo, Príncipe Heredero desde su nacimiento, fuese despojado de un título que le había sido concedido por derecho. El Riksdag y el Consejo de Estado hicieron oídos sordos y continuaron adelante impulsando la ley fundamental y dejándola lista para su aprobación y entrada en vigor. Esto último se produjo el 1 de enero de 1980.



Desde ese momento, Victoria pasaba a ser Princesa Heredera de Suecia y su hermano Carlos Felipe, simplemente Príncipe de Suecia. Ocho días después, el 9 de enero de 1980, el Rey Carlos Gustavo le concedía a su heredera el Ducado de Västergötland. A su vez, la nueva Ley de Sucesión reconocía los derechos sucesorios al trono de Suecia, únicamente, en los descendientes del Rey Carlos XVI Gustavo, con una clara y notable excepción: el tío Bertil. El Rey expresó su deseo de mantener a su tío en la línea de sucesión y, para ello, los legisladores aprobaron un addendum en el que Bertil conservaba sus derechos sucesorios. Así para cuando nació la Princesa Magdalena, Bertil ocupaba el cuarto puesto en la línea de sucesión al trono de Suecia.

A partir de 1993, las apariciones de Bertil fueron cada vez más esporádicas. Su salud ya era frágil, así que Lilian solía cumplir con su agenda en solitario. Todo eso cambió cuando Victoria cumpió 18 años y comenzó a ejercer plenamente su papel de heredera al trono. Lilian se convirtió en la acompañante de Victoria en los actos oficiales.

El 14 de julio, la Kronprinsessan daba su primer discurso en el Salón de Estado del Palacio Real.