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Madre Fundadora |
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Registrado: 17 Feb 2008 21:02 Mensajes: 28515 Ubicación: ESPAÑA
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Murat, que asiste a los primeros minutos del motín desde el palacio de Grimaldi, se dice: «¡Esto hay que pararlo!». Él no tiene antidisturbios ni policía, sino soldados. Y hablamos de los peores soldados del mundo. Gente joven, pero que ha participado en alguna que otra campaña. Gente durísima, implacable. Madrid es una rueda con radios cuyo centro es la puerta del Sol. Caballería en el Retiro y en los carabancheles. Se trata de cortar como los radios de una rueda e impedir que se propague el motín. Murat manda mensajeros, desde el palacio de Grimaldi, donde él está, para decir a las tropas francesas que entren hasta el centro para cortar el motín. Se trae a la caballería y a los coraceros de los carabancheles. Se trae por otro lado a los mamelucos que están en el Retiro, desde Fuencarral, la carretera del Pardo y la casa de Campo. ¿Qué pasa? Que los españoles se dan cuenta y deciden cortarle el paso a esa gente. En la puerta de Toledo, cuando llegan los coraceros, se encuentran allí a la gente más dura de Madrid. Son los artesanos de El Rastro, de La Paloma, Lavapiés... Los barrios más duros y castizos. Que ahora son de inmigrantes. Ahí se da el segundo enfrentamiento. La puerta de Toledo era entonces menos bonita, más simple. Por ahí suben los coraceros, por el sur. Y tampoco es que sean unos pipiolos. Son durísimos. Imaginaos la escena. Tipos que saben lo que es una guerra y son recibidos con barricadas por mujeres, hombres y niños que luchan con tijeras, palos, navajas, cuchillos y todo lo que han ido cogiendo por ahí. Valía cualquier cosa. La lucha es a muerte, claro. Les salen al paso. Mujeres, pescaderas, putas, rufianes, mendigos, algunos con trabucos, otros con macetas, y paran la primera oleada por el factor sorpresa. La segunda, ya no. Los coraceros rompen eso. La gente corriendo cuesta arriba con los caballos detrás. Están muertos. Ahí, al instinto patriótico se une el de venganza. «¡Han matado a los nuestros! ¡Pues que lo paguen!, ¡que lo paguen!» Pelean por la plaza de la Cebada, por la iglesia de los jesuitas. Van peleando hasta la plaza mayor y sus inmediaciones. Épica, poca.
Arturo Pérez-Reverte
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