En estas fechas, suponemos que Adosinda vivía con su hermano en esta nueva corte y absolutamente encantada con su sobrinito, al que adoraba y cuyos derechos vivirá para proteger. Sobre su infancia no sabemos nada, adolescencia ídem… pero sí puedo deciros una cosa, aprendió por las malas a desenvolverse en una corte intrigante llena de víboras con mucha diplomacia y debía ser de algún
modo ilustrada, vaya usted a saber lo que eso significaba en la Asturias de la época, pero por lo menos sabía lo suficiente como para poner nervioso al mismísimo Beato de Liébana, que menuda buena pieza era también como veremos.
Como los hombres que fundan ciudades por amor me caen bien (por ejemplo Abd-al-Rahman III para su Azahara) pues voy a tratar de ser amable con la descripción de Fruela I, digamos que tenía un carácter… un poco difícil, llegando a dar muerte con sus propias manos a su hermano Vímara. Claro que lo de que era un salvaje lo dicen las Crónicas del susodicho… si nos atenemos a los hechos pensad que el rey se casó con treinta años cumplidos, en una época en la que la gente se moría joven, así que es probable que Vímara se frotara las manos viéndose rey y luego el monarca se nos casa y tiene un hijo… empiezo a pensar que el culpable de las críticas contra Munia va a ser su cuñado que veía peligrar su dorado futuro ¿no? Allá por el año 1998 en unas obras de restauración en la cripta de Santa Leocadia en la Catedral de Oviedo se localizó una lápida de granito que menciona la fundación por parte de Vímara de un hospital para marineros o náufragos y en la que se llama a sí mismo, sin ningún pudor, “egregio entre los príncipes”. Bueno, ahí se pasó, porque el título de príncipe pertenece desde el siglo VIII al monarca reinante y la pretensión por parte del hermanísimo de usarlo supone una traición gravísima, aparte que las Crónicas dicen que el fratricidio tuvo lugar por “rivalidades en torno al reino”, o sea, que pretendía usurpar el trono, así que si bien no se puede justificar el asesinato sí es comprensible… además, que otros lo han hecho a los largo de la historia a escondidas, por lo menos Fruela tuvo los arrestos de mancharse las manos él mismo.
La cosa sentó mal en el hervidero de intrigas, aspiraciones y ambiciones que era la corte y así, después de un fratricidio viene un regicidio y los nobles apuñalan al rey en su propia cama tras once años y tres meses de reinado, probablemente instigados por un primo del asesinado que asciende al trono como Aurelio I. A partir de aquí se destapa la caja de los truenos y vamos a intentar no liarnos con los distintos partidarios de las dos famosas estirpes que se están dando palos. Aurelio es hijo de un hermano de Alfonso I de Cantabria por lo tanto primo carnal de nuestra Adosinda… peeeero no es de la estirpe de Pelayo, es un usurpador de la rama colateral y no tiene relación ni siquiera por matrimonio.
No sabemos qué fue de Munia, pero la cosa pintaba mal para Adosinda (peligrosa mujer que transmite derechos al trono) y para nuestro bebé Alfonso que es el “heredero legítimo”. Alfonso es enviado al monasterio gallego de San Julián de Samos donde su tía espera que le den una educación acorde con un futuro rey mientras que Aurelio espera que acabe tomando los hábitos y deje de fastidiar con su simple presencia. Es en estos momentos donde sale a relucir la diplomacia de Adosinda que capea el temporal en la corte hasta que… zas! va y se nos casa rondando ya la cuarentena. Vamos, que no era ninguna moza pero menudo partidazo se pescó. Su recién estrenado marido se llama Silo y es un terrateniente que está forradísimo, un gran propietario en la zona del noreste de Lugo capaz de movilizar hombres y armas y que sirve ni más ni menos que para reforzar el linaje de Pelayo. Así que ya veis, nos salió lista Adosinda…
Aurelio muere en el año 774 y suben al trono Silo y Adosinda. Una vez más vemos cómo triunfa la diplomacia de la reina puesto que contenta a las dos facciones: Adosinda es nieta de Pelayo pero también es nieta de Pedro de Cantabria. La reina reúne ambos derechos sucesorios y se los transmite a su marido Silo que se convierte en el valedor de la causa del linaje de Pelayo y en un golpe de mano traslada la corte a Pravia buscando un lugar mejor situado, más próximo a lo que eran sus posesiones territoriales y alejado del ambiente hostil de Cangas de Onís donde se asentaba la facción cántabra.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.