Acabo de descubrir este hilo y me uno a las felicitaciones . konradin te está quedando maravilloso!!
La ultima imagen de Catherin Charlotte Grimaldi que has puesto no se ve, ¡podrás ponerla de nuevo? tenía muchas ganas de ver un cuadro de ella con todo lo que has contado de su belleza

Konradin, no te hagas el despistado, que te he visto entrar al foro, jejejeje.

¿Estarás a puntito mismamente de darle un nuevo brío a este temazo, a que sí? Vamos, que venías precisamente a seguir narrándonos las aventuras y desventuras en torno al bello duque de Lauzun...¿a que sí? Contesta a todo que sí, por tu propio bien, jejejejeje.

Yo ya lo he visto otros días andurrear por el foro y tampoco se ha decidido... si es que to se pega, Minnie, y no miro a nadie

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Por supuesto, me acabo de dar cuenta. Ya lo hago.


Minnie, si retomas algún tema, te aseguro que retomo a Lauzun con gusto, tú eliges, quiero a Ana Mauricia, así estamos ambos en la misma época al menos.


Muy cierto Vandal, ¡MUY CIERTO! Jajajaja.

Ha decir verdad he tenido varios problemas que no quiero tampoco comentar por acá, así que veré si retomo la lectura, les confieso que lo que más odio es organizar todo con los códigos HTML del foro pero haré lo mejor posible.

Mañana sale un capítulo sin falta.

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interesante vida la de este caballero, yo de esta familia ya me creo todo, al fin y al cabo este señor es antepado de la amante de el conde de provenza, Louis XVIII, Anne Nompar de Caumont, que la verdad merece un capítulo a parte.

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La risa es un antidepresivo sin efectos secundarios

Muchas gracias a todos por sus palabras, Carmela, no me deja por lo cual... Sabba, te encomiendo esto porque no me deja modificar ese post, caso contrario te paso un link por mensaje privado y si eres tan amable, tú podrías modificarlo, como te sea más cómodo.

Lamento las demoras constantes, intentaré sacar varios capítulos hoy y subir dos por semana, Minnie, cumplo con mi promesa, de aquí saltaré a los Condé.



Una fiesta marcaría la apoteosis de este período, y el comienzo del fin.

El 17 de Agosto de 1661, Nicolás Fouquet (flamante superministro de Finanzas Louis XIV) recibiría a Louis XIV e invitados (es decir, toda la corte jeje) en su nueva residencia la cual pondría durante una cantidad de días a disposición del rey y la corte.

Aquellos que pudieron contemplar toda la procesión de la corte saliendo en un cortejo de carruajes a las 15 hs desde el chateaux royal de Fontainebleu, escoltado por la Guardia Francesa y la Compañía de Mosqueteros en uniforme de gala, estuvieron de acuerdo en que fue impresionante.

Casi todos dejaron el chateaux menos la reina quién, ya en avanzado período de gestación, prefirió quedarse. La procesión tardaría 3 horas en cubrir la distancia entre una residencia y otra llegando bajo un cielo casi negro que amenazaba una tormenta.

Esta nueva residencia no era otro que el recién construido chateaux de Vaux-le-Vicomte.


El palacio de Vaux, es una obra de arte en sí misma diseñada por el arquitecto Le Vau, no pudo menos que impresionar a todos los invitados. Al pie de la impresionante escalinata, el vizconde de Melún y de Vaux, también marqués de Belle-Île, Nicolás Fouquet, vestido con brocados de oro cual rey de las ‘Mil y Una Noches’ pero con una rodilla en tierra (jamás se permitían olvidar quién mandaba ahí), recibía al rey y sus cortesanos y les invitaba a entrar en su ¿humilde? (sic) residencia.

El pintor Lebrun, devenido en guía en aquella ocasión, escoltaba al rey y a su séquito en una visita guiada por todas las salas de Estado. Todos y cada uno de los invitados se maravillaban ante ese lujo ostentoso. Puyguilhem (¿se pensaban que se iba a perder esto?), como todos, contemplaba con la boca abierta todas esas maravillas reunidas en un solo sitio: los mármoles del vestíbulo con sus doce columnas dóricas, los paneles de madera tallada y dorada, los techos encajonados, las tapicerías de ‘La Savonnerie’ con su fondo azul oscuro, las tapicerías de los Gobelinos en rojo y oro, los muebles de fina marquetería, las camas con baldaquines tendidos de ricos brocados y pasamanerías, las arañas de cristal y bronce dorado centelleantes, el gran salón oval con sus cariátides y su techo inacabado que debía acoger un fresco dedicado al palacio del sol. Y presente en todas partes, incrustada o grabada, la insolente pequeña ardilla de los Fouquet que parecía mofarse del rey con su orgullosa divisa: ‘Quo non ascendet?’ (‘¿Hasta dónde subirá?’).


Luego, los invitados continuaron el "tour" por los bellos jardines, diseño y obra del arquitecto paisajista Le Nôtre. Las fuentes disparaban miríadas de chorros de agua entre parterres floridos, el verde césped que parecía pintado y los bosquecillos de boj tallados magistralmente, todo poblado de estatuas y vasijas romanas, pequeñas cascadas, canales, grutas encantadas... y a lo lejos, la imponente escultura del ‘Hércules Farnesio’.


De vuelta al chateuax, mientras los criados ataviados en librea servían refrigerios y refrescos en vasos de cristal tallado, se organizó una lotería que, colmo de la delicadeza, permitió ganar a todo el mundo. A los 3.000 invitados, Vatel y su ejército de cocineros les sirvieron una cena excepcional, para la que se habían montado, a saber:
- treinta bufetes,
- decorado ochenta mesas,
- utilizado ciento veinte docenas de servilletas,
- quinientas docenas de platos de plata maciza,
- treinta y seis docenas de bandejas
- y un servicio de mesa en oro macizo.

Hay una película que, licencias históricas de lado, con Gerard Depardieu como ‘Vatel’ describe (a través de los ojos del cheff francés) los eventos de esos días.

Durante el atardecer, los convidados asistieron desde la terraza a la representación de un ballet y, luego, a una representación teatral de la tropa de Molière, a la luz de un centenar de antorchas.

Finalmente, mientras la noche se cerraba sobre ellos, un fabuloso fuego de artificio con sus cohetes de serpentinas, guirnaldas, fuegos de Bengala y soles giratorios transformó el parque y la noche con sus luces y colores coronando con esa nota mágica aquella fabulosa recepción jamás ofrecida a un monarca.

Fouquet jamás pudo imaginar que el cada vez más pronunciado rictus en los labios de Louis XIV no eran propios del fastidio de verse en una residencia diferente a la suya o de disgusto porque los fastos lo estuvieran aburriendo en lo más mínimo. El rey comenzaba a preguntarse cuál sería el origen de la fortuna de su superintentende de finanzas.

Tarde en la noche, al ver la fastuosa habitación que se le había preparado y construido específicamente, el rey, con el semblante pálido, la voz estrangulada por la rabia, rehusó pernoctar en aquella fastuosa alcoba que le estaba destinada, y se despidió de Fouquet con frialdad.


De vuelta en Fontainebleau, días después, declaró a su madre que era menester pedir cuentas "a todas esas gentes". El palacio de ensueño del superintendente sirvió de revulsivo para el joven soberano y, rompiendo su crisálida, se reveló a sí mismo. Si para los cortesanos se trató de un sueño de una noche de verano, para Luis XIV fue una auténtica pesadilla que tan solo conseguirá olvidar cuando su superintendente será encarcelado y Versailles acabado, veinte años más tarde. Fouquet acababa de cavar su propia tumba. Había, como dice seguido Minni en sus relatos “picado demasiado alto” y como Ícaro, estaba destinado a caer a lo más bajo.

Louis XIV ya se encargaría de ello.

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Que sorpresa encontrarse con un nuevo capitulo de la fascinante historia. Fouquet fue victima de lo que yo llamo "ambición patológica", jaja, enfermedad que se ha llevado por delante a varios personajes históricos.

El arresto de Fouquet no se hizo esperar.


Aprovechando la reunión de los Estados de Bretaña en Nantes, el rey y su corte dejaron Fontainebleau para ir a la capital bretona el 27 de agosto. Sobre su caballo, el marqués (sí, ya vuelve a ser nuestro protagonista) de Puyguilhem hizo todo el trayecto cabalgando junto a la puerta del carruaje del monarca, que viajaba acompañado por el príncipe de Condé, los duques de Beaufort, de Saint-Aignan, de Gesvres y de Villequier.

¿Estaba al tanto de lo que se planeaba en secreto? Hay dudas; lo que sí se sabe es que Antonin sondeó, tendió trampas y dijo mentiras para obtener información de los amigos de Fouquet, y esta, claro, llegó a oídos del rey. Tras una reunión del ‘Consejo-de-Arriba’, presidido por el rey y en la que estuvieron los ministros Le Tellier y Lionne, el secretario Colbert y el superintendente Fouquet, éste último fue apresado a la salida por el señor d'Artagnan y una quincena de mosqueteros, mostrándole la orden de arresto firmada por Luis XIV. Era el 5 de septiembre de 1661.

Luis XIV llevaba ya cuatro meses decidido (u obsesionado, es a gusto…) a tomar tan sorprendente resolución… tan solo esperaba el momento idóneo, en el que el superintendente se sintiera cómodo y seguro, para golpearlo mejor.

Arrestado en plena plaza de la catedral por D'Artagnan y sus mosqueteros, el ministro caído en desgracia era inmediatamente entregado al gobernador del castillo de Angers, su carcelero ocasional. Semanas después, empezaría su peregrinación por las diversas prisiones del Estado: de Angers a Vincennes, de Vincennes a ‘La Bastille’, y de allí a la lejana fortaleza alpina de Pignerol (estaba situada al pie de los Alpes, ya volveremos sobre esto más avanzada la historia). Pero antes de acabar encerrado en la fortaleza alpina, Fouquet iba a verse juzgado por un tribunal especialmente formado según las precisas indicaciones del rey.

En cualquier caso, al marqués de Puyguilhem no pareció importarle demasiado la suerte del desgraciado Nicolás Fouquet. No era de sus amigos, y mucho menos de sus deudos, por lo que asistió impasible a la fulminante caída en desgracia del hombre de Estado. Le preocupaban otros asuntos…


Catherine-Charlotte de Gramont estaba haciendo sus baúles para trasladarse a Mónaco, dónde la esperaba ansiosamente su marido. Perdidamente enamorados, los dos no conseguían separarse. Pero el fatal día llegó. La (ya) Princesa de Mónaco abrazó al marqués de Puyguilhem con el corazón a punto de romperse y partió.

Cuenta la Condesa de La Fayette que 'Péguilin' (sic) la siguió durante una buena parte del camino "disfrazado de mercader, de mozo, y de todas las maneras que podían hacerle irreconocible ante aquellos que estaban con ella"...

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Fouquet no fue el primero (ni sería el último) en caer víctima de lo seductora que podía ser la corte borbónica, en ser víctima de sus formas o de la necesidad de catapultarse para estar 'a la altura de las circunstancias' pero sí sería un caso emblemático.

Me alegro que te guste Gorje San, mi idea es ir subiendo un poco cada día, ya lo tuve demasiado tiempo en suspenso esto.

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Podríamos pensar que se quedó a llorando mucho tiempo a su querida prima pero esto lejos estaba de ser una opción, tenía 28 años, era joven, y ambicioso, ya habría otros amores…

De regreso en la corte, Puyguilhem olvidó su idilio (o eso se dijo, técnicamente lo escondió en el lugar más recóndito de sí mismo), para consolarse en otra parte.

Estaba entonces tan bien visto por el rey, que éste le concedió el privilegio de utilizar el famoso “justaucorps à brevet”, que iba a ser tan(o más) codiciado como el collar de la Orden del Espíritu Santo.

¿Qué es el “justaucorps à brevet”?


Se trataba, nada más y nada menos, que de una especie de casaca que llegaba hasta las rodillas, ceñida en la cintura, de color azul doblado de rojo, con las decoraciones y la chaqueta bordadas de un galón de plata entre dos galones de oro. El porte de ese traje estaba reservado a un pequeño número de cortesanos admitidos en el séquito del rey, para seguirle en sus largos paseos particulares. Treinta señores, escogidos a dedo (del rey), tuvieron derecho a ese novedoso a la par que curioso privilegio instituído por Luis XIV el 2 de octubre de 1661, y que entró en vigor el 1 de enero de 1662. Entre ellos se podían señalar, aparte Puyguilhem, a Monsieur hermano del rey, el príncipe de Condé, su hijo el duque de Enghien, el duque de Beaufort, el conde de Armagnac, el mariscal de Turenne, el duque de Bouillon, el mariscal-duque de Gramont, su hijo el conde de Guiche, el marqués de Guitry, el marqués de Vardes, etc.

De este modo, nuestro estimado marqués de Puyguilhem figuraba en aquella época, entre los cortesanos más cercanos al rey. El 5 de junio de 1662, participó en el famoso ‘carrousel’ de Les Tulleries organizado para celebrar el nacimiento del delfín Luis.


El 'Grand Carrousel', tal cual se lo conoció, fue un fastuoso desfile bajo el sol primaveral parisino: monturas con caparazones de oro, trajes de mil fulgores constelados de perlas y diamantes, nubes de plumas multicolores. A la cabeza del mismo figuraba el monarca ataviado cual emperador romano, cabalgando un caballo de color isabel (me acabo de enterar que existe este color, todos los días se aprende algo al chequear mis apuntes jeje) con las crines llenas de cintas anudadas. Llevaba una armadura cincelada incrustada de pedrerías, de rosas de diamantes, un faldón blanco sobre sus muslos, botas de brocado de plata bordado de oro y, sobre la cabeza, un casco de plata con una corona de laureles de oro, coronado por una impresionante cresta de plumas escarlatas. Le seguía su hermano, el duque de Orléans, ataviado como el rey de Persia, seguido de los Turcos del príncipe de Condé y, sí, claro, del marqués de Puyguilhem, con sus turbantes emplumados, timbales y trompetas, luego del duque de Enghien disfrazado de rey de las Indias (sic) y del duque de Guisa como rey de los Americanos (sic)...

Para la ocasión, a cada caballero se le atribuyó una divisa creada por Bensérade. La de Antonin era ésta: “Ne despice amantem” (“no desprecie a aquellos que le aman”). Sus armas de caballero turco representaban una flor de girasol girado hacia el sol. La alegoría es bien clara.

Pero Puyguilhem no se contentaba con subir ávidamente (y cada vez más rápido a ojos de muchos) los escalones del poder y de los honores.

Asistía con sumo placer al encumbramiento de su familia y, si era necesario, colaboraba en la medida de lo posible para tal fin. Su hermana mayor, Diane-Charlotte de Caumont-Lauzun, tenía ambiciones (¿quién no las tenía en esta familia?) y pensaba llevarlas tan lejos como él. Se dijo que, por mediación de su pariente la condesa de Fleix, había conseguido hacerse nombrar dama de honor de la reina-madre Ana de Austria y en mayo de 1663, se casó con un hermoso y atractivo gentilhombre de 32 años, Armand de Bautru, conde de Nogent.

Aunque el novio era de familia modesta: "esos Bautru -explicaba el implacable Saint-Simon-eran gentes de la nada, procedentes de la más liviana burguesía de Tours." A pesar de lo que la filosa pluma de Saint-Simón diga el conde de Nogent había sido el ahijado del Cardenal-duque de Richelieu y de la condesa de Soissons, dos muy poderosos puntos de apoyo dentro de la corte borbónica, tanto así que en 1653 se compró un cargo de maestre de campo de un regimiento de caballería, ascendió a capitán de los guardias de la puerta, mandó la caballería del duque de Módena y se convirtió en maestre de la guarda-ropa del duque de Orléans. Como podrán ver, ser arribista era justo y necesario para sobrevivir en esa corte. O por lo menos, había que intentarlo.

En ocasión de su matrimonio, el rey le otorgó la lugartenencia general de la Baja-Auvernia. En cuanto a la desposada, ésta exigió que no se le llamase ‘Madame de Bautru’ sino ‘Madame de Nogent’ porque, acorde a sus palabras… “el cardenal Mazarino le otorgaba cierto ridículo al pronunciar su nombre a la italiana". Y es que ‘Bautru’ pronunciado con acento italiano, le daba un significado sujeto a bromas: ‘Beautrou’ (hermoso agujero).

Y todos sabemos que ‘hermosos agujeros’ (sic) sobraban en esa corte, je. Mejor no ser considerado uno, más, si uno era un Caumont-Lauzun.



Duda off-topic: Temo estar subiendo demasiada imagen y poco texto pero tengo la sensación de que es tanta descripción que sin alguna ilustración se vuelve imposible de contextualizar, más en el período del cual hablamos, si esto los llegara a aburrir, me avisan y lo evito.

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Mnnnn...para nada, al menos desde mi punto de vista te está quedando muy equilibrada la combinación texto-imagen. Las imágenes, en este caso, sirven de realce al texto. Me ha gustado muchísimo, por ejemplo, el modo tan visual en que nos has presentado el “justaucorps à brevet” o la forma en que has ilustrado la referencia al 'Grand Carrousel'. No creo que sea nada fácil, desde nuestra época, imaginarse ese Grand Carrousel por mucho que se describa en detalle. La imagen sí permite hacerse una idea, que se complementa gracias a la descripción que la acompaña; así es factible recrear la atmósfera con un poco de imaginación.

Konradin, a mí me encanta el tema, lo encuentro bien planteado y bien ensamblado en todas sus partes. Lo estoy disfrutando de lo lindo