Fueron los cristianos los primeros en despertarle interés por la religión puesto que un primo de Jadiya que vivía en La Meca era uno de los pocos cristianos que había por aquellos lares con conocimiento de las Sagradas Escrituras. Más tarde, de visita a la tumba de su padre en Medina, conoció a bastantes hebreos y regresó con frecuencia a verlos. En este momento es cuando se consolida su admiración por la superior moral judía y cristiana, y por la religiosidad centrada en un solo Dios y revelada en un Libro Sagrado que contenía dictámenes intocables.
Muchos árabes sentían vagamente la necesidad de que algo pusiese fin a su estado de anarquía e impusiese un código de convivencia civil a aquellas tribus divididas. Algunos de ellos ya habían formado una secta que rechazaba la idolatría y abogaba por un único Dios universal, Mahoma se dio cuenta de que era uno de estos. Cuando tenía 40 años tomó la costumbre de dedicar a la oración y la meditación el mes santo del Ramadán (tampoco invento suyo), en una gruta del monte Hira, a 5km de la ciudad. Una noche del año 610, mientras dormía en su cueva, se le apareció en sueños el arcángel Gabriel
y le dio una pieza de tela bordada diciendo: "¡Lee!". El hombre contestó que no sabía leer pero ante la insistencia del ángel leyó: "¡Oh Mahoma! Tú eres el mensajero de Alá y yo soy Gabriel".
De regreso a casa se lo contó a Jadiya que no dudó de su veracidad. Desde entonces las experiencias extáticas se repitieron con frecuencia, sentía un intenso sudor y un zumbido en los oídos seguido de un desvanecimiento, lo que viene siendo una crisis de epilepsia vamos, pero bueno, según él en ese trance recibía de labios de Gabriel la revelación que el ángel le obligaba a repetir varias veces para que la recordase.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.