Bueno, Abril...a mí Diana me inspira cierta dosis de compasiva ternura, pero el papel que acabó jugando es lo que NO me simpatiza. Cuando pienso en ella, me la imagino de niña, con su tutú y sus bailarinas, soñando con ser una figura del ballet mientras se topaba de frente con la realidad de que crecía más de la cuenta y carecía por tanto de un cuerpo adecuado. Debió ser frustrante, para esa niña que siempre estuvo marcada por la separación de sus padres, por las circunstancias que rodearon el divorcio de sus padres y por el segundo matrimonio de su padre. Se emancipó lo antes que pudo, aprovechando las facilidades que le proporcionaba su orígen social. Ya sabes, lo típico...el apartamento mono en un barrio chulo de Londres, realquilando habitaciones a sus amigas y buscando un trabajito en un kindergarten.
Carlos debió parecerle UN TRIUNFO. Mi impresión, que puede ser cierta o errónea, es que se confundió bastante con su enamoramiento. Yo creo que no estaba tan enamorada de Carlos como persona y como hombre, sino de lo que Carlos representaba. No me refiero a que fuese una aristócrata con ínfulas que pretendiese trepar hasta lo más alto de la sociedad británica pillando al heredero del trono...¿eh? No me entendáis tan mal, jajaja. Me refiero a que Carlos era "el partidazo", el tipo más codiciado de las islas británicas y para el caso de medio mundo, en resumen un éxito apoteósico para la que se lo llevase. Creo que Diana acarreaba muchas inseguridades consigo, viejos traumas infantiles. Su "revancha", en cierto
modo, fue llevar hacia adelante el cortejo del que, de pronto, para su propia sorpresa, la hizo objeto Carlos. Me parece que Diana desoyó todas las alertas que pudieron haber sonado en su entorno inmediato, empezando por la voz de su abuela materna, que la juzgaba inmadura y escasamente formada para asumir el papel de consorte de Carlos. Me figuro que la lady en cuestión, con su vista de águila y su dominio de la vida en la corte, sabía a lo que se exponía su nieta...y no la veía capaz de manejar esa exposición.
Diana se creyó un cuento de hadas, el cuento de hadas que los medios ofrecieron acerca de una chica que parecía la típica rosa de té inglesa, tan rubia, tan ruborosa y tan cándida, enamorando al príncipe ya un tanto gastado. Pienso que era una historia tan bonita -repito, de la forma en que nos la ofrecieron entonces...- que ella misma se empapó por completo de ese artificioso romanticismo. El choque con la realidad tuvo que ser muy duro para ella, hasta ahí estoy completamente de acuerdo. Pero su manera de afrontar los hechos y de manejarlos en los años siguientes es lo que demuestra su inestabilidad emocional, su falta de madurez o de rodaje.