Que el ceremonial o al menos la puesta en escena ha cambiado, es más que patente. Y que con ello ha ganado, ya no en pomposidad, pero si en cierta vistosidad la monarquía en España, también es un hecho. El uso reiterado al que sometían al Palacio de la Zarzuela, ya resultaba soporífero. Pero lo cierto es que siempre se ha percibido cierto miedo en la Casa a que los actos o celebraciones cayesen en la frivolidad y la ostentación. Aún así y a pesar de todas las cautelas, siempre habrá alguien que encuentre algo que criticar. Si ellas se ponen o se dejan de poner tiaras, serán criticadas tanto por una cosa como por otra. Lo mismo que si ellos prefieren dar su discurso sentados en una sala de audiencias o en el Salón del Trono. Nunca va a llover a gusto de todos.
La cuestión esencial y que rescato de las apreciaciones expresadas por Gustavo, es que se nota una clara diferencia en el estilo o forma de reinar. El Rey Felipe ha prescindido de algunas cosas para darle realce a otras. Cada uno, a su manera, antes Juan Carlos y ahora Felipe, consiguieron dejar huella y diferenciarse de sus predecesores. Eso es lo importante.
De todos los cambios realizados por Felipe, personalmente, me sigo quedando con aquel acto celebrado este año en el primer aniversario de la Proclamación de Felipe, en el que fueron distinguidos, por diversos méritos, ciudadanos españoles en el Palacio Real. Fue todo un acierto. Ojalá se celebre todos los años.