Evidentemente el enlace de Elvira y Vermudo tenía una clara finalidad política que debió poner los pelos como escarpias a Almanzor. García podía contar con fuerzas leonesas en sus próximas incursiones y además había logrado sacar de su pasividad al rey navarro, pese a que contar con su colaboración supondría dejar a la hija que tenía casada con el visir cordobés en una situación delicada. Podría haber sido este un gran año de alianza para los cristianos y un quebradero de cabeza para el moro, pero todo se fue al garete ¿por qué? Por lo de siempre
Un grupo de magnates nobles se sintieron contrariados por aquella boda e incluso le robaron la dote a la novia.
El cabecilla de esta mini-rebelión fue Gonzalo Vermúdez, un hombre de confianza del rey leonés que defendía en su nombre el castillo de Luna, la fortaleza donde se decidió guardar el tesoro que Elvira trajo como dote desde Castilla (oro, plata, vajilla, telas finas, etc). Su abuelo, con el que comparte el nombre, era originario de Álava y estaba muy unido a la casa de Lara, siendo amigo personal de Fernán González. Pero como miembro de la familia de los Vela se terminó enfrentando a él, con lo que todo el clan se trasladó a León en tiempos de Sancho el Craso. El joven
armiger Gonzalo había sido fiel a Ramiro III pero supo adherirse a tiempo al partido ganador de Vermudo y hacerse con la confianza del nuevo rey. Ahora toma la resolución de rebelarse porque su esposa Ildoncia era pariente cercana de Velasquita, la reina “injustamente repudiada” Al menos esa es la excusa que Gonzalo da.
Los cimientos del castillo de los condes de Luna en León aún pueden verse en esa peña.
La realidad es que Almanzor maneja los hilos en la sombra, siempre hábil para aprovechar las ocasiones propicias. No sabemos qué le prometió a Gonzalo pero desde los primeros meses del año 992 ya se entendían entre ellos, sumando a otros dos condes leoneses y al tío del conde de Saldaña, Osorio Díaz, incorregible y siempre a la que salta con tal de crear problemas. La conjura fue lo suficientemente fuerte como para obligar a Vermudo a huir de nuevo a Galicia, apenas unos meses, porque Gonzalo tuvo la mala pata de ser capturado por unos vasallos del rey. Los dos condes que le acompañaban se apresuraron a jurar lealtad pero Osorio Díaz, que estuvo metido en todos los diversos fregados organizados contra el monarca, no confía en recibir la misma indulgencia y escapa a Córdoba. No será hasta muchos años después que se le permita volver a sus posesiones de Pisuerga. Gonzalo pasará algún tiempo en la cárcel y después, debidamente escarmentado, volverá a aparecer por la corte aunque con gran parte de su patrimonio confiscado.
En septiembre de 992, García visita a su hija en la corte leonesa y de paso felicita al rey por haberse librado de una buena. Se habla, naturalmente tratándose del castellano, de guerra contra el sarraceno pero en seguida se dio cuenta nuestro conde de las vacilaciones de Vermudo. En realidad, no puede estar nunca al 100% seguro de la lealtad de sus magnates y no se siente inclinado a romper con Almanzor con esa desconfianza siempre asentada entre sus propios nobles.
Almanzor, encantado suponemos de haberla liado parda, envió una embajada que le recordó a León quién era el jefe, qué pactos se habían firmado y de paso cobró el tributo que aún se le adeudaba aquel año. Y además….
Ahora entramos en el terreno de las leyendas, el obispo Pelayo y el cronista árabe Ibn Jaldún dan por buena la siguiente información, pero los historiadores actuales dudan de la veracidad de estos acontecimientos y opinan que existe una confusión con la hija del rey Sancho Garcés III de Pamplona de la que sí tenemos confirmación histórica.
Y además Almanzor impone una condición más: también él quiere casarse con una hija del rey. Vermudo no puede oponerse a su voluntad y en 993 le entrega a su hija Teresa, a la que primero hizo su concubina como a una vulgar esclava para insultar a su padre, pero parece ser que luego sí se casó con ella. Después de ser liberada tras la muerte de este, regresó al reino de León donde profesó como religiosa en el Monasterio de San Pelayo de Oviedo en el que fue sepultada a su muerte el 25 de abril de 1039 a los 48 años.
Esta historia tiene visos de ser más falsa que un euro de chocolate, sí hubo una princesa cristiana que se casó con el visir cordobés, Urraca de Pamplona, pero lo de Teresa sencillamente es imposible ya que la pobre chica se habría unido en matrimonio a Almanzor con… 2 añitos de edad
De todas formas, sí ha pasado a la historia la supuesta frase que esta supuesta novia dijo furiosa a los cortesanos de su padre cuando la conducían a su supuesta boda:
Un pueblo debe confiar la custodia de su honor a las lanzas de sus guerreros, no a los encantos de sus mujeres.
Olé, Teresa
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.