Creo que analizar el tema de 1976 desde el ámbito de crisis en la pareja es históricamente irresponsable.
En enero de 1976 España estaba al borde del colapso; al frente del cotarro estaba Arias Navarro, un dechado de virtudes, apertura, simpatía y don de gentes, y que no destacaba precisamente por sus filias hacia Juan Carlos y lo que pretendía llevar a cabo (me permito recordar que dos meses antes pasaba a mejor vida el dictador)
En la oposición el PCE, las huelgas generales obreras en el norte que acabaron desembocando en los sucesos de Vitoria, una crisis económica de proporciones bíblicas, otra institucional que me río yo de Janeiro. A todo esto el Rey sin apoyos ni dentro ni fuera. Un percal apasionante.
El futuro de doña Sofía y de su progenie pende de un hilo, a todos los niveles. Es normal su cara de preocupación como lo es normal el hecho de que con semejante papeleta fuera a ver a su madre acompañada de sus hijos con la excusa de una enfermedad que vete tú a saber si existió o no.
Y la Reina no necesita que nadie le diga que sus hijos no son suyos, que se ha criado en una Casa Real y sabe de qué va esto. ¿Es plausible pensar que una mujer como ella creyó ni siquiera por un momento en que en caso de divorcio sus hijos fueran a vivir con ella fuera de España? amos hombre...
Lo que sí se le dice, tanto al Rey como a la Reina (que sale de España con el consentimiento y conocimiento de su marido) es que es una insensatez que los tres herederos al trono, con semejante percal, vayan juntos en el mismo avión, por motivos obvios de seguridad, siendo este un precepto que se ha mantenido hasta fechas recientes.
Doña Sofía sale de España en ese momento porque en Zarzuela no hay quien viva de la tensión, cosa que se refleja en su cara, porque su situación estaba en al cuerda floja y no se sabía qué podía ocurrir al día siguiente. ¿Cuernos? Estaba el horno para bollos en aquel momento.
Otra cosa, hablando de cacería. El Rey es aficionado a la caza mayor y su temporada perfecta, hasta donde yo sé, es los meses de marzo y abril, sobre todo este último, más metido en primavera. Nadie va a cazar en invierno que no sea un furtivo y desde luego no se organizan monterías elegantes en ENERO con la peña helándose de frío bajo la nieve. Esta es una insinuación más que tenemos que agradecer al imaginativo Balansó.
Esa escena de opereta dónde la Reina aparece de repente en una montería y sorprende a su regio esposo precisamente en pleno proceso de doma y monta (¿no era una "montería", acaso?) no cuela.
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