josefita escribió:
Querida Minnie, te recuerdo que el pulso que sostuviste con Alix, lo ganaste tú. Por lo menos ante la historia, la corte y el pueblo, que son los factores relevantes cuando hablamos de monarquía. Pero pese a la victoria, ¿compensó?. ¿Cuánto prestigio de la institución se quedó el camino?. Es probable que ya no te acuerdes de si el desencadenante fue fue la altanería de la nuera o el empeño de la suegra en seguir manteniendo un papel relevante. Lo que sin duda tienes grabado a sangre y fuego es el deterioro de la buena imagen de la corona, en un momento en el que tan necesaria era. Y ello pese a que en tu época, había un férreo control de la información. Los medios de comunicación y la información a través de las redes, están aquí. Y se van a quedar. La práctica de criticar y matar al mensajero es una táctica perdedora.
Personalmente considero irresponsable la actitud de algún miembro de la FR. Pero creo que la solución no es ponerse del lado de la una o de la otra, ni cambiar la política de comunicación de Zarzuela. La sololución es comportarse en público.
Jajajajaja, me ha encantado el brío con el que me has "devuelto" por un instante a la Rusia del zar Nicolás II
En una cosa estoy cien por cien de acuerdo: los medios de comunicación y las redes sociales son lo que son y se van a quedar. No sé si, con el tiempo, se regularán mejor o peor ciertos excesos. Ayer mismo leí que la Unión Europea ha renunciado a legislar para poner coto a las fake news, por ejemplo, que son un problema serio tanto para los medios de comunicación como en lo que concierne a las redes sociales. Supongo que, poco a poco, se cubrirán algunos vacíos legales que puedan ser peligrosos. Pero, al margen de eso, son como son, están y se quedarán. La gente que se reconforta echando la culpa cien por cien a los medios y a las redes sociales demuestra, desde el cariño, cierta ceguera histórica. En siglos pasados, también ocurría: había pasquines y hojas volantes, proliferaban los líbelos. Claro que costaba más expandir ciertas campañas de desprestigio...las cosas no se transmitían en menos de lo que canta un gallo a gran escala y mucha gente, la mayoría, era analfabeta, así que dependían de que lo que les contasen quienes tenían acceso a esos escritos "anónimos y clandestinos". Pero vaya si existían y vaya si hacían daño. Podemos preguntarle a la pobrecita Augusta de Saxe-Gotha, viuda del príncipe Federico Luís de Gales. O, más notorio aún, podemos preguntarle a la pobrecita María Antonieta.
Cuando leí la -formidable- biografía de María Antonieta escrita por Stefan Zweig, hubo algo que me impresionó profunda y duraderamente. Zweig explicaba que María Antonieta era cien por cien inocente, sin el menor atisbo de duda, en el malhadado asunto del collar de diamantes; no obstante, la consideraba en cierto
modo responsable de haber desbaratado de tal
modo, con su conducta despreocupada y frívola, su fama, su reputación, como para colocarse a sí misma e la posición de que unos truhanes pudiesen urdir semejante trama...y que fuese absolutamente creíble, tanto tanto que nadie les había cuestionado y que, incluso a toro pasado, muchos seguían creyendo que María Antonieta había utilizado y luego abandonado a una suerte cruel a Jeanne de La Motte Valois.
¿Qué trato de transmitir con esto? Que la realeza tiene en su historia acumulada de siglos muchos, demasiados ejemplos, de que, por ser quienes son y por la confluencia de muchos intereses de demasiadas personas, pueden verse en cualquier momento en el ojo del huracán. Deben actuar midiendo al milímetro sus actuaciones y confiar en poder salir airosos de los momentos en que arrecien los ataques, en parte escudándose en una reputación labrada cuidadosamente y en la popularidad. La popularidad es necesaria para ellos, no menos que el aire o la luz del sol para cualquier criatura viva. La popularidad les resguarda, la popularidad les sostiene, la popularidad les salva. Por eso los Windsor y los Bernadotte han "trabajado" mucho ese aspecto. Y han tenido sus bluff, claro que sí, y más que tendrán, seguro. Pero llevan mucha ventaja en cositas como meternos a los niños por los ojos, y en el corazón, desde que llegan al mundo. Te vas haciendo con la gente poco a poco, del roce o de la ilusión del roce (ay, qué poderosas pueden ser las ilusiones) nace el cariño...