Foro DINASTÍAS | La Realeza a Través de los Siglos.

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 Asunto: Re: Enrique V y la batalla de Agincourt
NotaPublicado: 31 Ene 2012 23:57 
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 Asunto: Re: Enrique V y la batalla de Agincourt
NotaPublicado: 02 Feb 2012 15:02 
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Por suerte para elllos, los líderes de esta fracasada carga de caballería escaparon con vida. Clignet de Brabante, Luis de Borbón, Héctor y Philippe de Saveuses, Geoffroi de Boucicaut, Jean Malet de Graville, Georges de la Trémouille, Jean de Angennes, Alleume de Gapannes o Ferry de Mailly, todos ellos sobrevivieron y evitaron ser capturados, algo que los hace únicos entre todas las demás compañías que lucharon por Francia. Sencillamente, a la vista de su fracaso en la primera intentona, decidieron largarse del campo de batalla con viento freco, casuando la ira de los cronistas futuros que los acusaron con nombres y apellidos y los incluyeron en la lista del deshonor eterno.

Pero las peores consecuencias de su error las sufrieron los hombres de armas que venían detrás de la carga y que quedaron completamente a merced de los arqueros ingleses. Las flechas volaban tan rápidamente y en tal cantidad que los franceses llegaron a creer que Enrique los había engañado y tenía otros 200 arqueros escondidos en los bosques. No hubo ninguna descarga por parte de los galos en respuesta sencillamente porque sus arqueros y ballesteros estaban en la parte trasera de las filas y a esa distancia matarían a sus compatriotas. Los flancos lo intentaron, pero ningún francés podía mantener la velocidad ni el poder de disparo de un arco largo.

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 Asunto: Re: Enrique V y la batalla de Agincourt
NotaPublicado: 02 Feb 2012 15:48 
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A medida que les caían encima las flechas inglesas, los hombres de armas franceses continuaban avanzando. Los que no tenían escudos, la mayoría, se vieron obligados a bajar los visores de los bacinetes para protegerse la cara de la lluvia mortal que les estaba cayendo encima. Además, tenían que bajar la cabeza porque las rendijas de los bacinetes son muy vulnerables a las cabezas de flecha más estrechas. Con la visera bajada un bacinete te envuelve en una oscuridad artificial que te desorienta y te aisla de lo que sucede en tu entorno, tu visión queda restringida a una rendija de un cm de anchura que origina varios puntos ciegos, la circulación de aire queda restringida a pesar de los agujeros de ventilación y, en la agonía del esfuerzo, puedes sentirte casi asfixiado por la falta de oxígeno. Si te desesperas y levantas la visera, te arriesgas a recibir una flecha en la cara.

Un hombre de infantería de la clase subalterna, como las milicias urbanas o los mercenarios, sufren menos gracias a su equipo más ligero, que combina piezas metálicas, malla y cuero. Son más vulnerables a las flechas pero más rápidos y tienen más libertad de movimiento mientras que los caballeros franceses se hundían en el barrizal. En cualquier circunstancia el peso de una armadura de 27kg es irrelevante, como para un soldado moderno llevar su equipo completo, los franceses eran aguerridos veteranos que estaban tan acostumbrados a llevar su armadura como sus ropas de seda. En Agincourt, sin embargo, era una trampa mortal. El arnés blanco, o armadura de placas, era una prisión metálica que los agotaba por el simple hecho de caminar enterrados hasta las rodillas en el lodo.

Con la cabeza agachada y sin ver por dónde iban, heridos por las flechas, resbalando por el campo de batalla, lidiando con obstáculos como sus propios hombres y caballos caídos, algunos muertos, otros moribundos o heridos, caballos que habían escapado de la carnicería corriendo desbocados por todas partes, los cuerpos de compañeros que habían caido en el barro y los hombres que les empujaban desde atrás. Una visión dantesca... Y a pesar de todo, los franceses no son aficionados jugando a las batallitas, son guerreros curtidos que llegaron a las líneas enemigas con tal fuerza y número que los ingleses retrocedieron tres metros con el primer golpe. A pesar de la inferioridad de condiciones, la estrecha línea inglesa resistió milagrosamente el ataque francés. Mantuvieron la formación hasta que se recuperaron y empezaron a empujar hacia delante otra vez. Mientras se enfrentaban al enemigo cuerpo a cuerpo, los arqueros continuaban disparando, más mortales que antes a escasa distancia las flechas atravesaban las armaduras y los visores metálicos como si fueran de tela. Cuando se acabaron las saetas, los arqueros empuñaron espadas, dagas y mazos dep lomo, saliendo desde detrás de la barricada y atacando con la furia de los hombres desesperados.

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 Asunto: Re: Enrique V y la batalla de Agincourt
NotaPublicado: 02 Feb 2012 20:27 
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Estamos en el punto álgido de la batalla. Los ingleses se han transformado en atacantes furiosos a pesar del miedo, el hambre y el cansancio, y no se dignan a hacer prisioneros. Cada enemigo, sea quien sea, es masacrado en el instante en que cae.

Y caen por cientos, abatidos por las armas inglesas y por su mismo número de efectivos. El problema de los franceses es que, dentro del estrecho campo de batalla, tienen demasiados hombres ansiosos por demostrar su valor. Sus filas están tan abarrotadas y sus hombres tan acorralados por sus compañeros que apenas tienen espacio para blandir sus armas. Mientras los de las primeras filas reculaban ante la defensa inglesa los que estaban detrás, y no veían nada de lo que pasaba, presionaban y empujaban, y el impulso era tan grande que los hombres de la fila delantera fueron derribados y aplastados por sus propios compañeros frente a la inamovible línea inglesa.

En el caos y la confusión los vivos caían entre los muertos. Grandes pilas de cuerpos empezaron a acumularse frente a los estandartes de Enrique V, el duque de York y lord Camoys, que era donde se concentraban los ataques franceses. La mayoría de los heridos y muchos de los que simplemente habían perdido el equilibrio fueron asfixiados bajo el peso de sus compatriotas o, incapaces de quitarse el yelmo, se ahogaron en el barro. Los andrajosos arqueros correteaban por todos lados administrando el coup de grâce a los abatidos (en los reinos hispanos se administraba la misericordia, con una daga llamada misericordia precisamente) Los ingleses literalmente tenían que trepar a la cima de las pilas de muertos para continuar luchando contra los franceses que a su vez seguían siendo masacrados por el empuje de sus propios compañeros.

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Si los hombres de armas ingleses no se hubieran recuperado tan rápidamente del primer asalto manteniendo la formación, su posición se habría derrumbado y habrían perdido la batalla. Y durante bastante tiempo existió el peligro de que los franceses los aplastasen sólo por una cuestión de número. Hubo momentos desesperados de lucha cuerpo a cuerpo e incluso un escudero borgoñón de la compañía de Jehan de Croy se acercó lo suficiente a Enrique como para cortar una de las flores del lis de su corona. En ese mismo incidente, el hermano del rey, Humphrey, duque de Gloucester, fue herido en la ingle y cayó a los pies del monarca. Descuidando su propia seguridad Enrique permaneció junto a su cuerpo repeliendo los ataques hasta que su hermano fue sacado a salvo del campo.

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En tres horas, la flor y nata de la caballería francesa yacía muerta en el campo de batalla. La oriflama, el estandarte sagrado de los Capeto, se perdió pisoteado cuando cayó el portador y nunca se recuperó.

En este momento, los ingleses comienzan a relajarse y empiezan a buscar entre los heridos prisioneros de alto rango que interesaban por sus rescates, los grandes de Francia caen en manos de ingleses corrientes a los que habían menospreciado el día anterior. El duque de Borbón fue capturado por Ralpf Fowne, un simple hombre de armas, y el mariscal Boucicaut por el humilde escudero William Wolf. Otros apenas fueron reconocidos: Arthur, conde de Richemont, y Carlos de Orleans fueron hallados con vida bajo los cadáveres de sus acompañanates pero con su sobreveste tan empapada de sangre que en principio los escudos de armas no se veían.

Como suele suceder, cuando la victoria parece segura y los ingleses se despistan, se corrió la voz que los franceses volvían a concentrarse para organizar otro ataque. En este momento el monarca da la orden más discutida, denostada y comentada de toda la historia de la campaña. Los ingleses, que están física y emocionalmente agotados y a punto de hacer frente a un asalto de una desconocida cantidad de tropas frescas, se ven con un montón de prisioneros enemigos en las manos en los que no podían confiar y que probablemente tratarían de incorporarse a la lucha de nuevo. Así pues, Enrique ordena a sus hombres que maten a todos los prisioneros excepto a los más encumbrados :shock:

En términos morales, matar a hombres heridos y desarmados de forma fría y calculadora violaba todo principio de la caballería por no hablar de la caridad cristiana. La ley de armas obliga a tratar con cortesía a aquellos que se rinden y los captores están obligados a defender a sus prisioneros, así que el rey y sus hombres están incumpliendo sus obligaciones caballerescas, probablemente lo último que uno esperaría de una persona como Enrique.

En términos militares, sin embargo, es una decisión justicada e incluso inteligente. La seguridad de sus soldados es la prioridad. Los prisioneros franceses, desarmados y poco vigilados, no habrían tenido problemas en equiparse con las armas de compañeros caídos mientras los captores se ocupan de repeler un nuevo ataque. Y ser atacado desde dos frentes a la vez hubiera suspuesto el fin del ejército inglés.

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 Asunto: Re: Enrique V y la batalla de Agincourt
NotaPublicado: 08 Feb 2012 19:51 
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No puedos daros cifras de cuántos prisioneros se ejecutaron siguiendo la orden de Enrique porque es imposible saber cuántos habían capturado hasta el momento. Los relatos de los testigos también son contradictorios aunque queda claro que los ingleses son renuentes a matar a sus prisioneros, simplemente porque perderían el valor de sus rescates, así que el rey encomienda la tarea a un escudero ayudado por 200 arqueros. Entonces ¿cuántos prisioneros fueron asesinados? no pudieron ser miles como se suele afirmar si sólo 200 arqueros se dedican a decapitarlos, además de llevarles un considerable tiempo del que no disponen si los franceses deciden atacar de nuevo.

La clave la proporciona Ghillebert de Lannoy, un experimentado militar francés que, herido en una rodilla y la cabeza, es capturado y encerrado en una casa o cabaña con otra docena de compatriotas. Ante la orden de Enrique de matarlos a todos, los arqueros sencillamente le prendieron fuego a la casa. Lannoy escapa arrastrándose de las llamas y una vez fuera, fue reconocido por su escudo de armas como un prisionero de cierto valor por lo que tuvo la suerte de ser entregado a un cazarrecompensas.

El relato auténtico es brutal así que lo he resumido a unas pocas frases para mostraros un modo rápido y eficaz de deshacerse de un gran número de prisioneros. Un método por cierto muy común en toda la historia, relatos parecidos se pueden oir en batallas de la I Guerra Mundial por ejemplo y, sin ir más lejos, el abuelo de mi cuñado me contó el otro día cómo las tropas republicanas lo habían encerrado con su familia y varios vecinos en la escuela del pueblo y estuvieron a punto de prenderle fuego antes de tener que huir a toda velocidad ante el avance de los nacionales. La brutalidad de la guerra y la estupidez humana son comunes en toda la historia de la humanidad :thumbdown:

Aún así no debieron ser miles los prisioneros ejecutados, la mayoría de los franceses cayó en buena lid en el campo de batalla y no asesinados a sangre fría por unos arqueros, sólo que los cronistas franceses le dieron mucha relevancia a las ejecuciones como una manera de salvar el honor y no admitir sus errores de juicio en la contienda, pero ojo, ni siquiera ellos criticaron la decisión del rey. Si Enrique les hubiera perdonado la vida y éstos hubieran conseguido armarse y atacarle por detrás, habría sido acusado de destruir su ejército por pusilánime.

Otros historiadores consideran que la decisión fue motivada por una reacción de pánico ante la falsa alarma de un nuevo ataque francés. En realidad no está claro si esa segunda incursión se produjo pero las crónicas afirman que justo en ese momento llega al campo de batalla Antonio, duque de Brabante, el hermano menor de Juan sin Miedo. En principio se había mantenido a distancia, pero al darse cuenta de que la batalla era inminente, su lealtad hacia su país fue más fuerte que la lealtad hacia su hermano y se lanzó en una carrera precipitada para llegar a tiempo a Azincourt. Llegó cabalgando con sus hombres cuando la batalla ya había comenzado, tan apurado que no había tenido tiempo de ponerse toda su armadura ni su sobreveste, así que tomó prestada la de su chambelán y, rasgando dos de sus pendones que tenían sus armas bordadas, se ató uno al cuello y otro a su lanza para poder ser identificado. Entonces se sumergió en la batalla con sus hombres, donde fue rápidamente abatido y muerto, ya que su poco ortodoxa armadura no había conseguido defenderle.

Muchos creen que esa fue la famosa segunda incursión que motivó el asesinato de los prisioneros y de hecho, nuetros capellán afirma que en la retaguardia francesa se veían un gran número de hombres frescos restableciendo su posición y formación de combate para lanzar un nuevo ataque, lo que cuadra bien con los hechos que rodean la llegada de duque.

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 Asunto: Re: Enrique V y la batalla de Agincourt
NotaPublicado: 08 Feb 2012 22:08 
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Mientras tanto la retaguardia montada francesa no puede hacer gran cosa. Su supuesto cometido era perseguir a los ingleses cuando huyeran después de que el grueso del ejército galo hubiera roto la formación, como eso no sucedió no pudieron intervenir de manera efectiva porque de hacerlo tendrían que pasar por encima de la cabeza de sus propios hombres de armas.

Los condes de Dammartin y Fauquembergue y el señor de Laurois que estaban a cargo de esta retaguardia no se quedaron de brazos cruzados, al menos consiguieron mantener unidos y en orden a sus hombres hasta que se vio claro que iban a perder la batalla. En ese momento la mayoría huyen aunque los que quedaron, pocos, junto con los refuerzos que traía Brabante, hicieron un amago de carga. Una mezcolanza de franceses, bretones, gascones y poitevinos se unen en el último esfuerzo para salvar el honor de Francia. Están condenados al fracaso. Fueron recibidos por una lluvia de flechas y cayeron en el campo de batalla junto a sus líderes menos Dammartin. Su nobleza y sacrificio fue despreciado por sus cronistas al culparlos directamente de la orden de Enrique de asesinar a los prisioneros.

El dedo acusador señala también a otro grupo. Hacia el final de la batalla, entre los ingleses cunde la alarma de que están siendo atacados por detrás, lo que podría haber motivado la orden de ejecución de prisioneros. En realidad, el ataque fue perpetrado contra el convoy de equipajes y los franceses acusan a las gentes del lugar del robo, como un incidente espontáneo casuado por el rico botín disponible. Yo no me lo creo del todo porque en el plan francés original, de hecho, se había concebido un ataque contra los pajes y sus carretas y se había designado una compañía para llevarlo a cabo. En el segundo plan no se tenía por qué abandonar la idea y parece plausible que eligieran para la tarea a hombres del lugar que conocían el terreno.

El capellán inglés sugiere que el incidente fue fortuito y su único objetivo el pillaje y que sucedió al principio de la batalla cuando los dos ejércitos estaban entretenidos. Por desgracia se lanzaron sobre los últimos pajes de la fila que eran los que llevaban el equipaje real, la plata y las joyas. Los saqueadores tienen un éxito sin precedentes, se llevaron 219 libras y 16 chelines en metálico, la corona del rey, su espada de Estado y los sellos de la cancillería real inglesa :shock:

Tras el fracaso de la última incursión francesa, con los líderes muertos y el rey de Inglaterra avanzando amenazador, los restos de la retaguardia gala huyen a caballo abandonando a los que iban a pie. Enrique observa la última formalidad antes de declarar la victoria. Antes de la batalla los heraldos de ambos bandos habían sido enviados a un sitio elevado para contemplar el combate en el que ellos, dada su condición, no participan puesto que están por encima de lealtades particulares y actúan como una suerte de observadores internacionales imparciales. Su cometido es documentar los hechos de valor y entregar la palma de la victoria.

Enrique los convoca a su presencia solicitándo al rey de armas de Montjoie, el heraldo más importante de Francia, que le dijera de qué lado había caído la victoria. Montjoie admite que Dios ha concedido su favor al rey de Inglaterra y que ha ganado su juicio por batalla demostrando que su causa es justa. Es en este momento cuando el rey se interesa por el nombre de la fortaleza, aldea o ciudad más cercana al campo y es el mismo rey el que la bautiza como batalla de Azincourt.

Los ingleses han ganado, veremos ahora las consecuencias para unos y para otros.

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 Asunto: Re: Enrique V y la batalla de Agincourt
NotaPublicado: 10 Feb 2012 18:34 
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Los ingleses han ganado gracias a su coraje, determinación y profesionalidad y también al liderazgo inspirador de su rey. Del otro lado, la magnitud de la derrota francesa es aterradora. No se trata sólo de perder a la flor y nata de la caballería, es que con ellos se van los líderes de la sociedad, los guerreros protectores del reino, los terratenientes que sostienen la economía, los padres y esposos que mantienen las familias, linajes antiquísimos pierden a todos sus varones... todo un país se va a la ruina por perder una batalla.

Miles de franceses yacen muertos en el campo de Agincourt sin que sepamos exactamente la cifra auténtica. Por dar un número final pero sin estar seguros, se calculan entre 10.000 y 12.000 las pérdidas de la milicia de Francia, es decir, sin contar a a la gente común.

Lo que sí está claro es que la proporción de ingleses muertos en comparación es ridícula. Sólo dos de los grandes pierden la vida: Eduardo, duque de York y Michael de la Pole, el joven conde de Suffolk

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Esta foto ya la he puesto pero es que es la única imagen que hay de Eduardo de York, que como ya os he dicho es nieto del rey Eduardo III de Inglaterra y de Pedro el Cruel de Castilla, primo de Ricardo II y de Enrique IV, no se llevó bien con ninguno, quizá porque al contrario que ellos era un buen político y por eso sí le caía bien a Enrique V. Es una de esas figuras que, sin hacer nada para merecerlo, fue calumniado por la posteridad y acusado de inestable y traidor por los propagandistas Tudor y por el mismo Shakespeare, una etiqueta que podía aplicarse a toda la nobleza de su época pero que le endilgaron al pobre hombre. No fue para nada un traidor, un ambicioso, ni un soldado profesional tosco y brutal como nos han hecho creer. Era amigo íntimo de Enrique V y, como el rey, profundamente religioso y sencillamente piadoso, un hombre de gustos literarios familiarizado con las obras de Chaucer e incluso él mismo autor de un tratado de caza extraordinario donde se demuestra incluso ecologista recomendando evitar el asesinato de crías o animales jóvenes. Además, fue uno de los mejores criadores de perros de caza en la Inglaterra de su tiempo.

The Master of Game por Edward of Norwich, II Duke of York, se puede comprar en amazon si os interesa. No es un tratado aburrido ni erudito, sino que está escrito por un gran aficionado, con pasión y lirismo.

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Para el duque ir de caza en buena compañía era como estar en el paraíso pero para su desgracia murió en el infierno que fue el frente de batalla de Agincourt. La leyenda de que era un hombre obeso y que por esa razón fue pisoteado y asfixiado es falsa, una invención de los Tudor, no sabemos cómo murió pero su destacamento fue el que más bajas sufrió en la contienda, una cuarta parte de su séquito murió con él .

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 Asunto: Re: Enrique V y la batalla de Agincourt
NotaPublicado: 10 Feb 2012 18:59 
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 Asunto: Re: Enrique V y la batalla de Agincourt
NotaPublicado: 19 Feb 2012 01:09 
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La elevada tasa de bajas en su compañía coincide con lo que sabemos del desarrollo de la batalla. El duque estaba al mando del ala derecha de la vanguardia inglesa con lo que recibió el asalto del flanco izquierdo francés, liderado por el conde de Vendôme, que también sufrió muchas bajas. Nuestra fuente, el capellán inglés, dice que a su alrededor estaban las pilas de cadáveres más altas y muchos de los fallecidos fueron arqueros reclutados en Lancashire y Gales.

Existe otro grupo de hombres de armas muertos en la batalla que forman un grupo unido porque proceden de una sola región. De ellos, Daffyd ap Llewelyn, conocido como Davy Gam, es el más famoso ya que en este galés se inspiró Shakesperare para el personaje de Fluellen. Era de baja estatura, pelo rojo y mirada bizca (Gam =estrábico en gaelico) pero siempre fue leal a los Lancaster, igual que su padre que incluso fue reconocido rey de una parte de Gales por Enrique IV. Gam fue armado caballero en el campo de Agincourt donde murió a las pocas horas junto a sus dos yernos y un grupo numeroso de arqueros galeses.

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En la imagen Llewelyn el Grande de Gales con sus dos hijos: Gruffyd y nuestro Daffyd.

Por el otro lado, el flanco izquierdo inglés de lord Camoys no sufrió ninguna baja y sus 26 arqueros volvieron a casa sanos y salvos y John Holland, futuro conde de Huntingdon, sólo perdió a uno de sus hombres de armas en Agincourt.

Así en general de parte del bando inglés sólo murieron 112 hombres en batalla, sin contar al puñado que murió más tarde a causa de sus heridas. Dos terceras partes eran arqueros, por lo que se nota que la caballería francesa más o menos intentó hacer el trabajo que se le había asignado, es decir, pasarles por encima. En el bando francés no hay registros equivalentes a los que llevaban los administrativos de Enrique, que ya sabemos que eran muy minuciosos, así que no tenemos cifras acerca de los plebeyos fallecidos, sólo listas incompletas de nobles (lo que tenían derecho a llevar escudo de armas) realizadas por los heraldos. Y las listas son incompletas sencillamente porque eran demasiados los fallecidos. Nadie tiene el recuento final pero incluye a los duques de Alençon, Bar y Brabante, al menos ocho condes (Blamont, Fauquembergue, Grandpré, Marle, Nevers, Rucy, Vaucourt y Vaudémont) y en vizconde de Pulsaye, entre muuuchos otros.

¡Incluso murió un arzobispo! Jean Montaigu, arzobispo de Sens, no era un sacerdote corriente con ocupaciones diplomáticas o pastorales como los obispos ingleses que iban con Enrique V. Era miembro de una curiosa raza extraña y moribunda, un sacerdote militar, que empuñaba por igual una espada o un incensario y que murió asestando golpes a todos lados.

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 Asunto: Re: Enrique V y la batalla de Agincourt
NotaPublicado: 19 Feb 2012 02:16 
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Hay tres aspectos que sorprenden de las listas de bajas francesas:

1. Muchos tenían nombres de héroes de novelas de caballería. Hay multitud de Lanzarotes, incontables Héctores, Yvains y Floridases, un Gawain, un Perceval, un Palamedes, un Tristán y un Arturo que contrastan con los Juanes, Guillermos, Robertos, Tomases, Enriques y Nicolases del bando inglés. Los franceses... toujours aussi romantiques :love:

2. La lista de bajas es casi un mapa de las ciudades y pueblos que rodean Agincourt, la batalla tuvo un efecto devastador en esta región. Hay que entender que de todos estos nobles de Azincourt, Tramecourt, Béalencourt, etc que han muerto dependía la administración de los asuntos militares, finacieros y judiciales. Igual que a nivel nacional, todos los baillis, los gobernadores, de Amiens, Caen, Évreux, Macon, Meaux, Rouen, Senlis, Sens y Vermandois resultaron muertos, junto con sus hijos y la mayoría de los hombres de su séquito. Estos hombres son terratenientes, señores de castillos y administradores de propiedades en torno a los cuales giraba la economía del país entero. Agincourt segó la vida de los líderes de Artois, Ponthieu, Normandía y Picardía y no hay nadie para sustituirles.

Estamos hablando de la ruina económica de toda Francia y de la posible anarquía en todo el país. Todo perdido en tres horas.

La mayoría de los oficiales reales importantes del Estado murieron o fueron capturados, el contingente militar fue golpeado con especial dureza. Francia perdió a su condestable, a su almirante, al maestre de ballesteros y al prévôt de los mariscales Galois de Fougières, que es el fundador de la gendarmerie francesa por cierto. Oficiales de la casa del rey como su gran maestre, el portador de la oriflama y sus dos hijos, embajadores, etc.

¿Os imagináis lo que supone para un país perder de repente a casi todo el ejército, a las principales fortunas y a los funcionarios de alto y bajo rango? :shock:

3. El tercer aspecto sorprendente es la gran cantidad de familias que se extinguieron, borradas de los mapas genealógicos, todos sus varones muertos o capturados. Todas, absolutamente todas, las familias del norte de Francia con alguna pretensión nobiliaria de cuna perdieron al menos un familiar. El propio rey de Francia, Carlos VI, perdió a siete de sus parientes consanguíneos más cercanos: el duque Jean de Alençon; Édouard duque de Bar y su hermano Jean de Bar, vizconde de Pulsaye; Robert conde de Marle; el condestable Charles de Albret y, por ironías del destino, los hermanos menores de Juan sin Miedo, Antonio duque de Brabante y Felipe conde de Nevers.

La lista de bajas contabiliza hermanos o padres e hijos que murieron juntos en multitud de ejemplos. Jehan de Noyelle murió con sus dos hermanos al igual que lo hizo Oudart, señor de Renty. Tres hermanos del canciller Regnault de Chartres también se cuentan entre los fallecidos. O por ejemplo, Enguerrand de Gribauval y Marie Quiéret perdieron a sus cuatro hijos varones en la batalla, aparte de varios otros miembros de la familia de Marie.

David de Rambures, el maestre de los ballesteros de Francia, pertenecía a una antigua familia de Ponthieu que remontaba su linaje a uno de los primeros caballeros cruzados. Murió en Agincourt con tres de sus cinco hijos: Jean, Hue y Philippe, y con varios miembros de la familia de su esposa. Pero por terrible que sea perder a dos generaciones de una misma familia, otros perdieron tres. Robert de Boissay era una de las grandes leyendas de la caballería francesa, compañero del mismísimo Bertrand du Guesclin, llegó a ser canciller y chambelán. Participó en Agincourt con más de 70 años y murió con sus dos nietos, su yerno fue capturado y murió prisionero en Inglaterra.

Hay cientos de ejemplos pero sólo voy a contaros uno más. Perrette de la Rivière era hija de Bureau de la Rivière, el amigo y confidente del rey Carlos V de Francia, a cuyos pies está enterrado. Ella y sus hermanos eran firmes partidarios de los Armagnac: su hermana Jean, una celebrada belleza, estaba casada con el almirante Jacques de Châtillon y la propia Perrette con el chambelán Gui de la Roche-Guyon, que por derecho de su linaje llevaba en batalla el estandarte del dragón de los duques de Normandía.

Ambos caballeros murieron en Agincourt junto a uno de los hermanos de Gui. El hermano de Perrette, Charles de la Rivière, sobrevivió, pero como uno de los líderes de la retaguardia, vivió con la vergüenza de las acusaciones de haber huido del campo de batalla (nosotros sabemos que no es cierto, es que la retaguardia no se podía mover a no ser que pasase por encima de sus compañeros)

Privada de casi todos los varones adultos de la familia, Perrette sacó adelante a cuatro hijos convirtiéndose en la châtelaine, la administradora, de la Roche-Guyon, el más inexpugnable de los castillos de Normandía.

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Cuando Enrique V invadió Normandía por segunda vez en 1417, la dama le estaba esperando con el castillo recién abastecido, y se topó con una resistencia tan decidida no conseguía ningún avance hasta que alguien le habló de las cuevas que abundan en los alrededores y que utilizó para minar las murallas. Después de resistir varios meses la dama capituló y Enrique le concedió la fortaleza a Gui le Bouteiller, capitán de Rouen que renegó de su título para unirse al rey de Inglaterra, así como la mano de la castellana. Los dos hombres infravaloraron su coraje y obstinación: se negó a casarse con un traidor que además pretendía desheredar a sus hijos, el mayor no tenía ni ocho años.

Perrette y sus hijos hicieron las maletas y abandonaron en castillo el 2 de junio de 1419 para ser conducida de nuevo ante Enrique, que le ofreció una segunda oportunidad. La señora se expresó muy claramente: la ruina es menos odiosa que el matrimonio con el más vil de los traidores y además reconocía al delfín como el único heredero de Francia. Por su coraje, Enrique le dio permiso para abandonar Normandía sin ser molestada. =D> ¡Qué tía!

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 Asunto: Re: Enrique V y la batalla de Agincourt
NotaPublicado: 19 Feb 2012 03:33 
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El hijo de Perette , al cabo del tiempo, será el castellano del dominio paterno. (grin)


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 Asunto: Re: Enrique V y la batalla de Agincourt
NotaPublicado: 25 Feb 2012 13:13 
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Ubicación: Gijón. Principado de Asturias.
Sí, de alguna forma Perrette de la Rivière fue más afortunada que otras mujeres. Tenía a sus hijos y al menos sabía qué había sido de sus familiares, puesto que los cadáveres de Gui de la Roche-Guyon y Jacques de Châtillon se encontraban entre los pocos identificados y recuperados del campo de batalla. Muchas otras mujeres no tuvieron tal certeza y durante meses quedaron en el limbo, sin saber qué había sido de sus seres queridos ni si eran esposas o viudas. Y eso no sólo provocó angustia emocional entre las damas sino que también originó graves problemas económicos.

Por ejemplo, las hermanas de Charles, señor de Noviant, tenían su cuerpo porque había sido encontrado en el campo de batalla, pero el destino de su hermano y heredero Jean, seguía sin conocerse a principios de diciembre, podía estar muerto o prisionero en algún lugar de Inglaterra. Hasta que se confirmó su defunción sus hermanas no pudieron heredar legalmente las propiedades familiares, administraban el usufructo claro, pero no podían hacer acuerdos ni ventas y hasta la transacción más elemental se veía complicada. Ysabeau la Mareschalle, la viuda sin hijos de Charles, estaba en situación aún más complicada y dependía enteramente de la caridad de las cuñadas hasta que se le pagara la propiedad vitalicia de la viuda.

Jeanne de Gaillouvel, esposa de Pierre de Hellenvillier, el bailli de Évreux, aún no sabía qué había sido de su marido seis meses después de la batalla y ella y sus siete hijos pasaban severas estrecheces económicas. Todas sus rentas, señoríos y tierras fueron devueltos al rey al declarar la defunción de Pierre pese a que Jean se aferraba a la idea de que estaba prisionero en Inglaterra. Se equivocaba, probablemente su marido yacía en el lugar donde había caído en el campo de Agincourt.

El problema de identificar a los muertos se deriva del hecho de que los cuerpos fueron sistemáticamente sometidos al pillaje. Los ingleses, como vencedores, despojaron a los cadáveres de cualquier cosa de valor. Eran trofeos legítimos de guerra, armas y armaduras se conservaban pero el resto solía venderse. De hecho, había tanto con lo que quedarse, que Enrique V estipuló un peso máximo de trofeos para cada hombre al temer que no pudiesen moverse con rapidez en caso de otra incursión por parte de los franceses. Evidentemente, los cuerpos fueron saqueados por segunda vez por las gentes del lugar, que los dejaron literalmente desnudos. No era posible distinguir a un noble de un miliciano urbano.

Además, la mayoría había recibido heridas en la cabeza y la cara. Cuando fue encontrado el cuerpo de Antonio, duque de Brabante, dos días después de la batalla, yacía desnudo a poca distancia del campo. Tenía una herida en la cabeza y le habían cortado el cuello. Está claro que era un prisionero demasiado valioso para que se le hubiera ejecutado, pero en el fragor de la batalla su sobreveste no bastó para ser identificado y protegido. Por otra parte, para evitar que un gran alijo de armas y armaduras cayera en manos del enemigo, Enrique ordenó a sus hombres que despojasen a todos los caballeros de sus armaduras, las reunió en un granero y le prendió fuego. Muchos de los cuerpos quedaron desfigurados en este proceso porque se hizo de forma apresurada.

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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.


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