Hay tres aspectos que sorprenden de las listas de bajas francesas:
1. Muchos tenían nombres de héroes de novelas de caballería. Hay multitud de Lanzarotes, incontables Héctores, Yvains y Floridases, un Gawain, un Perceval, un Palamedes, un Tristán y un Arturo que contrastan con los Juanes, Guillermos, Robertos, Tomases, Enriques y Nicolases del bando inglés. Los franceses...
toujours aussi romantiques 2. La lista de bajas es casi un mapa de las ciudades y pueblos que rodean Agincourt, la batalla tuvo un efecto devastador en esta región. Hay que entender que de todos estos nobles de Azincourt, Tramecourt, Béalencourt, etc que han muerto dependía la administración de los asuntos militares, finacieros y judiciales. Igual que a nivel nacional, todos los
baillis, los gobernadores, de Amiens, Caen, Évreux, Macon, Meaux, Rouen, Senlis, Sens y Vermandois resultaron muertos, junto con sus hijos y la mayoría de los hombres de su séquito. Estos hombres son terratenientes, señores de castillos y administradores de propiedades en torno a los cuales giraba la economía del país entero. Agincourt segó la vida de los líderes de Artois, Ponthieu, Normandía y Picardía y no hay nadie para sustituirles.
Estamos hablando de la ruina económica de toda Francia y de la posible anarquía en todo el país. Todo perdido en tres horas. La mayoría de los oficiales reales importantes del Estado murieron o fueron capturados, el contingente militar fue golpeado con especial dureza. Francia perdió a su condestable, a su almirante, al maestre de ballesteros y al
prévôt de los mariscales Galois de Fougières, que es el fundador de la
gendarmerie francesa por cierto. Oficiales de la casa del rey como su gran maestre, el portador de la oriflama y sus dos hijos, embajadores, etc.
¿Os imagináis lo que supone para un país perder de repente a casi todo el ejército, a las principales fortunas y a los funcionarios de alto y bajo rango?
3. El tercer aspecto sorprendente es la gran cantidad de familias que se extinguieron, borradas de los mapas genealógicos, todos sus varones muertos o capturados. Todas, absolutamente todas, las familias del norte de Francia con alguna pretensión nobiliaria de cuna perdieron al menos un familiar. El propio rey de Francia, Carlos VI, perdió a siete de sus parientes consanguíneos más cercanos: el duque Jean de Alençon; Édouard duque de Bar y su hermano Jean de Bar, vizconde de Pulsaye; Robert conde de Marle; el condestable Charles de Albret y, por ironías del destino, los hermanos menores de Juan sin Miedo, Antonio duque de Brabante y Felipe conde de Nevers.
La lista de bajas contabiliza hermanos o padres e hijos que murieron juntos en multitud de ejemplos. Jehan de Noyelle murió con sus dos hermanos al igual que lo hizo Oudart, señor de Renty. Tres hermanos del canciller Regnault de Chartres también se cuentan entre los fallecidos. O por ejemplo, Enguerrand de Gribauval y Marie Quiéret perdieron a sus cuatro hijos varones en la batalla, aparte de varios otros miembros de la familia de Marie.
David de Rambures, el maestre de los ballesteros de Francia, pertenecía a una antigua familia de Ponthieu que remontaba su linaje a uno de los primeros caballeros cruzados. Murió en Agincourt con tres de sus cinco hijos: Jean, Hue y Philippe, y con varios miembros de la familia de su esposa. Pero por terrible que sea perder a dos generaciones de una misma familia, otros perdieron tres. Robert de Boissay era una de las grandes leyendas de la caballería francesa, compañero del mismísimo Bertrand du Guesclin, llegó a ser canciller y chambelán. Participó en Agincourt con más de 70 años y murió con sus dos nietos, su yerno fue capturado y murió prisionero en Inglaterra.
Hay cientos de ejemplos pero sólo voy a contaros uno más. Perrette de la Rivière era hija de Bureau de la Rivière, el amigo y confidente del rey Carlos V de Francia, a cuyos pies está enterrado. Ella y sus hermanos eran firmes partidarios de los Armagnac: su hermana Jean, una celebrada belleza, estaba casada con el almirante Jacques de Châtillon y la propia Perrette con el chambelán Gui de la Roche-Guyon, que por derecho de su linaje llevaba en batalla el estandarte del dragón de los duques de Normandía.
Ambos caballeros murieron en Agincourt junto a uno de los hermanos de Gui. El hermano de Perrette, Charles de la Rivière, sobrevivió, pero como uno de los líderes de la retaguardia, vivió con la vergüenza de las acusaciones de haber huido del campo de batalla (nosotros sabemos que no es cierto, es que la retaguardia no se podía mover a no ser que pasase por encima de sus compañeros)
Privada de casi todos los varones adultos de la familia, Perrette sacó adelante a cuatro hijos convirtiéndose en la
châtelaine, la administradora, de la Roche-Guyon, el más inexpugnable de los castillos de Normandía.
Cuando Enrique V invadió Normandía por segunda vez en 1417, la dama le estaba esperando con el castillo recién abastecido, y se topó con una resistencia tan decidida no conseguía ningún avance hasta que alguien le habló de las cuevas que abundan en los alrededores y que utilizó para minar las murallas. Después de resistir varios meses la dama capituló y Enrique le concedió la fortaleza a Gui le Bouteiller, capitán de Rouen que renegó de su título para unirse al rey de Inglaterra, así como la mano de la castellana. Los dos hombres infravaloraron su coraje y obstinación: se negó a casarse con un traidor que además pretendía desheredar a sus hijos, el mayor no tenía ni ocho años.
Perrette y sus hijos hicieron las maletas y abandonaron en castillo el 2 de junio de 1419 para ser conducida de nuevo ante Enrique, que le ofreció una segunda oportunidad. La señora se expresó muy claramente:
la ruina es menos odiosa que el matrimonio con el más vil de los traidores y además reconocía al delfín como el único heredero de Francia. Por su coraje, Enrique le dio permiso para abandonar Normandía sin ser molestada.
¡Qué tía!