A ver si avanzo un poco más rápido, que entre que me lío a contaros más historia de la que pensaba y que vosotros leéis más rápido de lo que yo puedo escribir, no llegamos hasta Alfonso VIII este año
El 30 de junio del año 1086, 70.000 almorávides desembarcan en Algeciras llamados por Sevilla, Málaga, Granada y Almería. Sus reyezuelos ahora parecen un agran potencia frente a los cristianos... pero sólo lo parecen, el fuerte era el emir Yusuf ben Tashfín.
El ejército se dirige al norte, hace muchos años que no se veía tal despliegue de poderío por parte de los musulmanes (probablemente desde Abd al-Malik, el hijo de Almanzor, que heredó el de su padre) La gran batalla se librará en tierras de Badajoz. Alfonso VI de León llega corriendo acompañado de contingentes navarros y aragoneses prestados por Sancho Ramírez, al mando de su hijo Pedro. Los castellanos de Álvar Fáñez se apresuran desde Valencia. El punto de encuentro es Sagrajas, viernes 23 de octubre de 1086.
Yusuf se nos pone chulo antes de la batalla y envía un parlamentario a Alfonso para decirle que tiene tres opciones: convertirse al islam, pagar tributo a los musulmanes o luchar. Alfonso eligió luchar, que para eso es el Emperador y cuenta con un ejército más que respetable en número y habilidad, 14.000 hombres más o menos. Claro que Yusuf tiene 30.000
Este no es el sitio para diseccionaros la batalla de Sagrajas, porque es el hilo de las Navas. Este encuentro lo perdimos, pese a la brillantísima actuación de Álvar Fáñez (¿primo carnal o sobrino del Cid? no está claro) y sus castellanos. La mitad del contingente cristiano ha muerto junto a los condes de Asturias, Rodrigo Muñoz, y de Álava, Vela Ovéquez. Esto es toda una novedad en la Península, incluso en durante los peores saqueos de Almanzor, cuando los cristianos creían estar delante del mismísimo demonio, tal era su crueldad, la mayor parte de las veces lo que interesaba a los musulmanes era hacer prisioneros para sus mercados de esclavos o para pedir rescates. La carnicería de esta batalla responde al fundamentalismo religioso de los almorávides.
Por cierto, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, quiero que sepáis que en la España medieval cristiana NO había esclavos, NUNCA existió un mercado de esclavos en León o Pamplona como lo había en Córdoba, el segundo en importancia tras Damasco. La ley cristiana dice que debemos convertir a los infieles, no esclavizarlos. Que después de bautizados se convertían en siervos de la gleba y es casi lo mismo... vale, pero es casi.
Además, si te convertías en un repoblador de la frontera castellana con los musulmanes, en Simancas, en Sepúlveda, en Gormaz o similar, en esa tierra de nadie donde sabes que es probable que te maten, o te arrasen la casa, o te roben el ganado (esta gente no cultiva, las reses son mejores porque te las puedes llevar corriendo), precisamente por su peligrosidad los señores te otrogarán fueros y privilegios, unas condiciones jurídicas ventajosas que te convierten casi en un hombre libre. De hecho, si tienes suerte y ahorras suficiente para comprarte un caballo y una espada, tu señor te convertirá en infanzón, en un hombre de armas que por servicios en batalla se convierte en el estrato más bajo de la nobleza mientras sea vasallo de su señor. Es por eso que prácticamente la totalidad de los españoles se precian de ser hidalgos, si en algún momento sus antepasados lucharon en la frontera conforme se movía hacia el sur, es probable que lo sean.
Pese al peligro, es mejor ser colono en las nuevas tierras que siervo en el norte, y eso que para impedir que la gente se vaya en el norte también empiezan a ofrecer privilegios intentando competir con los condes de la Extremadura del Duero. Es posible que miles de personas viviesen totalmente a su aire desde las sierras de Salamanca hasta las de Guadalajara, y también en el Pirineo y Cataluña desde mediados del siglo X. Mucho vacilar los americanos, pero la verdad es que nosotros inventamos el estilo de vida del
far west.
El mérito de nuestros antepasados es enorme porque la gesta que llevaron a cabo los castellanos, leoneses, navarros, aragoneses o catalanes de a pie, es absolutamente impresionante cuando lo piensas fríamente.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.