Os tengo abandonados, mil perdones
En fin, que los magnates aragoneses escogen a Ramiro el Monje, más que nada porque era lo que había. Proclamado rey en Jaca se pone en marcha hacia la nueva capital del reino, Zaragoza, donde entró triunfal, aclamado por las gentes, repartiendo privilegios y libertades el 26 de septiembre de 1134. Entró encantado de la vida con su nueva condición real, eso de "yo es que soy monje y dedico mi vida a la religión y maldita la gana que tengo de ser rey, ojalá me pudiese quedar en mi monasterio, pasando frío, ayunando y rezándole a Dios, en vez de vestir terciopelos, sedas y armiños y dirigir los destinos de un reino"... pura leyenda urbana, principalmente porque no era un monje cualquiera, sino un obispo, es decir un señor feudal que ya vestía sedas y terciopelos, comía en mesa con matel y dirigía los destinos de su obispado. Así que esa cara de sorpresa de los historiadores al darse cuenta de que fue un buen rey a pesar de "su falta de experiencia política" sobra, Ramiro ya era un noble poderoso cuando se sentó en el trono y ya tenía experiencia política como obispo y como abad.
Dejando de lado Aragón, en el legado testamentario del Batallador hay otra patata caliente: Navarra, que aún es un reino con personalidad propia que ansía su independencia, así que nobles y obispos pillan la oportunidad al vuelo. La ley los avala. Cuando al rey Sancho lo tiran barranco de Peñalén abajo (para saber más
AQUI ) allá por el 1076, el rey de Aragón se quedó con Navarra debido a que los hermanos de Sancho quedaron etiquetados como asesinos y fuera de la sucesión. Sin embargo, uno de esos hermanos, uno de los bastardos, se libró de ese estigma convirtiéndose en la cabeza del linaje regio navarro. El infante Ramiro Sánchez, señor de Monzón y Logroño, fiel vasallo de los reyes de Aragón para no meterse en líos independentistas y marido de Cristina, una de las hijas del Cid, nada menos. Ramiro y Cristina tuvieron un hijo, García Ramírez, uno de los mejores caballeros del difunto Batallador.
Este García Ramírez, el Restaurador, se convirtió en rey de Pamplona en 1134 (tras rendir vasallaje a Ramiro II de Aragón, para evitarse líos, así que en teoría se reconocía la soberanía del aragonés) Se dice que incluso Ramiro intentó hacer del navarro una especie de hijo adoptivo que heredase ambos reinos en el futuro, pero la propuesta no cuajó.
García Ramírez se casará en segundas nupcias, muy anciano, con Urraca la Asturiana, la ilegítima de Alfonso VII y, de su primer matrimonio, es el padre de Blanca, que es la madre de Alfonso VIII, así que es abuelo del de las Navas. En caso de duda, a consultar los
Vandalarbolitos La cosa no le cuadra bien a Alfonso VII el de León, después de todo él es bisnieto de Sancho el Mayor de Navarra y sobrino nieto del primer rey de Aragón Ramiro I, así que está claro que podría reclamar ambos reinos y para ello expone unos argumentos muy convincentes, es decir, manda tropas a sitiar Vitoria y se apodera de Nájera, después su hueste se encamina a Zaragoza.
García y Ramiro se ponen pálidos de miedo, después de todo, las huestes de León son las mejores de la península. El navarro lo soluciona rindiendo vasallaje al monarca castellano (a ver cómo se las apaña siendo vasallo de dos potencias enfrentadas
) El aragonés lo soluciona poniendo tierra de por medio y encomendando la defensa de la ciudad a Armengol VI de Urgel, nieto de Pedro Ansúrez, aquel que fue alférez de Alfonso VI y de su hija Urraca y amigo del Cid. Armengol no heredó nada de la valentía de su insigne abuelo, se apresura a rendir Zaragoza (para alegría de los castellanos residentes) y reconoce a Alnfonso VII como rey el 26 de diciembre de 1134. El monarca leonés sigue avanzando: Tarazona, Calatayud, Daroca... todas caen como moscas ¿por qué? porque los almorávides siguen siendo un problema y este rey guerrero es mejor que un rey monje.
Pero nos hemos olvidado de alguien, el verdadero heredero del reino según la última voluntad del Batallador, el Papa, que pide a Alfonso VII que ya que está, bien podía entregar las conquistas a las órdenes militares, que para eso son los designados por el Batallador, que ya va siendo hora de cumplir su testamento. ¿Y ahora qué hacemos? ¿cómo se le dice que nones a un Papa que además tiene, con la ley en la mano, la razón?
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.