Una vez asegurados sus derechos territoriales, empezó para los colonos una época de auge y expansión.
Primero, empezaron a reemplazar las cabanas simples con disenos más "grandiosos". Una versión africana de las mansiones ancestrales inglesas, construidas por albaniles de la India llegado a la colona. Jardines magníficos que no tenían nada que envidiar a los de Sissinghurst Castle o Cranborne.
Los colonos habían traido consido los recuerdos de su estilo de vida: platería, retratos y grabados familiares, buenos muebles, porcelana, todo aquellos que pudo ser transportado cuando dejaron sus hogares para siempre. Ebanistas de la India fueron comisionados para hacer reproducciones decentes de muebles jacobinos.
Una cantidad impresionante de sirvientes convirtieron la vida de los colonos en una reproducción en África de la vida senorial europea. Órdenes y más órdenes. Las mesas debían ser puestas, una y otra vez, flores, escenas de cacería y el sherry no podía faltar con la sopa. El talento de los cocineros africanos para preparar platos europeos hacía la vida más llevadera.
El chacal reemplazó al zorro. El pijama indio a la chaqueta de esmókin.
Sus placeres estaban organizados con pasión: clubes, polo, carreras de caballos, gymkhanas y picnics y siempre, una provisión ilimitada de champana (en 1926, Delamere ofreció una cena para 250 personas en donde los invitados consumieron 600 botellas entre ellos).
Se recorrían largas distancias para visitar a los amigos. Los Bugattis, Hispano-Suizas, Ford Ts se quedaban estancados en el barro del Valle del Rift, dando oportunidad para improvisar otra fiesta.
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"I always try to dance when this song comes on, because I am the Queen, and I like to dance",
Lilibet