Minnie, muchas gracias, tus palabras son un bálsamo siendo que (y todos acordarán estimo) eres el alma de este lugar, no he hecho menos que dejar mi propio estilo y copiar un poco el tuyo ya que es de lejos EL estilo del 'foro dinastías'.
Vandal, eso creo yo pero últimamente es tanta la info que tengo que meter y tantos hechos anteriores que describir, de forma superficial además, que sin alguna que otra ilustración se vuelve imposible contextualizarlo.
Pero les juro que este hombre promete...
Spoilers: Hay que tener muchos cojones para esconderte debajo de la cama de Louis XIV le Roi Soleil cuando está con su amante para escuchar lo que hablan de tí y poder contratacar con la verdad misma. No comparto sus métodos, pero hay que reconocerle que siempre tuvo estilo.
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Cual todo gentilhombre de aquella época que se precie, Antonin alternaba la vida cortesana con los placeres (sic) de la guerra. En agosto de 1663, se encontraba en la Lorena sirviendo en calidad de ayuda de campo de Su Majestad a la par del conde de Guiche, su primo. Ávido, como siempre, de llenarse de gloria, participó en el asedio de Marsal, que el duque de Lorena había rehusado ceder a los franceses pese a su anterior compromiso y unos pocos meses después, también formó parte del cuerpo expedicionario encargado de vengar en los Estados Pontificios el insulto hecho al embajador de Francia en Roma, el marqués de Créqui.
Este hecho amerita ser detallado por lo inverosímil del caso y cómo terminó siendo una muestra de poder o cómo se dice en la jerga: “ver quién podía más”.
El 20 de agosto de 1662 guardias corsos del Papa seriamente embriagados habrían injuriado a los miembros de la embajada francesa en una calle cercana al Palazzo Farnese que ya en aquel entonces era la embajada del reino de Francia ante el Vaticano, lugar que al día de hoy desempeña pero frente a la República de Italia.
Palazzo Farnese, Roma. Sede hace más de 300 años de la embajada francesa en Italia. La forma en que se encadenaron los hechos es predecible, los soldados franceses respondieron con insultos de igual o mayor calibre, seguro se insultaron a ver quién era más sucio (los franceses siempre han tenido mala fama en esa área), los italianos respondieron, alguno desenvainó (no importa quién primero) a lo cual siguió un enfrentamiento en el curso del cual encontró la muerte un paje francés. Esto podría haber quedado en la nada pero no contaban con las ambiciones de poder de Louis XIV.
Explotando ese trágico incidente, quiso mortificar Roma y obtener reparación de ese 'atentado sacrílego' (sic). Esto (y lo digo como estudiante de Relaciones Internacionales) fue una de las primeras manifestaciones de lo que se ha llamado la “diplomacia del rango”, destinada a subrayar, y si fuera necesario por la fuerza, y generalmente era de esta forma, la preeminencia francesa en Europa.
Dado que el pontífice Alejandro VII mostraba poca prisa/interés (por no decir que se mostraba renuente a rebajarse a tal cosa siendo el representante de Dios, nuestro Señor en la tierra) en satisfacer sus exigencias, el rey, en febrero de 1663, hizo ocupar Avignon y el Comtat-Venaissin. Claro que aquello no alcanzó para obtener lo que deseaba, ergo, decidió enviar a los ducados de Parma y de Módena a sus tropas con 16.ooo hombres dirigidos por el teniente-general Monsieur de Bellefonds, y al mariscal de campo Monsieur de La Feuillade.
Tiempo después, las 6 compañías del regimiento real de dragones, de 100 hombres cada una, que se encontraban apostadas en Provence, recibieron la orden de reunirse con las tropas de Bellefonds y La Feuillade. Puyguilhem, él, siempre él, al mando de los dragones, se adentró en el Piamonte el 22 de diciembre, atravesó el Milanesado con el permiso de los españoles (mejor esto a que destruyeran y de paso saquearan todo) y, el 10 de enero de 1664, llegó a Parma. Ese mismo día, tras un desfile de los dragones para regocijo de la duquesa de Parma, que provocó admiración y temor entre los parmesanos, Antonin ordenó a sus hombres trasladarse a Módena sin esperar las celebraciones programadas para el enlace del duque de Parma con Isabel de Módena. Luis XIV había propuesto a la soberana de Módena, Laura Martinozzi, sobrina del cardenal Mazarino, apostar sus tropas o sus dragones aumentados con algunas compañías de caballería. La hermosa duquesa de haber tenido la opción habría preferido no recibir a nadie pero, nobleza obliga, pidió los dragones de Puyguilhem que estaban "todos en muy buen estado, con buenas monturas, bien armados y vestidos".
La llegada de esa soldadesca, venida oficialmente para garantizar la seguridad de los ducados contra toda tentativa bélica de la Santa Sede (sí, es increíble que se intentaran convencer de estas patrañas), inquietó profundamente a las autoridades ducales que, por desgracia, no tenían los medios para rehusar la muy vergonzosa "protección" (por así decirlo) gala. Peor aún: se anunciaba la llegada de un segundo cuerpo expedicionario bajo el mando del viejo mariscal-duque du Plessis-Praslin, lo que elevaba el número de soldados franceses a ¡¡¡33.000 !!!
Cesar de Choiseul, Mariscal-Duque du Plessis-Praslin (1598 - 1675) Es posible inferir lo muy dichosos (je) que se sintieron los súbditos de Módena y Parma ante esa avalancha de tropas indeseables, tanto que hicieron lo indecible para convertir la estancia de aquellos extranjeros en una auténtica pesadilla, al grado de multiplicar las trabas y creando no pocos problemas, a saber…
- Aumentaron los precios de los forrajes y de los productos de primera necesidad.
- Escondieron las reservas de trigo y las botellas de vino.
- Les negaron asilo en los mejores alojamiento posibles con excusas muy formales y diplomáticas pero que no dejaban dudas que lejos estaban de ser reales.
Los franceses tuvieron que arreglarse como podían con mugrientos e improvisados 'lechos' de paja y apolilladas mantas. Aquellos que se alojaban en la ciudad o en los suburbios no podían hacer fuego ya que nadie quería venderles leña. Peor aún lo pasaban los que estaban reagrupados en las masías o caseríos aislados, cercados por la nieve y los bandidos.
Podrán imaginarse que a nuestro orgulloso marqués de Puyguilhem le disgustaba la vida de acuartelamiento, siempre ocupado en hacer maniobras & planear diferentes entrenamientos con el fin mantener la disciplina y el orden e intentando apaciguar las rivalidades entre soldados condenados a la inacción (sin nada mejor que hacer que discutir por nimiedades) porque los aguerridos dragones se llevaban pésimo con los demás cuerpos de caballería.
Antonin no había nacido para ese rol paternal-militar, le resultaba desagradable tener que castigar a los borrachos y a los ladrones de gallinas. Era un trabajo ingrato para aquel que aspira a la gloria & los laureles. Podemos decir que a diferencia del resto tuvo algunas posibilidades de lucirse ya que recibió la orden de ir en busca de forraje a Mantua con su posterior traslado a Venecia, donde debía explicar las razones de su presencia ante las autoridades de la Serenísima República, también en extremo felices de recibir un regimiento francés a las puertas du siempre libre ciudad.
A principios de marzo la situación no daba para más, Puyguilhem, al igual que los demás, acogió con profundo alivio la orden de regresar a Francia; gracias el Tratado de Pisa, logrado no sin muchos tires y aflojes por ambas partes, Alejandro VII aceptaba licenciar
per secula seculorum a su guardia corsa y enviar a Fontainebleau un legado para presentar oficialmente sus excusas y, para mayor humillación de la Santa Sede, la promesa de erigir una pirámide expiatoria en recuerdo al insulto hecho a Su Cristianísima Majestad.
El 29 de julio de 1664, Luis XIV recibía en audiencia al legado diplomático del Papa Alejandro VII, el Cardenal Chigi, en el Castillo Real de Fontainebleau para recibir las excusas oficiales del Pontífice romano. Tapiz de los Gobelinos perteneciente a la serie de 'La Historia del Rey'. Antonin estaba al tanto de que se iba a trasladar una parte de las unidades de Italia al cuerpo expedicionario de Monsieur de Coligny, la cual se encargaría de socorrer al Emperador, por lo cual solicitó su traslado a Alemania. El rey le respondió el 1 de abril:
"He leído con sumo placer vuestra carta. Me agradaría oíros particularmente sobre vuestras conversaciones de Venecia, cuando llegue Ud. aqui. En cuanto a lo de Alemania, no es una cosa en la que debáis pensar ahora..."Era, sin dudas, una negativa formal acompañada de una orden de regreso. Decepcionado al no poder medirse ante las fuerzas turcas tuvo que abandonar Parma el 6 de abril.