Minnie, gracias por el elogio, aunque me reafirmo en que el savoir faire es el tuyo, pues tú eres la verdadera historiadora. Yo sólo soy un humilde aficionado que ha leído cuatro cosas, nada más.
Tengo mis dudas de que la fecha que dices, 10 de mayo, sea la correcta, y no por poner en duda tus datos, sino porque de un historiador a otro, y de de una reseña a otra, suele haber discrepancias considerables, y más cuando se trata de un marzo por un mayo. La que yo daba por probable era marzo (no sé si el 10 o cualquier otro día), y lo hacía porque Dorothée y el resto de las refugiadas en Rosny no regresaron a París (escoltadas por húsares rusos, creo recordar), hasta primeros de abril, una vez el Corso hubiese aparejado me parece que hacia St Raphael (igual fue a otro puerto) escoltado por un compañía de jinetes austriacos mandados por el teniente coronel Karel von Clam-Martinitz, y para entonces la pequeña Dorothée ya no estaba en este mundo. Por otra parte, no creo que la muerte de la niña le afectase demasiado; la realidad social prusiana (ella jamás dejó de serlo, por mucho que lo disimulara) establecía que a los niños no hay que quererles demasiado, al menos en tanto no midan más de metro y medio, pues su índice de atrición estaba establecido en uno y medio de cada tres en las clases altas, y tres de cada cinco en las menos altas. De ahí la recomendación que se transmitían de madres a hijas, la de no encariñarse demasiado con los muchos críos que alumbraban, conscientes de que con suerte sólo la mitad llegarían a dar su vida por su patria o a parir más prusianos. A la propia Dorothée, sin duda lo recuerdas, la criaron así, no sólo por desinterés maternal (la duquesa de Courlande ya tenía suficientes cachorros; por cierto, de seis que parió fallecieron cuatro; estaba, pues, en la media ortodoxa), sino por la sospecha de que no había venido en buenas condiciones. A eso se debió que la considerasen oligofrénica perdida (ademas de Panienka -señorita- Batowska) hasta que cumplió los siete años, al cuidado de una nannie británica que estaba como una regadera (le gustaba corretear desnuda por los campos, y no sólo en verano); no sabía ni leer ni escribir, y la más amable de sus muestras de confianza con las visitas que intentaban obsequiarle una caricia era arrearles un mordisco. Ahí fue donde el General von Armfeldt, entre asesoría y asesoría, encontró de interés probar a enseñarle alguna letra del alfabeto, para quedarse de lo más estupefacto al comprobar, a la semana exacta, que aquel ser de ojos inmensos y gesto avieso, muy parecido al de las peores serpientes de cascabel, había aprendido a leer y escribir con regular corrección palabras en alemán, en inglés y en francés, lo cual descolocó bastante a su mamá cuando lo puso en su conocimiento, ya que al ser una prusiana total encontraba muy dificultoso variar de opinión en cuanto a la gente se refería, sus propias hijas incluidas. El desapego con el que crió a Dorothée son varios los que sostienen que ésta lo heredó con toda naturalidad. Así, a sus dos hijos mayores siempre los consideró como lo que a fin de cuentas eran, unos vagos y unos inútiles, y en cuanto a la hija que se sospecha tuvo con su tío, la misma que éste llamaba Minette y se desvivía por ella, pronto tuvo claro que ni en lo intelectual ni en lo resolutivo había salido ni a ella ni a su tía Wilhelmine (a su debido tiempo, años después, Dorothée fue la primera en percibir alarmantes señales de alarma en su por lo demás fantástico yerno, el marqués de Castellane, en el sentido de que los palafreneros le servían para bastante más que cuidarle sus caballos).
Por lo demás, existen acotaciones por acá y por allá de las lindas tardes que pasaban los seis (Metternich, las cuatro hermanitas y la madre que las alumbró) yendo de
modisto en
modisto, llegando al punto de precisar que les costó algún esfuerzo desviar a Metternich de los que solía él visitar en su tiempo de embajador en París (cinco años antes), los cuales ya se habían quedado demodé, para llevarle a los que por entonces estaban más de
moda, a la cabeza de los cuales figuraba un tal Le Roi que debía de ser el no va más de la primera restauración.
Buscaré por ahí fechas, a ver si doy con alguna confirmación. Por lo demás, tus acotaciones son excelentes. Es estupendo trabajar con historiadoras tan preparadas como tú.