Niya, me alegra leerte por aquí al igual que en el Foro Hispánico.
Con lo que has contado respecto al cántico, ya has dejado retratado a Gistau. No sé por qué se empeña en hablar de cosas que en realidad no le interesan, como el fútbol, para quedar así, como un ignorante. Que se dedique a hacer la crónica política acerca de lo que pasa en los pasillos del Congreso de los Diputados, que es lo suyo.
Repito que me parece un buen periodista político y es hilarante escucharlo en tertulia junto a Carlos Alsina y Rubén Amón, pero hasta ahí.
Respecto al nuevo libro de Carmen Enríquez, no he encontrado nada acerca de la posibilidad de leer el primer capítulo, pero sí esta reseña más extensa. No me ha dado tiempo a leerla, solo ha echarle un vistazo muy ligero. Espero que te sirva.
http://www.valentifaineros20015.es/Me ha sorprendido para bien que Carmen aparte de analizar el primer año de Felipe como rey, parece querer abrir el melón y hablar sin tapujos de la vida de Letizia como princesa. Lo que hasta ahora se intuía o simplemente se rumoreaba. Otra catársis más, que conociendo la trayectoria de Enríquez, seguro está avalada o como mínimo vista con buenos ojos por parte de este nuevo staff del que dispone Zarzuela. Ya nos vamos despojando de algunos palmeros del Rey Juan Carlos (al que adjudica un instinto suicida respecto a la Institución) que hasta ahora maquillaban lo que era un secreto a voces: a ella en lugar de suegra hinchape...as, le tocó un suegro, o al menos su séquito, para interpretar ese papel.
Citar:
Pero el camino hasta llegar a esta actitud y este convencimiento no ha sido fácil. En los primeros tiempos en la Zarzuela sufrió desprecios y soportó rumores increíbles y humillantes; “parecía que nada de lo que hacía gustaba”. Fue un camino, dice la autora del libro, que contenía demasiadas espinas y en el que ella se dejó jirones de su propia piel.
La frustración para ella tuvo que ser mayor en tanto que su disposición para aprender fue excelente desde el primer día, como atestiguan todos los que la trataron de cerca, que quedaron impactados por su interés y capacidad de estar a la altura de sus nuevas tareas. Letizia tuvo que cambiar en todo, en su forma de hablar, de vestir, de comportarse. Ganó en elegancia y perdió en espontaneidad, y aun así, soportó un catálogo de acusaciones infundadas. De modo que hubo un momento de inflexión (“su rebelión” lo llama la autora), harta de que, hiciera lo que hiciera, las críticas superaran a la aceptación.