Las Joyas de la Corona son el tesoro más preciado de la nación. La colección está compuesta por más de 100 objetos y más de 23.000 piedras preciosas. Podemos encontrar desde orbes, cetros y coronas, hasta platos de oro y plata dorada para banquetes y ceremonias religiosas. Todos ellos forman parte de la Colección Real, pero no son propiedad del monarca. Desde el año 1600 su lugar de custodia es la Torre de Londres, donde permanecen bajo la atenta mirada de los Yeomen Warders o Beefeaters.
Si bien es cierto que la mayor parte de las piezas fueron realizadas para la Coronación de Carlos II en 1661, aún sobreviven objetos más antiguos, como la cuchara utilizada para la unción del soberano, datada en el siglo XII. Entre las últimas incorporaciones podemos encontrar dos de las gemas más famosas del mundo, como los diamantes Koh-i-nûr y el Cullinan. Pero antes, debemos ir al origen de toda esta historia.
La Torre de LondresEduardo el Confesor (ca. 1003-1066), último Rey de la Casa Wessex, depositó sus ornamentos reales en la Abadía de Westminster para su custodia. Se cree que pudo haber sido el primer monarca en reunir una regalía que simbolizase el derecho al cargo (
iura regalia) para que fuese transmitida al siguiente monarca. Aquellas joyas fueron sustituidas o
modificadas a lo largo de los siglos, sufriendo los avatares de la historia. Por ejemplo, se dice que Juan I las perdió en arenas movedizas en 1216; que Eduardo III empeñó las joyas para pagar a sus tropas durante una campaña en el extranjero; y que la esposa de Carlos I consiguió vender algunas piezas en Holanda, al comienzo de la Guerra Civil en 1642.
Sin duda, sufrieron su destino más desastroso tras la ejecución de Carlos I y el advenimiento de la República. En 1649, Oliver Cromwell, Lord Protector de la Mancomunidad de Inglaterra, Escocia e Irlanda, ordenó que las Joyas de la Corona
"se destruyeran totalmente" por constituir un símbolo del "detestable Gobierno de los Reyes".
Como consecuencia, las piedras preciosas se vendieron por separado y los metales preciosos se enviaron a la Casa de la Moneda, donde se utilizaron para acuñar. En cambio, otras piezas, como la Cuchara de la Coronación, se vendieron intactas y fueron devueltas a Carlos II, hijo del decapitado Carlos I y Rey de la Restauración.
Otro de los objetos salvados fue la Silla de la Coronación, datada en 1300, ya que fue utilizada cuando Cromwell fue investido Lord Protector en Westminster Hall en 1653. También se conservaron unos inventarios detallados de las antiguas joyas. Gracias a ello, estas fueron reemplazadas por nuevas piezas que estuvieron listas para la coronación de Carlos II en 1661.
La Silla de CoronaciónDesde la coronación de Carlos II, las Joyas de la Corona han sufrido muchas adiciones y alteraciones. Podemos encontrar como se encargaron nuevas piezas para la esposa de Jacobo II, María de Módena, en 1685. María fue la primera Reina Consorte en ser coronada desde la Restauración. Se hizo lo propio con María II en 1689, cuando fue coronada junto a su marido, Guillermo III, como Reina por derecho propio.
Desde el reinado de la Reina Ana, coronada en 1702, hasta principios del siglo XX, era bastante habitual que las coronas se desmontasen, conservando solamente las monturas. Se engastaban con gemas alquiladas únicamente para la coronación y después se devolvían a los joyeros. En ocasiones, las mismas coronas se volvían a engastar con cristales o pasta para ser expuestas en la Casa de las Joyas de la Torre de Londres. Tras la coronación, el monarca utilizaba una corona de Estado engastada con gemas de colores que volvía a lucir en las ceremonias parlamentarias.
Jorge IV fue uno de los monarcas que se resistió a tal práctica. Trató de convencer al Parlamento para que comprara las piedras de su corona y así permanecer engastada de forma permanente. No lo consiguió, siendo finalmente desmontada.
Como sabemos, Gran Bretaña es la única monarquía europea que sigue utilizando sus Joyas de la Corona en las ceremonias de coronación que tienen lugar en la Abadía de Westminster. Guillermo I fue el primer monarca en ser coronado allí. Es tradición que el soberano sea escoltado hasta la Silla de la Coronación -utilizada en todas las ceremonias desde 1300-, por personas que portan la regalía procesional. Esta incluye dos de las mazas reales, tres espadas -representan la Misericordia, la Justicia Espiritual y la Justicia Temporal-, la Gran Espada de Estado -la autoridad real del soberano- y el Báculo de San Eduardo. Cuando el soberano llega hasta la Silla de Estado, comienza la ceremonia.
Tras prestar Juramento, el soberano se traslada a la Silla de la Coronación o Silla de San Eduardo, donde el Arzobispo de Canterbury le unge con el óleo sagrado las manos, el pecho y la frente. Es vertido desde la Ampolla en la Cuchara de Coronación. La Ampolla, datada en 1661, es un frasco de águila dorada que contiene el óleo de la Unción, mientras que la cuchara fue probablemente realizada para Enrique II o Ricardo I.
A la Unción le sigue la ceremonia de vestir al soberano con los Ropajes ceremoniales. Hasta la coronación de la Reina Victoria en 1838, se proporcionaron nuevas prendas, pero Jorge V y sus sucesores han llevado la misma túnica, hoy expuesta en la Casa de las Joyas de la Torre de Londres.
A continuación, le presentan las Espuelas (1661) que representan a la caballería, la Espada de la Ofrenda (1820) y los Brazaletes que simbolizan la sinceridad y la sabiduría. El Orbe, que representa la soberanía cristiana, se coloca en la mano derecha del soberano. Engastado con piedras preciosas y perlas, fue realizado para la coronación de Carlos II.
El Anillo de Coronación, símbolo de la dignidad real y realizado en 1831, se coloca en el dedo corazón de la mano derecha del soberano para, a continuación, entregarle los cetros. El Cetro con la Cruz simboliza el poder temporal del soberano, mientras que el Cetro con la Paloma -o Vara de la Equidad y la Misericordia- simboliza el papel espiritual del soberano. Se alcanza el clímax cuando el Arzobispo de Canterbury coloca la Corona de San Eduardo sobre la cabeza del soberano.
Tras esta introducción, desmenuzaremos cada uno de los objetos y los rituales de las coronaciones británicas.