La otra cara de la Princesa de Asturias
Dice la prensa, entre ruidos mediáticos de escándalo, que la Princesa de Asturias se operó la nariz, se hizo una cirugía porque no le gustaba su apéndice nasal y en ríos y ríos de tinta y programas de cotilleo varios nos cuentan que, haciendo una labor periodística de incalculable valor, han dado a conocer esto que tanto interesa y preocupa a la sociedad española.
Dicen por ahí, que la Princesa de Asturias ha prohibido una biografía suya de su gran amigo Urdaci. Lo cuentan, lo afirman, y lo dejan caer a la pista del circo que montan salvajemente para que luego, sea cierto o no, los españolitos se lo coman enterito.
Se escucha en los mentideros de la Corte que Doña Letizia prohíbe fotografiar a sus hijas en ciertos cumpleaños, que impone su criterio en su casa, -ya la vale dirigir su propia casa-,que dice, que hace, que deja de hacer... Y dicen todo ello con el rigor periodístico que se imponen los medios, con esos atrevidos y valientes redactores que se juegan el tipo entre los disparos y los intentos de secuestro de los malvados guarda espaldas y Guardias Reales que, fíjense, ellos tan "demasiado pulcros en su trabajo", ven gente merodeando alrededor de la Familia Real y en vez de pensar que es un "intrépido periodista", se imaginan atentados, intentos de asesinato, etc. ¡¡¡Pero por Dios, que vivimos en España, que aquí esas cosas no ocurren..!!! si es que a quien se le ocurre.
Pero todos estos periodistas que nos van a abrir los ojos para que veamos la luz y la verdad de lo que a nuestro alrededor ocurre, debieron de olvidarse de un pequeño detalle. Claro está, que lo ocurrido estas navidades no tiene nada de particular ni a la sociedad española le interesa saber que una pequeña hospitalizada, junto a sus padres y demás niños enfermos, se llevan la agradable sorpresa de ver a toda una Princesa de Asturias jugar y charlar con ellos. Bueno, a esa princesa que se lleva tan mal con la Reina Sofía y que no se habla con su Suegro el Rey, según nos cuentan los aguerridos miembros de la prensa.
Pero he aquí, que alguien se ha saltado los límites y ha contado, por su cuenta y riesgo, lo que ocurrió en la planta de oncología de un hospital infantil madrileño. El padre de uno de los pequeños cuenta como los niños lloraron de alegría sólo por ver a Letizia. Y lo cuenta de esta manera:
“Soy padre de una niña que está enferma de cáncer. De un tipo violento y horrible. Llevamos mucho tiempo en el Hospital Niño Jesús de Madrid luchando para que mi hija no se muera. Quien haya pasado por esto, sabe de lo que hablo. Quien no lo sepa que dé gracias, porque no somos raros, ni pobres, ni ricos, ni tontos. Somos una familia normal. Tanto como usted que está leyendo esto. Todo normal hasta el día que, de pronto y sin saber por qué, llega el horror.
Una mañana de tantas en el hospital, días antes de Nochebuena, una de las supervisoras nos preguntó a varios padres si tendríamos inconveniente en que la Princesa de Asturias nos viniera a saludar. Le dijimos que no. Y así fue, llegó Letizia Ortiz, nos saludo amablemente a todos (casi pidiendo perdón por creer que podría molestar) y se centró en un grupo de niños, entre ellos mi hija.
Fue sencillamente maravillosa con todos ellos. Cariñosa y simpática. Y durante toda la mañana saludó a todos y cada uno de los pequeños pacientes de la planta de oncología infantil del hospital. Con la misma sonrisa y con un amor enorme a todos los niños y a unas familias que estamos pasando por un calvario.
Y ante esto, podrán decir ustedes: bueno, y eso para qué sirve. Quien se haga esa pregunta no sabe lo que es tener un hijo enfermo. A estos sólo les diré una cosa: mi hija fue inmensamente feliz por el mero hecho de recibir la visita de esa persona llamada Letizia. Y sólo por las lágrimas de emoción que pude ver en sus ojos, por cómo miraba a la Princesa mientras ella bromeaba para hacerle sonreír, para disfrutar de esa sonrisa cada vez más apagada, mientras se interesaba por sus dibujos, por la vida, por los sentimientos de mi niña, sólo por eso, yo les digo que el trabajo que el trabajo que hace la Princesa de Asturias merece la pena.
Calladamente llegó al hospital y calladamente se fue. Por la puerta principal y sin más historias. Sin prensa, sin estridencias. Y he esperado todos estos días para comprobar una vez más, que lo bueno no se sabe: No sé de monarquías ni de repúblicas, soy un ciudadano de mi tiempo, atento a lo que ocurre en mi país. Como la mayoría, leo periódicos, veo la tele o escucho la radio, por lo que sé lo que se dice de ella, pero todo lo que digan da igual.
Compartir su tiempo a nuestro lado, el cariño que trasmitía su mirada hacía nuestros hijos, la determinación y el coraje con los que afronta las situaciones que le ha tocado vivir a esta persona, merecen un respeto. Y yo se lo quiero otorgar con estas palabras.
Gracias, Princesa”.
Esto es lo que de verdad debería conocer la sociedad española. Es evidente que con su visita no va a curar a esos niños ni sus padres dejaran de vivir con una intensa y dolorosa preocupación por sus pequeños, pero la sonrisa y el día inolvidable que la Princesa les dio tanto a padres como a hijos si que es un estímulo y una muy buena terapia para los enfermos.
Pero está claro que para la prensa no es comparable que la Princesa de Asturias visite por sorpresa y sin publicidad un hospital infantil pasando allí toda la jornada jugando y charlando con padres y niños, que Letizia Ortiz, esa periodista con aires de grandeza que pilló a un Príncipe y ahora se cree por encima del bien y del mal, no se habla con el Rey y se lleva a matar con la Reina, con la Infantas, con toda la familia Borbón y con medio mundo, se opere la nariz o salga de compras por un centro comercial creyéndose la Reina del mundo mundial, faltaría mas.
Cosas de la Prensa.
