«Es muy verosímil que el claustro de Palamós sea del monasterio ovetense de la Vega»
«Había canteras en el Campo San Francisco, en la Escandalera, en la calle Rosal y en mil sitios»
Manuel Gutiérrez Claverol es profesor de la Facultad de Geología de la Universidad de Oviedo y coautor, con sus colegas Carlos Luque y Luis Pando, de un libro titulado «
Canteras históricas y piedra natural en Oviedo», a punto de ver la luz. En ese estudio analizan 30 canteras de Oviedo y 60 monumentos de la ciudad. Considera muy verosímil la conjetura expuesta el pasado domingo en estas páginas, según la cual el claustro románico aparecido en Palamós pudiera proceder del monasterio de Santa María de la Vega, ahora solar de la Fábrica de Armas.
-¿Cuál es el origen de la piedra con la que se ha construido en Oviedo durante siglos?
-Hasta hace poco se consideraba que había sólo dos tipos de piedra en Oviedo. Eso confundió mucho a los historiadores del Arte. Por una parte, la piedra caliza de Laspra, en el Cristo de las Cadenas, muy típica que se ve en algunas construcciones de la ciudad y, más frecuente, la de Piedramuelle. Se pensaba que casi todos los monumentos de Oviedo tienen esos materiales. Pero en nuestro libro concluimos que buena parte no es de Laspra ni de Piedramuelle como es el caso de los exteriores de la Catedral.
-¿Entonces?
-Proceden de Labapiés, donde está el nuevo Tartiere, en la Ería. Y también de una cantera de los Arenales de San Lázaro, denominada de La Granda o Granda de Anillo, cerca de las fuentes que suministraban agua a Oviedo. Hubo asimismo canteras en el Campo San Francisco, en la Escandalera, en la calle Rosal, en mil sitios. Hemos dado, sin lugar a dudas, con las dos canteras de Santa María del Naranco y de San Miguel de Lillo.
-¿Dónde están?
-Al lado, a doscientos metros no más.
-Así que las identificaciones son concluyentes.
-Para construir un edificio cogían el material de los alrededores, salvo en el caso de las canteras de Laspra y Piedramuelle. Y fue así porque eran propiedad del cabildo catedralicio. Aunque estaban lejos, no tenían que pagar la piedra.
-Cada monumento con su cantera.
-Identificamos cada monumento con su cantera, aunque las urbanas ahora están cerradas y ocultas. La conjetura expuesta en estas páginas el domingo es muy interesante. Es muy verosímil que el claustro de Palamós sea del monasterio ovetense de la Vega. Es muy fácil para nosotros identificar las piedras. Viendo las de Palamós podemos decir de dónde son sin duda.
-O al menos de dónde no son.
-Eso, al menos de donde no son. Si son de aquí, sin duda lo podemos certificar. Y sin investigaciones complicadas. Es tan sencillo que casi me da rabia decirlo porque parece que desprestigio la profesión de geólogo. Pero es que con una simple observación basta.
-¿Tan fácil?
-Incluso sólo unas fotos pueden ser suficientes. Las que he manejado por internet de Palamós no son muy buenas, pero aún así me parece cretácico como casi todo lo que hay en Oviedo. Creo que es posible confirmar la conjetura. Una foto desde más cerca me permitiría asegurarlo.
-¿Qué parámetros maneja?
-Se nota si es caliza, si es algo arenosa, si es pardo amarillenta incluso rojiza. Estuve todo el domingo en internet con este tema y leí unas declaraciones de un arqueólogo que decía haber visto en el claustro de Palamós piedras rojizas porque, suponía, se habrían quemado en un incendio. Pues no, hay zonas de la cantera de la Granda que tienen esa tonalidad rojiza. Se ve muy bien en el exterior de la Capilla del Rey Casto, en la Catedral.
-La Granda...
-Sí, lo dicho, subiendo al cementerio, antes de los Arenales, había una arcillera, Forjados Menéndez, que explotaba unas arcillas que estaban debajo de las calizas originales que, siglos antes, dieron mucho juego para los monumentos de Oviedo. Los geólogos estamos muy acostumbrados a ver rocas. La textura es muy característica, puede ser caliza, de carbonato cálcico; o tener contenidos de arcilla y entonces es una marga o granos de arena de cuarzo. Para un trabajo más a fondo se analizan láminas delgadas al microscopio.
-Los monumentos son algo más que piedras.
-Somos científicos pero estamos como los de letras, todo el día metidos en los archivos de donde se saca una información impresionante. A veces nos encontramos con problemas para leer documentos antiguos, pero tenemos amigos en la Facultad de Historia que nos hacen las transcripciones. Andamos constantemente por el Archivo Histórico, por el archivo del Ayuntamiento o por el archivo de las Pelayas. También rastreamos los periódicos antiguos.
-¿Cuentan los fósiles para las identificaciones?
-Claro. Hay muchos, por ejemplo, en el suelo de la plaza del Ayuntamiento que es muy bonito. Son de Llanera. Y en los sillares de Trascorrales hay, asimismo, unos fósiles impresionantes. Ahí está quizás el mayor sillar de Oviedo. Es verdaderamente enorme. La cronista oficial de Oviedo Carmen Ruiz-Tilve dice que procede de una cantera importante que estaba donde ahora se encuentra el Auditorio. Es de la caliza del cretácico, típica de Oviedo.
-¿De dónde es la piedra utilizada en Oviedo en el siglo XII?
-En el siglo XII, que es lo que cuenta para el caso, se construyó la torre vieja, románica, de la Catedral y también la iglesia antigua de San Isidoro, que estaba en la plaza del Paraguas, todo con caliza del cretácico salvo detalles de Laspra que aparecen en el arco que está en el Campo. Ya en el siglo XII se trabajaba con estos materiales.
-Volviendo a la conjetura.
-La clave es que al establecerse la Fábrica de Armas en 1854 se cierra ese espacio al público y se pierde la memoria. Pero un trabajo como el nuestro se ha hecho en muy pocos sitios y no es posible rastrear todo el territorio nacional para cotejar las piedras de Palamós.
http://www.lne.esLa decisiva elocuencia de las piedras.
En un estudio de Yayoi Kawamura, profesora de Arte de la Universidad de Oviedo, publicado hace cinco años, se presenta un plano del monasterio ovetense de Santa María de la Vega, realizado por Joaquín María Fernández en 1853, donde se puede apreciar un claustro grande, que es el que aún se conserva en la Fábrica de Armas. Factura de Pedro Antonio Menéndez, su construcción se inició en 1751. A su lado aparece otro claustro, más pequeño, realizado por Gregorio de la Roza en 1670. «Aquel claustro», anota la historiadora en su estudio, «reformado del medieval preexistente, debió de mostrar síntoma de debilidad estructural a mediados del siglo siguiente, la causa por la cual nuevamente la comunidad emprendió una costosísima obra de reconstruir nuevamente su morada». En el mismo estudio, la profesora Kawamura muestra un plano de Oliver Copóns datado en torno a 1900, donde vuelve a aparecer el claustro pequeño, «aunque ya estaba bastante desmantelado». Para el caso, consta que existió un claustro medieval -casi con seguridad románico- en el monasterio de Santa María de la Vega, que aún pervivía en 1853 y también, aunque deteriorado, en 1900.