Las fronteras se vieron reforzadas con fortificaciones permanentes, la más famosa de las cuales es el Muro de Adriano, construido en Gran Bretaña.
Muro de Adrtiano
Fortificaciones, fortalezas, puestos de avanzada y atalayas - que mejoraban las comunicaciones y aumentaban la seguridad local - defendían las fronteras del Rin y del Danubio.
En 121 evitó el estallido de un conflicto con el Imperio Parto merced a sus habilidades diplomáticas. fuerza, e incluso de la intimidación.
Otra de las características de sus reformas fue su obsesión por el orden: para aligerar la burocracia estatal mandó quemar las escrituras de deudas consideradas incobrables y, para dotar de coherencia a la administración de justicia, ordenó compilar los edictos promulgados por pretores y ediles.
La cercanía que podía ganar con la popularidad de su política, sin embargo, la perdía con su exagerada rigidez para con los festejos y su suficiencia en el trato con funcionarios e intelectuales. "No gobernó buscando la adulación",escribió Dión Casio.
Detestaba que los poderosos se enriquecieran injustamente, aunque él mismo era proclive a regalar ingentes sumas de dinero; nunca atendía visitas los días festivos por muy urgente que fuera el asunto; y, excepto para su cumpleaños (el 24 de enero), no permitía que se celebraran juegos de circo en su honor. Su perfección, por otra parte, resultaba irritante. Podía aparecer en cualquier lugar sin previo aviso y despachar tranquilamente los más variados asuntos, recordaba nombres, fechas y lugares con absoluta precisión, se percataba de los más mínimos errores en los documentos...
Nadie sabía cómo.
EL reinado de Adriano fue la cúspide de lo que Edward Gibbon, en su clásico
Historia del declive y la caída del Imperio romano, calificó como "el período más feliz de la historia de la humanidad", que se extendió desde Nerva hasta Marco Aurelio.