La
Casa de Luna tiene orígenes navarros aunque su solar se va a asentar en Aragón, donde harán carrera y fortuna. Del primero que tenemos noticia del clan es del magnate navarro Bacalla que, estando al servicio del rey Sancho Ramírez de Aragón, conquistó la villa al islam. En agradecimiento, el rey aragonés le cedió el señorío sobre la villa hasta que siglos después se convertiría en condado.
De la familia de Luna, considerada de la más alta nobleza aragonesa, vienen a salir varios personajes ilustres como fueron: Don Pedro Ferrench de Luna, arzobispo de Zaragoza; la reina Doña María de Luna, esposa de Martín I de Aragón; Don Juan Martínez de Luna, alférez mayor del reino de Aragón y virrey de Cataluña; Don Pedro Martínez de Luna, tío-abuelo de Don Álvaro y elegido Papa de Aviñón como Benedicto XIII; Don Pedro de Luna, tío de Don Álvaro y arzobispo de Toledo; o el mismo Don Álvaro Martínez de Luna, hermano del anterior y padre de nuestro protagonista, que llegó a ser ayo de Enrique III de Castilla. No está nada mal el pedigrí familiar.
Con respecto a Álvaro, hay que decir que existen muy pocos datos sobre su origen e infancia, y eso ha dado pie a muchas leyendas y elucubraciones, especialmente por sus enemigos que han hecho hincapié en recalcar la bajeza de su origen -para luego realzar más a la altura donde llegó- y a su condición de bastardo. El caso es que hasta que el muchacho llegue a la corte castellana estamos en terreno resbaladizo porque pocas cosas sabemos con certeza.
No obstante, la atención en cuanto al origen del caballero Luna, como supondréis, no la vamos a poner en Aragón sino en Castilla, concretamente en la villa de Cañete, a unos 70 kilómetros de Cuenca. Pero, ¿por qué Cañete? ¿Qué tiene que ver una pequeña villa castellana con una familia de abolengo aragonés? Pues, para entenderlo, debemos retrotraernos hasta la guerra civil castellana de Pedro I el
Cruel y su hermanastro Enrique de Trastámara. Como sabréis, buena parte de la nobleza aragonesa prestó apoyo al bastardo de Alfonso XI de Castilla. Tras la batalla de Nájera, en el que el pretendiente castellano volvía derrotado por su hermano el rey
legítimo recibió valiosos servicios por parte de Don Juan Martínez de Luna, abuelo de
Albarito. No es menos conocido que cuando Enrique II llegó al trono se cameló a la nobleza regalando mercedes a diestro y siniestro. Pues bien, uno de aquellos agraciados fue el abuelo Don Juan Martínez de Luna, al que se le cedió el señorío de las villas de Alfaro, Jubera, Cornago y Cañete. Y no sólo eso, puesto que sus hijos, o sea, papá Don Álvaro y tío Don Juan de Luna fueron copero mayor y alférez del infante don Fernando de Antequera.
Y es en Cañete, villa que junto a las otras por supuesto heredó papá Luna, donde vino a nacer Don Álvaro, y bien que lo llevan a orgullo sus paisanos cañeteros. Junto a la villa de nacimiento, conocemos certeramente a su padre y que además no fue hijo de matrimonio cristiano, pecado que bien se han encargado sus enemigos de reprocharle, como si él tuviera la culpa. El caso es que es con la identidad y condición de la madre donde empiezan las discordias, cuando normalmente es al revés, no suele quedar duda de la identidad de la madre y sí de la del padre
. Generalmente se cree que la mamá de Don Álvaro fue la esposa del alcaide de Cañete, de la que no sabemos a ciencia cierta si quiera ni su nombre, pero versiones las hay para todos los gustos. Por ejemplo, para unos era María Cañete, para otros María Fernández de Xaraba suponiéndola emparentada con una ilustre familia italiana de la que los Luna terminarían heredando grandes títulos y estados, vínculo este que surgió cuando un bisnieto del condestable, también llamado Álvaro de Luna, fue capitán de la guardia en Milán. Otros la identifican como María Fernández "la Cañeta"; también ha llegado a aparecer como María de Uranzadi, usando el apellido materno; aunque los mejores han sido los que no se han complicado y la identifican como Doña María Juana Fernández de Jarava y Uransadi, jajaja. Si tiramos de la
Crónica de don Álvaro de Luna que recoge los distintos documentos donde Juan II legitimó a su consejero y amigo nos encontramos con que en uno se la llama Doña Juana... "
aunque ayades seydo e seades engendrado e conçebido e nasçido non legítimamente nin de legítimo matrimonio mas de cualquier reprobado e vedado e dañado coytu e ayuntamiento aunque el dicho don Álvaro de Luna vuestro padre a la sazón fuestes engendrado, conçebido e nasçido oviese seydo e fuese casado legítimamente con su muger letitima e ella fueses biva al tiempo que el vos engendró e ovo en doña Juana vuestra madre". En otro se la llama Iohana Martínez y en una tercera como doña María.
En cuanto al origen de la dama de Cañete también han corrido ríos de tinta. La
Crónica de Don Álvaro de Luna de José Miguel de Flores dice que fue hija de Don Pedro Fernández de Xarava, alcaide de Cañete, y de su esposa Doña María de Urazandi. La Crónica del Rey la hace una mujer de ínfima condición, declarándola como
amiga de un pastor y de un labriego. Alonso de Palencia, tan sutil siempre, dice que la mujer vendía sus favores a muchos y que fruto de ellos nacerían Juan de Cerezuela, con el alcaide de la villa, y a Martín de Luna, rebautizado así por su medio hermano y conocido antes simplemente como
el pastor, con un ganadero de la zona. El Padre Mariana la hace madre de cuatro bastardos -
tan suelta y apegada a sus apetitos- que fueron: el propio Álvaro, Juan el del alcaide, Martín el del pastor y otro Martín de un labriego local.
Sea como fuere, sabemos por Alonso de Palencia que Don Álvaro no se olvidó de su progenitoria, como tampoco de sus hermanos, y le concedió señoríos y rentas para su manutención. Sin embargo hay autores que han manifestado la preocupación y vergüenza del valido de Juan II por su condición de bastardo, no haciendo ningún aprecio hacia su madre e incluso hay quien afirma que la descalificaba en público.
En fin, verdaderamente poco aportan al personaje los detalles de la relación extramatrimonial de sus padres, aunque la condición de ella -mujer fácil de conducto inmoral- se ha utilizado a conciencia para sacar su jugo.