Foro DINASTÍAS | La Realeza a Través de los Siglos.

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 Asunto: Re: Don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla
NotaPublicado: 19 Ago 2016 21:25 
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 Asunto: Re: Don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla
NotaPublicado: 19 Ago 2016 22:45 
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 Asunto: Re: Don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla
NotaPublicado: 20 Ago 2016 11:58 
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 Asunto: Re: Don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla
NotaPublicado: 20 Ago 2016 12:59 
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La concordia alcanzada en Alcañiz dictaminó que la deliberación y sentencia de los compromisarios debían celebrarse en la villa aragonesa de Caspe. En marzo de 1412 se reunieron los nueve en Caspe junto a parlamentarios de las cortes y a embajadores de los reyes cristianos así como representantes de los candidatos, los cuales contaban con un plazo de veinte días para presentar alegaciones en favor de ellos.

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compromisodecaspe.es

Los nueves compromisarios eran:

1. Bonifacio Ferrer, por el reino de Valencia. Prior general de la orden de los Cartujos.
2. Vicente Ferrer -del que ya hemos hablado-, por el reino de Valencia. Hermano del anterior, famoso orador perteneciente a la orden de los Predicadores.
3. Francisco de Aranda, el venerable, por el reino de Aragón. Agente del Papa Luna y miembro del Consejo Real de Martín I.
4. Pedro Beltrán, por el reino de Valencia. Experto jurista sustituto de Ginés Rabassa, doctor en leyes y consejero de Pedro IV, incapacitado por enfermedad mental.
5. Berenguer de Bardají, por el reino de Aragón. Letrado general de las cortes aragonesas.
6. Pedro Çagarriga, por el principado de Cataluña. Arzobispo de Tarragona y consejero de Martín I.
7. Fernando de Gualbes, por el principado de Cataluña. Síndico de Barcelona y doctor en leyes.
8. Domingo Ram, por el reino de Aragón. Obispo de Huesca y hombre de leyes.
9. Guillem de Vallseca, por el principado de Cataluña. Jurista y asesor general de las cortes catalanas.

Las deliberaciones comenzaron el 22 de abril y en principio el plazo para la resolución era de dos meses, pero a pesar del trabajo intenso y continuo -reuniones matutinas, vespertinas e incluso nocturnas- el final del proceso, del que dependía en futuro del reino y la península y del que estaban todos pendientes- se retrasó un poco. Y es que los compromisarios trataron con equidad a todos los candidatos, recibieron a sus embajadores en riguroso orden de presentación, con audiencias donde se exponían argumentos, pruebas y documentos, todo se admitía para la defensa de cada causa.

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Arbolito con los cinco candidatos y su relación con la Corona.

Finalmente, la mañana del 25 de junio los compromisarios firman el acta y hacen pública su decisión.

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[justify]"Nosotros, (...), los nueve diputados electos por los Parlamentos generales, según de nuestra elección y designación consta por pública escritura hecha en Alcañiz el día 14 de marzo del año de la Natividad del Señor mil cuatrocientos doce y en Tortosa el día 13 de dicho mes y año, y en el castillo de Caspe a 16 de mayo de ese mismo año, con plena y plenísima, general y generalísima autoridad, facultad y poderes para investigar, instruir, informar, conocer, reconocer y publicar a quién deben prestar el juramento de fidelidad los citados Parlamentos y al que los súbditos y vasallos de la Corona de Aragón deben tener y reconocer por justicia, según Dios y nuestras conciencias, como a su verdadero rey y señor. De tal modo, que aquel a quien nosotros los nueve de común acuerdo, o seis de nosotros siempre que entre los seis figure uno por cada terna, publiquemos y demás cosas llevemos a cabo en cumplimiento de los capítulos acordados entre dichos Parlamentos, se tenga por hecho justa, constante, válida y firmemente, según de dichos poderes y capítulos consta por escritura pública recibida en Alcañiz por Bartolomé Vicent, Pablo Nicolau y Ramón Batlle, notarios, el día quince de febrero del año citado.

Considerando asimismo que cada uno de nosotros prometió y juró solemne y públicamente que junto con los demás, y según los poderes recibidos, procedería en el asunto tan diligente como racionalmente fuera posible y proclamaría al verdadero rey y señor con arreglo a los dichos voto y juramento, todo lo cual consta ampliamente en escritura pública recibida en la villa de Caspe por los citados Pablo Nicolau, Ramón Batlle y Jaime Monfort, notarios, en los días diecisiete y veintidós de abril y dieciocho de mayo del año predicho.

Vistos por tanto el modo y forma de nuestra elección y los poderes que se nos han otorgado y los antedichos voto y juramento, y llevadas a cabo la investigación, instrucción, información, conocimiento y reconocimiento a que estábamos obligados, y dados y comunicados nuestros criterios por justicia según Dios y nuestras conciencias, y todo lo dicho examinado y considerado, teniendo sólo a Dios ante los ojos y a tenor de los poderes, voto y juramento predichos, decimos y publicamos que los mencionados Parlamentos y súbditos y vasallos de la Corona de Aragón deben y están obligados a prestar fidelidad al ilustrísimo y excelentísimo príncipe y señor don Fernando, infante de Castilla, y que deben y vienen obligados a reconocer al propio don Fernando como a su verdadero rey y señor.

De todo lo cual y para perpetua memoria del hecho, pedimos y requerimos a vosotros, los notarios infraescritos, que se hagan uno o varios documentos públicos. Fue hecho, leido y publicado en la sala del castillo de Caspe, dia sábado 25 de junio, año de la natividad del Señor 1412.

Presentes los testigos honorables Francisco de Pau, caballero, Domingo Ram, licenciado en leyes, Domingo de Lanaja, Ramón Fivaller y Guillermo Zaera, castellanos y custodios del castillo de Caspe, a esto especialmente llamados y designados. Y nosotros, Bartolomé Vicent y Pablo Nicolás, Ramón Batlle y Francisco Fonolleda, Jacobo de Plano y Jacobo de Montfort, notarios y secretarios citados"


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El 28 de junio se daba lectura pública y se escenificó la proclamación de Fernando de Castilla como rey de Aragón, Valencia, Mallorca, Sicilia, Cerdeña, Córcega, duque de Atenas y Neopatria y conde de Barcelona, Rosellón y Cerdaña. Sabemos que los nueve compromisarios celebraron en paz y concordia tamaña decisión y que lo acordaron unánimemente, como el resto del proceso iniciado en Alcañiz, puesto que no hay constancia de otra cosa. Son los Anales de la Corona de Aragón, del siglo XVI, quien estableció la actual creencia de que Fernando contó con los apoyos de los tres compromisarios de Aragón, el de los hermanos Ferrer de Valencia y el de Bernardo de Guelbes de Cataluña, votando los otros dos catalanes por Jaume y la abstención del tercer compromisario valenciano.

Fernando, flamante nuevo rey aragonés, recibió la noticia en Cuenca. Pronto se conoció también por toda Castilla. Doña Catalina recibiría la carta ya con la rúbrica de su cuñado y pronto vio trasnformada su alegría en decepción al conocer que Fernando, que debía partir en breve para su trono, dejaba nombrados delegados para la regencia, sin renunciar a ella.

Mas no todo era coser y cantar. En Cuenca recibió el rey de Aragón numerosas muestras de homenaje y pleitesía por parte de muchos caballeros aragoneses mas nada, a pesar de las insistencias, de su principal rival, el conde de Urgel. Aquello suponía fuente de conflictos y, contra la opinión de su consejo partidario de hacer rodar su cabeza, le invitó a parlamentar en Zaragoza.

Es en esta ciudad donde recibe el homenaje de su reino y jura ante las cortes acompañado de su heredero, el infante Alfonso, en agosto de 1412. Allí conoce la negativa de Jaume de Urgel a reconocerle como rey, no teniendo otra opción don Fernando que reunir tropas aragonesas y castellanas contra el díscolo conde. Éste se regufia en Lérida y envía embajadores para jurar a Fernando. Estos, por su parte, negocian con el rey de Aragón el matrimonio de Isabel de Urgel, hija del conde, con el infante Enrique, Maestre de Santiago, teniendo como dote el ducado de Montblanc y debiendo indemnizar al de Urgel con seis mil florines. Pero los planes del conde no pasaban por ahí, ya que había conseguido reunir hombres e incluso acordar el matrimonio de Isabel con el duque de Clarence, hijo del monarca inglés. A esto se vino a sumar la rebelión de Antón de Luna desde Loarre apoyado por tropas gasconas e inglesas, haciéndose con castillos como el de Montearagón y sitiando ciudades como Jaca. Y por si fuera poco, muchas fortalezas catalanas se sublevaron cuando el nuevo gobernador del principado intentó tomarlas. Frente a esto, Don Fernando reune una poderosa hueste castellana reclutada de sus señoríos, para asombro de sus súbditos, derrota a las tropas inglesas, las expulsa del reino y recupera algunos castillos en manos de partidarios de Antón de Luna, a los que ejecuta en Huesca.

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 Asunto: Re: Don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla
NotaPublicado: 20 Ago 2016 13:29 
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Gracias,Hernan,por tu confianza, pero, de verdad, este hilo es estupendo. Siempre he tenido curiosidad por el personaje,espero que colme mi espectativas . :yay:

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 Asunto: Re: Don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla
NotaPublicado: 21 Ago 2016 18:54 
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Y llegaron las calamidades. Nos dice la Crónica de don Álvaro:

Este año -1413- fue muy seco e menguado de aguas, e de mucha fambre, que sembraron e nunca cogieron pan. Consecuencia de ello las fanegas de trigo, y con ello el pan, aumentó de precio hasta ponerlo por las nubes. Pero al hambre vino a sumarse a las tierras de Castilla la peste, que hizo durante dos años estragos en la población meseteña. Mas las desgracias nunca vienen solas y, si hacemos caso a la Crónica de Juan II, el triunfo político de la Corona en el advenimiento al trono aragonés de su regente tuvo un precio alto ya que quedó Castilla muy menguada de todas cosas e vazía de moradores por la mortandad e mengua de oro e plata e de bestias, e pobre de regimiento de su provincia, e los moradores della con mucho trabajo. Si atendemos a lo que nos dice el cronista García de Santa María la aventura de Aragón efectivamente había supuesto perder el foco de Granada y que con ello aflojaran las parias; el desgobierno en los señoríos del regente; la fuga de capitales -las rentas de sus señoríos y el dinero de las cortes- en hombres de arma y servicio, actos de proclamación, viajes, manutención del Papa Luna, la pronta boda de los infantes Alfonso y María; descontrol en los puntos fronterizos que había supuesto salidas libres de mercancías y, sobre todo, de bestias quedando muchas zonas muy menguadas de ellas... No fueron buenos tiempos.

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Toledo.

Mientras tanto, la corte seguía su vida y se movía. De Valladolid pasó a Toro donde se celebró el Corpus y de allí se vino a instalar a Salamanca. En estos días conocemos la marcha de nuestro Álvaro de Luna hasta Toledo llamado por su tío y valedor Don Pedro, el arzobispo. No obstante, no tenemos noticias de las circunstancias del viaje, de la estancia ni del motivo que le impulsó a dejar la corte por un tiempo. A juzgar por hechos futuros, es posible que Pedro de Luna, de treinta y ocho primaveras, se encontrara enfermo y bien solicitara a su sobrino o fuera éste el que pidió licencia para estar con su tío. Así quizá se tratara de permanecer juntos los últimos días o meses o quizá también arreglaran asuntos testamentarios o quisiera don Pedro transmitirle una especie de legado político, le dejara las últimas instrucciones y recomendaciones o consejos para el porvenir del veinteañero paje de Su Alteza, ya en edad sobrada de contraer matrimonio y formar familia, tan necesitada de descendencia esta rama de los Luna; o todo a la vez. Pero lo más trascendente es que estando en Toledo... Dejemos mejor que nos lo cuente la Crónica de don Álvaro:

e aquellos días que don Álvaro de Luna no estuvo en la Corte, el rey no se alegraba así como solía, ni estaba contento de sí. E la reyna su madre, que deseaba mucho tener pagado e contento al Rey su fijo, entendió bien que por no estar allí don Álvaro de Luna el rey non se alegrava como solía, e escrevió mandando e rogando muy afincadamente a don Álvaro que viniese luego, e rogando mucho al arzobispo su tío que toviese con él manera como luego viniese para el rey, que lo deseaba mucho.

Resulta tremendamente revelador este hecho. Además es que hay verdadero consenso en la historiografía sobre este ello. El rey, de ocho años, sufre con la ausencia más que de su paje, de su amigo, y la reina, que lo mantiene entre algodones, no soportando ver a su hijo así, lo llama y le suplica tanto a él como a su tío para que regrese a Salamanca aun sabiendo las circunstancias que retienen a don Álvaro en Toledo. Me resulta muy sorprendente la dependencia que había adquirido en tres años aquel niño rey del joven de Cañete. Más sorprendido y esperanzado debió quedar su tío el arzobispo.

¿Qué había sucedido mientras en Aragón? Pues el conde de Urgel, el perdedor, seguía en rebeldía y se hizo fuerte en Balaguer. El rey aragonés manda sitiar la ciudad, realiza escaramuzas en torno a la muralla tomando las casas de la condesa su tía obligando a que la población pidiera la rendición a Jaume. Pero nada cambia su postura. Mientras, el rey fortalece su posición con la adhesión de caballeros del propio conde y manda poner las bastidas contra los muros de la ciudad. Jaume, sabiéndose perdedor, pide una entrevista entre su mujer -tía de Don Fernando y nacida infanta del reino- y el duque de Gandía que se mantiene al lado del rey con la esperanza de que no sufrirá ningún tipo de represión si se rinde. Pero el de Antequera se mostraba inflexible con el que había atentado contra su autoridad y manda, como ya hiciera en aquella ciudad, rodear toda la muralla. El 29 de octubre se produce la patética escena en la que la condesa doña Isabel, en estado, sale acompañada por el obispo de Malta y se planta de rodillas pidiendo clemencia para su marido. Don Fernando, que no podía perdonar semejante osadía, se avino a su Consejo y prometió a su tía que estaba dispuestoa perdonarle la vida, mas sólo la vida. Finalmente se rindieron el conde y los suyos quedando estos perdonados salvo los implicados en el asesinato del arzobispo de Zaragoza. El Jaume de Urgel terminaría encerrado en una de las torres del alcázar de Lérida adonde llegaría Don Fernando con todo el boato el 6 de noviembre tras hacer lo propio el día anterior en la ciudad de Balaguer recibiendo el homenaje de sus súbditos bajo palio. En Lérida le trasladaría personalmente la sentencia a su díscolo pariente: quedaba condenado a cadena perpetua, privado de título –integrado a la Corona- y de bienes. Fue trasladado al castillo de Urueña, en Castilla, realizando un intento de suicidio por el camino al tirarse de su montura. Doña Isabel de Aragón –a la que se le descubrió cartas comprometedoras con el rey de Portugal y a la que se le terminó acusando de envenenamiento al rey y a los infantes- también terminó encerrada y con sus hijas –Isabel, Leonor y Juana- recluidas en un convento aunque años después terminarían haciendo matrimonios acordes a su rango.

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Castillo de Urueña, Valladolid. heredaduruena.com

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 Asunto: Re: Don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla
NotaPublicado: 22 Ago 2016 13:08 
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Mientras estos relevantes acontecimientos políticos sucedían en Aragón, en Castilla -que vivía en este aspecto en una relativa paz- seguía sufriendo las terribles calamidades provocadas por el hambre y su corte seguía su rutina moviéndose por los campos castellanos de aquí para allá de pueblo en pueblo. Hasta junio de 1414 permaneció en Salamanca, adonde llegó don Álvaro de Luna desde Toledo. En junio se trasladó a la cercana villa de Villoruela, en julio se asentó en tierras zamoranas de Valparaíso -muy cerca de Bragança- y en agosto se movió hasta Valdenebro en Soria donde el rey enfermó. En esta misma villa se supo de la muerte de Don Pedro de Luna, arzobispo de Toledo y valedor de nuestro protagonista y que tanto dolor padeció con su pérdida. ¿Supondría esta despareción la pérdida del puntal que mantenía a don Álvaro en situación relativamente privilegiada en la corte? Nada más lejos de la realidad, y lo que acababa de suceder tras la estancia en Toledo nos da la razón. Más aún:

E partió el rey de Valdenebro, e fuese a Frómista, e allí fue fecho don Álvaro maestresala del rey; el queal cada día creçia en bondades e virtudes e gentileza e buenas maneras e en el amor e gracia que tenía con el rey.

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Iglesia de San Martín de Tours (Frómista), en pleno Camino de Santiago. Wikipedia.

Lejos de perder posición, el rey, con la gustosa autorización materna y que sintió mucho el sufrimiento de don Álvaro, ascendía a su amigo con el cargo cortesano de maestresala, por lo que se convertía en el principal asistente en la comida del monarca. Pero, ¿de dónde viene esa amistad, ese amor por su paje, cuál viene a ser el origen de esa privanza? La Crónica de don Álvaro ya nos ha dado pistas más arriba: bondades, virtudes, gentiliza, buenas maneras, amor y gracia hacia el rey.

Dice Quintana en su Don Álvaro de Luna: Lo más admirable fue el instinto o el arte con que se supo hacer amar del rey y cautivar su ánimo con unos vínculos tan fuertes en medio de la disparidad de edades. (...) a poco tiempo de la entrada del nuevo doncel en palacio, ya no sólo le prefería a los demás cortesanos de cualquiera clase y edad que fuesen, sino que no sabía ni respirar ni vivir sino con él.

Añade Guitérrez Gili: un momento en que, más que rey y paje, parecían dos camaradas, si bien Álvaro de Luna, inspirado en su talento natural, mantuviera en todo momento las fórmulas de respeto y reverencia que a un rey son debidas.

La propia Crónica de don Álvaro incide de nuevo en la idea eterna de atribuir a las gracias, dones y galanuras al origen de la privanza: e como quiera que el Rey era muy niño, viendo la graçiosidad e gentileza e mucha desenvoltura de don Álvaro de Luna, pagábase de su servicio mas que de otro ninguno, e plazíale más, e queríalo siempre de continuo tener cerca de sí. Y más adelante parece dar en el clavo de este enigma: no quería que alguno otro lo vistiese... viendo quanto dispuesto era don Álvaro para todas las cosas. Ca si avían de luchar ante el Rey los fijos de los grandes, o sacar el pie del foyo, o dançar o cantar, o fazer otro fechos o burlas de moços, don Álvaro de Luna se aventajaba sobre todos; o si avían de correr monte, él fería el puerco o el soso ante todos... Sea como fuere una fuerte amistad surgió entre aquel niño y aquel joven, a veces interpretada con cierta malicia.

Pero mientras el vínculo entre Juan II y Álvaro de Luna se hacía mayor, el reino, como venimos diciendo, sufría. Y en medio de este sufrimiento general se produjo un gran escándalo cuando se supo que los frailes que cobraban el tributo de Cruzada en los señoríos de don Fernando se lo gastaban en asuntos privados. La responsabilidad de este mal gobierno cayó en el nuevo rey de Aragón, cuya imagen en estos días, iba perdiendo el lustre alcanzado tras la empresa de Antequera.

Mas toda esta gloria que ya parecía carecer en Castilla la estaba encontrando en Aragón. A primeros de este año acudiría a Zaragoza para la coronación donde se vería rodeado de grandes y caballeros tanto aragoneses como castellanos. Los actos y fiestas, que se prolongaron durante diez días, fueron de los que se recordaron en mucho tiempo. Para el acto de coronación contó con la corona que había llevado Juan I de Castilla, su padre, cuando fue proclamado por gentileza de su cuñada la reina Catalina. En Zaragoza permaneció hasta junio cuando se trasladó a Morella para entrevistarse con el papa Benedicto XIII, tío abuelo de Álvaro. El asunto que lo llevó hasta allí era muy complejo pues no sólo iba a agradecer a su principal valedor en el trono sino que, por petición del emperador, iba a entrevistarse con el papa para tratar de poner fin al Cisma que vivía entonces la Cristiandad. Los otros papas, Juan y Gregorio, ya habían dado un paso a favor de la reconciliación renunciando a sus dignidades y reconociendo el Concilio concertado para ello en Constanza. De aquellas conversaciones pudo conseguir el rey aragonés una entrevista en Niza entre el papa Luna y el emperador, con la esperanza de una posible renuncia. De Morella saldría el rey Fernando para Montblanc para celebrar las cortes catalanas. Allí se dio de bruces, para su enfado y decepción, con la realidad del sistema pactista aragonés. Acostumbrado a la docilidad castellana, aquel príncipe autoritario vio que los catalanes, muy recelosos de sus privilegios, no le hicieron ni una mísera concesión. Aquel divorcio con los catalanes se tradujo en una verdadera amargura y salió de allí echando pestes hasta Valencia para verse de nuevo con el Papa.

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 Asunto: Re: Don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla
NotaPublicado: 22 Ago 2016 15:53 
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Me da la impresión de que Álvaro ejerció una especie de papel de "hermano mayor" para el joven rey pero sobre todo supuso una constante. Entre la corte itinerante, una madre que tenía que trabajar en asuntos de Estado, los preceptores que iban y venían, ayos y criados que se turnaban en su oficio porque se casaban o enfermaban o morían de peste, guardias que iban a la guerra y no volvían, un tío que se largó con sus primos a ejercer de señor de otro reino, nobles que también tenían sus intereses repartidos por varios señoríos... el único punto fijo de la vida del monarca en medio de ese meneo eran su madre y Álvaro, cuyo oficio era precisamente seguir al chaval a donde fuese. No es de extrañar que se convirtiese en su persona favorita.

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 Asunto: Re: Don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla
NotaPublicado: 22 Ago 2016 21:42 
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Certera como siempre, mi querida Iselen. Se ha especulado mucho, demasiado diría yo, y se han dicho verdaderas burradas fruto de la ignorancia y de la mala leche, de gente abiertamente hostil al poderoso condestable. Pero, ciertamente, si analizamos el contexto en el que se crió aquel rey, con un control rígido sobre él montado por su madre, siempre temerosa de perder su tutela, en el que aparece un personaje como Álvaro, con virtudes y defectos pero que simplemente es capaz de conectar con ese niño, y ese niño, carente de figura paternal -ambos tenían en común la huerfandad, en cierta medida-, encuentra en él al verdadero amigo, padre o hermano, la persona en quien depositar la confianza, los aspectos íntimos más allá de todo protocolo aunque don Álvaro siempre guardara las formas, pero terminó viendo en él a la figura a seguir, el modelo de adulto para un niño como él, rodeado de sirvientes, ayos y preceptores, pero que no supieron conectar, no tuvieron la afinidad que sí tuvo don Álvaro. :thumbup:

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 Asunto: Re: Don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla
NotaPublicado: 23 Ago 2016 21:27 
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El viaje de Álvaro de Luna a Toledo puso de relieve el ascendiente que había alcanzado sobre el rey. Y, claro, estamos en un ambiente cortesano y, aunque la privilegiada posición del cañetero no dejaba de ser débil y prematura, era suficiente para levantar ciertas suspicacias, recelos y envidias. El rey Juan II, que en 1415 ya contaba con diez años, aunque ya no lejos de la mayoría de edad que entonces se declaraba a los catorce años seguía siendo un niño y era posible que el amor y cierta preferencia que mostraba hacia su maestresala pudiera mudar fruto de la inmadurez propia de la edad. Sin embargo, autores como Quintana ya vienen señalando que una mitad de la Corte le obsequiaba y se postraba delante de su grandeza futura, mientras que la otra intentaba derribarle de aquel valimiento anticipado y trataba de separarle de palacio. A mí me resulta un tanto exagerado puesto que don Álvaro si bien gozaba ya de favores reales muy manifiestos, estos, sin embargo, no se materializaban en un poder político que ya pudiera preocupar a grandes y consejeros, yo lo englobaría más a bien a pequeñas intrigas palaciegas, y es que es evidente que en la carrera cortesana ya Álvaro tomaba cierta ventaja y dejaba atrás a otros aspirantes con la rivalidad que eso podía conllevar.

Las envidias no sólo van a quedar en el terreno palaciego, y es que la alcoba también va a tener algo que decir: las dueñas e las doncellas de la Reyna, e todas las grandes señoras, le daban muy grand favor a lo que fazía e dezía, más que a ningún de todos los otros. Ya tenemos todos los ingredientes para una novela o un culebrón jaja. Verdaderamente no podemos pasar inadvertido que nuestro protagonista contaba entonces con veinticinco años, está en el máximo apogeo físico, no era de extrañar que damas y doncellas bebieran los vientos por ese joven gentil, vigoroso, con gracia en las maneras y en el vestir, inteligencia, de buena familia, habilidoso en ejercicios físicos y en la música amén de un prometedor futuro... Debió tener muchas aventuras aquel joven galán -se le conocen hijos extramatrimoniales- con mujeres que bien buscaran un buen matrimonio o simplemente disfrutar de sus artes amorosas. He aquí más razones para envidias y deseos de verlo fuera de la corte.

Todo viene a estallar a raíz de la boda de la infanta María. El rey Fernando, al que dejamos en Valencia tratando el Cisma de la Iglesia, apremia a su cuñada a que le envíe a la infanta a sus reinos para realizar los deposorios con el príncipe Alfonso y cumplir con el testamento del rey Enrique III. Hay que decir que el negocio de esta boda fue política de Estado de altos vueltos, y tiene todo el sentido. Enrique III, muerto prematuramente como sabemos, dejó un solo hijo varón, el rey Juan, siendo un bebé. Teniendo el cuenta la enorme mortalidad infantil de la época, existía la posibilidad de que aquel niño no llegara a superar la infancia, por lo que, para garantizar la sucesión sin alteraciones y para evitar que el trono de Castilla cayera, como el navarro, en manos extranjeras se acordó el compromiso de la primogénita de los reyes, la infanta María, con el primogénito del infante, Alfonso; de la misma manera se hizo con la infanta Catalina y el infante Enrique, hermano de Alfonso. Teniendo esto en cuenta Fernando se decide a materializar el compromiso de su hijo, que ronda ya los diecinueve años mientras que la infanta ronda los trece, no sólo para que su heredero pudiera tener cuanto antes el suyo, sino porque estaba tremendamente necesitado de caudales ante la mala situación de la hacienda aragonesa y la dote de la infanta podía ser una remedio a tan precaria situación. En la dote iba el rico marquesado de Villena pero, ante la negativa del Consejo Real de dejar tan importante territorio en manos aragonesas, se canjeó por doscientas mil doblas de oro mayores castellanas.

...E como por estos días la Reyna doña Catalina, madre del Rey, enviase la infanta doña María, su fija, a casar con el príncipe don Alfonso, primogénito heredero del reyno de Aragón, algunos, por apartar a don Álvaro de Luna del Rey e de la su corte, toviron manera con la Reyna que don Álvaro de Luna fuesse con don Sancho de Rojas, arzobispo de Toledo, e Juan Álvarez Osorio, señor de Villalobos, e otros grandes que iban con la infanta por la acompañar... (...) especialmente trató esta idea de don Álvaro de Luna, Juan Álvaro de Osorio, por quanto avía grandes celos de don Álvaro de Luna y de doña Inés de Torres, donzella de la Reyna, muy allegada a la voluntad de la Reyna. E deçíase este Juan Álvarez fazer de aquella doncella toda su voluntad, e por el grand amor que doña Inés de Torres mostraba a don Álvaro de Luna, Juan Álvarez avía dello grandes celos... (...) ella lo apiadaba e curaba con sus propias manos, no dando lugar a que otra ninguna tratase su persona salvo ella. E en aqueste tiempo doña Inés de Torres le movía muchas razones e fablas, dándole a entender cómo lo amaba muy de corazón.

Esto es lo que recoge la Crónica. Inés de Torres era la favorita de la reina, sustituta de aquella Leonor de Córdoba, y pretendida o prometida de este Juan Álvarez de Osorio, señor de Villalobos e importante noble leonés bien posicionado en la corte. Afirma la Crónica que este Juan, fruto de los celos, intriga para apartar a Álvaro de su amada y vaya en el cortejo que acompañe a la infanta hasta Aragón. Es perfectamente posible que existiera el romance entre Inés y Álvaro, amoríos compartidos con otras damas seguramente. Lo que no parece ser cierto es que aquello fuera la razón para que don Álvaro fuera en el cortejo, mandarlo a Aragón y apartarlo de la corte. Primero porque el viaje era temporal, era de acompañamiento, así que más pronto que tarde estaría de nuevo en palacio, y segundo porque teniendo en cuenta lo que acababa de suceder con el viaje a Toledo, resulta extraño que ahora la reina diera el visto bueno a aquella intriga, y menos el rey. Más bien pudiera ser que fuera el propio Álvaro el interesado en el viaje, el ir hasta Aragón podía significar reunirse con sus familiares aragoneses ahora que su valedor había muerto y poder ver o conocer, por ejemplo, al tío Papa, o que, más aún, fuera el mismísimo Papa el que le pidiera que aprovechara el viaje para venir a verle, dada su situación personal en esos momentos como veremos, no es descabellado pensar en que quiso ver a aquel sobrino bien situado en la corte castellana y servirse de él para sus negocios. Sea como fuere, quedó dentro don Álvaro dentro de aquel séquito que acompañaría a la infanta. No fue del agrado del monarca que...

El rey quando vido que todavía era despuesto don Álvaro de Luna de se partir, non pudo sofrir que las lágrimas no le viniesen a los ojos... e abraçándole muy amigablemente díxole que si todavía quería su serviçio se viniese luego para él.

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Vista actual de la catedral de Valencia. | valencianews.es

Tras esta entrañable escena, que acompañaría a la de la propia infanta con su madre y hermanos, partía la comitiva de Valladolid a Valencia. En Requena, antes de llegar a la raya valenciana, fueron recibidos con grandes festejos por el propio rey Fernando, caminando juntos el resto del trayecto. La boda tendría lugar el 10 de junio en la catedral de la ciudad y, dada que era la primera boda real de la que eran testigos los valencianos, no estimaron en gastos y celebraciones: hogueras, fuegos artificiales, bailes populares con participación de los novios, procesiones, torneos... Entre medio de las fiestas fue nuestro Álvaro recibido y agasajado por sus familiares Luna, especialmente para él fue la bendición que recibió de su tío el Papa. Sin embargo...

Ca después que se partiera don Álvaro del rey de Castilla en Valladolid, no pasaron muchos días que el rey le escribió mandándole e rogándole muy afincadamente que se viniese luego para él; e aun rogó el rey a la reyna, su madre, que aquello mesmo le escribiese e enviase a mandar.

Así que poco pudo disfrutar del ambiente familiar cuando tuvo que partir de nuevo para Castilla. Y pasó que a su vuelta, más allá de alegrías y pesares de unos y otros, se armó otra intriga cortesana. El acento se puso de nuevo en aquel señor de Villalobos -se ve que lo tenía entre ceja y ceja-, y éste logró convencer a la propia reina de que era conveniente casarlo cuanto antes para evitar que siguiera escandalizando con sus galanteos. La dama propuesta fue Constanza Barba, al servicio de la infanta Catalina y favorita de forma presunta de don Álvaro. Doña Catalina citó a ambos enamorados a la vez aunque primeramente tuvo audiencia con la dama y con su madre que, tras oír la proposición matrimonial, quedaron encantadas. No así don Álvaro que, según apuntan estas versiones, oyó desde la cámara contigua la conversación y partió de la corte sin permiso -y con real plantón- para Villadiego donde estuvo varios días en su casa. Volvió a la corte tras un nuevo requerimiento del rey. De ser cierta esta historia, demuestra lo claro que tenía don Álvaro su futuro en cuanto al matrimonio, ya que una simple doncella, por la que perdía el seso, no fue del agrado del futuro condestable para un matrimonio, y seguramente menos fue de su agrado la conducta de la propia reina, sin una mísera consulta previa.

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El Papa Luna. | josecarlosrincon.blogspot.com.es

Pero pongamos ahora la vista en los importantes negocios que atañeron al rey Fernando en Aragón. A primeros de este año de 1415 la reina Juana II de Nápoles, hermana y heredera de Ladislao I, reclamaba al rey Fernando a su hijo el infante Juan para matrimonio. Esto suponía un gran negocio, puesto que era sentar a su segundogénito en el trono napolitano, y el mismo Papa así se lo hizo ver, harto interesado puesto que al ser el infante Juan rey de Nápoles y, por tanto señor de Roma, podría volver a la Ciudad Eterna y resolver el Cisma católico. Pero el problema residía, además de que Juana ya era cuarentona cuando el infante tenía poco más de dieciséis primaveras, en que ya existía el compromiso entre el infante y la infanta heredera de Navarra doña Blanca, viuda del rey Martín de Sicilia -el fallido heredero de Martín I de Aragón-, y los reyes navarros se opusioneron a romper aquel negocio. No obstante, envió el rey Fernando a su hijo hasta Sicilia con un gran séquito castellano.

Pero mientras se aclara el futuro de este desenvuelto infante, se sigueron negociando el asunto del Cisma en la Iglesia. Recordemos que Papa, Emperador y Rey habían acordado entrevistarse en la ciudad de Niza, mas de nuevo la delicada salud del rey aragonés hizo romper lo previsto puesto que no podía viajar por mar y acordaron verse en Perpiñán, en el reino de Aragón. Papa y Rey, una vez en Perpiñán en agosto de ese año y acompañados del príncipe Alfonso, recibieron y se entrevistaron con los embajadores imperiales a la espera del mismo emperador. Con ellos acordó el Papa, bajo petición imperial, que estaría dispuesto a renunciar a su dignidad -dignidad sólo reconocida en los reinos hispánicos, dicho sea de paso- si eso suponía el bien de la Iglesia y de la Cristiandad. Con esta buena voluntad se recibía al Emperador en septiembre de 1415 en medio de solemnes agasajos. El emperador se hizo acompañar de grandes señores que previamente habían visitado las cortes de Granada, Portugal y Castilla además de los embajadores de Inglaterra, Francia, Hungría, Polonia y Navarra. En medio todo ese increíble aparato se producirían las negociaciones y el propio emperador Segismundio pidió la renuncia al Papa Luna, cuya respuesta se hacía de forma ambigua. -Por cierto, en las reuniones entre el rey Fernando y el Emperador era el príncipe Alfonso quien, en latín, hacía de intérprete.- Impacientado, presentó Su Majestad las renuncias de los rivales, Juan y Gregorio, encima de la mesa de Su Santidad, mas la respuesta seguía siendo dilatoria, ninguna renuncia plena. Así que, ante el apremio de los conciliadores, presentó el emperador un ultimátum de cinco días al viejo Luna. Respondió el Papa que sólo renunciaría si se anulaba el proceso contra su persona por una junta de cardenales imparciales y en territorio imparcial, respuesta que conllevó un monumental enojo del emperador que no abandonó Perpiñán gracias a los ruegos del rey y los infantes. Intentó convencer el rey Fernando al Papa bajo la amenaza de retirarle obediencia mas una nueva evasiva agotó la paciencia imperial retirándose a Salses donde esperó a ruegos de Fernando. Tres veces más requirió el rey la renuncia en vano, puesto que el testarudo Luna evadió dar respuesta y se marchó a Peñíscola. Sintiéndose burlado envió una embajada a Peñíscola pidiendo la renuncia sin más mientras una junta de letrados recomendaba la retirada de la obediencia contando, incluso, con la aprobación de San Vicente Ferrer. En diciembre de 1415, tres meses después de negociar con Benedicto, Fernando acordaba con el Emperador que los reyes que obedecían a Benedicto XIII le retiraran la obedencia, dejando la obediencia castellana en manos del propio Fernando.

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 Asunto: Re: Don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla
NotaPublicado: 24 Ago 2016 15:23 
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Deduzco que lo de "tomar las de Villadiego" viene de la espantá de don Alvaro ante la perspectiva de la boda que le preparaba el tal Juan Alvarez Osorio. :hehe:

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 Asunto: Re: Don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla
NotaPublicado: 24 Ago 2016 15:34 
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Y la amenaza fue cumplida. En enero de 1416 Aragón rompía con el papado de Aviñón mediante la lectura de acta por San Vicente Ferrer en Perpiñán tras treinta años de obediencia. Es en febrero de 1387 cuando las Cortes de Barcelona reconocían a Clemente VII como Papa verdadero, como años antes lo hiciera Castilla, Navarra o Francia. La buena actuación del cardenal aragonés Pedro Martínez de Luna lo había aupado al papado en septiembre de 1394 tras la muerte de Clemente y bajo el nombre de Benedicto XIII. Pero no lo tuvo fácil. Presionado por ingleses y perseguido por la monarquía francesa, que no toleraba por papa a un súbdito aragonés, tuvo que abandonar la sede papal de Aviñón cercado por las tropas francesas y ponerse a refugio en Perpiñán bajo la protección del rey Martín de Aragón. Muerto éste fue el Papa Luna determinante en la elección del infante regente de Castilla para el trono de Aragón. No obstante, la testarudez de Benedicto -siempre se creyó el papa legítimo por ser el único de los tres papas electos que era cardenal antes del Cisma- le había llevado al distanciamiento con el rey Fernando y a un callejón sin salida y con escasos apoyos. Esa actitud nada constructiva le llevaron al aislamiento en Peñíscola, a su condena como hereje y antipapa y a su deposición por el Concilio de Constanza. Sabido de la retirada de obediencia de Aragón, excomulgó y privó de su corona al rey Fernando mandando a sus súbditos que le retiraran la obediencia como rey, y no sin antes lanzarle la frase: Ex nihilo felicite, et pro mutura mercede solum me dereliquisti in desierto -A mí, que te hice Rey me envías en reciprocidad al desierto. Allí, en Peñíscola, terminaría sus días este glorioso tío de Álvaro de Luna sin renunciar nunca al papado y firmando como tal el 20 de noviembre de 1422 bajo la protección de Alfonso V.

Pero aún quedaba pendiente la obediencia de Castilla, marcada por la postura pro Luna del poderoso arzobispo de Toledo Sancho de Rojas, así que era el pretexto perfecto para viajar al reino vecino y poner orden a sus negocios allí. Mas quiso la parca hacerle un par de visitas a la familia real aragonesa en este año de 1416. En marzo moría en el palacio de Medina del Campo, señorío familiar, el infante Sancho de Aragón Maestre de la Orden de Alcántara a los dieciséis años. Rápidamente fue sustituido en la orden por su administrador, Juan de Sotomayor, para disgusto de la reina Catalina, que pretendía a Gómez Carrillo de Cuenca, ayo del rey y primo político de Álvaro de Luna, para el puesto. Al rey Fernando, con cuerpo y voz muy flacos, supo la noticia del óbito en el camino a Castilla y tan delicado estaba desde su ataque de hijada en Valencia, que moriría veinte días después, el 2 de abril, en la villa barcelonesa de Igualada a los treinta y cinco años de edad. Sorprende la edad con lo acabado que estaba físicamente y el camino vital que llevaba recorrido. Su cuerpo descansaría en el Real Monasterio de Poblet.

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Quando murió el rey don Fernando murió el temor e enfermó la justicia en la mayor parte de España. El Victorial.

Fue muy franco e muy manso, e muy justiciero, e mucho honrado de todos los buenos; fue muy piadoso e limosnero; fue hombre de gran corazón, e muy esforzado e muy dichoso en cosas de guerra. Crónica del Rey.

Alabanzas aparte, fue sucedido sin discusión por el príncipe Alfonso, rey Alfonso V en adelante, de veinte años. Es verdaderamente impresionante el legado que dejó, alabado por unos y criticado por otros. De ser un infante segundón, alcanzó un increíble poder territorial, económico y político; tal era su herencia que limitaría bastante la soberanía de su sobrino, de la Corona de Castilla, y que terminaría siendo el germen y la base de las futuras discordias entre don Álvaro de Luna, representante de los intereses de Juan II, con los llamados infantes de Aragón hijos del rey Fernando. Recibió de su padre señoríos muy importantes como Lara, Cuéllar, Medina del Campo, Olmedo, San Esteban de Gormaz o el ducado de Peñafiel. Ese territorio señorial sería agrandado a través de su matrimonio con doña Leonor, la rica fembra, con otros importantísimos señoríos como Ledesma, las Cinco Villas, Haro, Briones, Medellín o el condado de Alburquerque. Todo esto se traduciría en un poder económico tremendo. Más aún, la debilidad física de su hermano Enrique III le hizo acariciar muchas veces la Corona de Castilla y, aunque su hermano llegó a tener heredero, logró una regencia compartida pero con una supremacía innegable, a lo que se sumó el acceso de sus hijos a los maestrazgos de Alcántara y Santiago y al Consejo Real y, el culmen del poder político de esta rama menor de los Trastámara, como fue la Corona de Aragón. Un inmenso poder que traspasó a sus hijos: Alfonso la corona aragonesa y casado con María de Castilla, Juan acabaría bien en el trono de Nápoles o en el de Navarra, Enrique con el Maestrazgo de Santiago y con la mano de Catalina de Castilla, su hija María comprometida con Juan II, Leonor que acabaría en Portugal y Pedro con el ducado de Noto; así como los distintos señoríos repartidos. Una gran herencia para el clan familiar pero una manzana podrida para el devenir de la corona castellana. Así de bien analiza la situación que se va producir el gran Luis Suárez:

La rama menor de los Trastámara había sido preparada por su progenitor, Fernando de Antequera, para el ejercicio de un poder sin contradicciones, asentándole sobre la base de una suma de ingresos muy amplia. En su esfuerzo de centralización y desarrollo, la monarquía tropezó siempre con la barrera económica y militar que los infantes le oponían, siendo para ella cuestión de vida o muerte romperla. De ahí la intensidad, duración y complejidad de la lucha que, indirectamente, benefició a la nobleza...

Conocida la muerte del rey regente en Valladolid, se celebraron grandes exequias en la corte. Desaparecido Fernando el testamento de Enrique III era claro, y ahora le correspondía a Catalina asumir la regencia de manera completa. Reunido el Consejo por la regente éste debía acatar la nueva situación. Mas no fue del todo sencillo, ya que los seis grandes habidos en él -el arzobispo Rojas, el almirante Enríquez, el condestable Dávalos, el adelantado Manrique, el camarero Velasco y el justicia Stúñiga- exigieron para acatarla que se sacara al rey Juan del enclaustramiento en el que estaba sometido en el monasterio de San Pablo y que despachase de la corte a Inés de Torres y a su amante el señor de Villalobos, favoritos reales que tomaban decisiones contra o sin el consentimiento del Consejo, teniendo que aceptar la de Láncaster para evitar males mayores en la gobernación. Males que al final saltaron fruto de las continencias de los unos con los otros. Aunque no se sabe bien el motivo exacto -hay varias versiones- los grandes consejeros quedaron divididos: por un lado el arzobispo con Velasco y Stúñiga enfrentados a Enríquez, Dávalos y Manrique, por el otro. Poca paz y gloria, salvo para los suyos, dejaba Fernando, el de Antequera, en Castilla.

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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com


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