Otro día negro para nuestros ReyesLa Familia Real española ha vuelto a vivir un día negro este viernes, lo que ya empieza a ser costumbre en este 'Annus Horribilis' interminable. Y lo peor es que en este caso la culpa no ha sido de ninguno de sus miembros, sino del Gobierno, que con uno de sus patinazos diarios esta vez ha hecho quedar a nuestros monarcas a la altura del betún. Porque no tiene un pase (ni en términos diplomáticos ni familiares, ni mucho menos si de lo que se trata es de anteponer la razón de Estado) que nuestra Familia Real haya sido la única europea ausente en el banquete de Estado ofrecido por Isabel II para festejar sus 60 años en el Trono. En el colmo del despropósito, el ministro de Exteriores obligó a Doña Sofía a que ¡con sólo 48 horas de antelación! rechazara una invitación que había aceptado meses atrás. Los medios británicos lo han tachado de afrenta y de desaire. Pues claro. Igual que si a cualquiera de nosotros un amigo íntimo o un familiar nos deja tirados dos días antes de una celebración a la que le hemos invitado cortesmente.
Y todo por el dichoso lío de Gibraltar, que a muchos españoles nos tiene más que hartos. La visita a la Roca del príncipe Eduardo de Inglaterra y su mujer está anunciada, oficialmente, desde enero. ¿Es que en Exteriores son tan ineptos que se han enterado ahora? Tiempo han tenido de adoptar medidas antes... Y los problemas con los pescadores de la zona son recurrentes. Bien está que el Gobierno proteste y que trate de solucionar el contencioso (aunque con sus medidas, yo creo que más que arreglar nada, va a complicarlo todo y a este paso van a volver a sonar tambores de guerra como en tiempos de Perejil). Pero un Gobierno responsable debe adoptar medidas proporcionadas, no dejarse llevar por el patrioterismo kirchneriano y no confundir churras con merinas. Y un conflicto diplomático como éste se debe arreglar con medidas políticas entre Moncloa y Downing Street, no metiendo en un lío morrocotudo a la Familia Real. Si a partir de ahora los Reyes van a ser utilizados en el pin, pan, pun político de este Gobierno, y en vez de explotar su dimensión como grandes embajadores en el mundo, se van a dedicar a protagonizar encontronazos internacionales, mejor que les acoja la Infanta Cristina en su exilio estadounidense.
El jubileo de diamantes de la reina de Inglaterra es un acontecimiento excepcional para el Reino Unido, pero también para la institución monárquica en sí (esa que se debiera defender, digo yo, en La Zarzuela, pero también en el Palacio de La Moncloa), porque supone la demostración más visible de la absoluta vigencia de la monarquía parlamentaria como sistema político en pleno siglo XXI, aunque algunos miopes no sepan verlo. Isabel II no es sólo la soberana del Reino Unido, lo es también de Australia, Canadá, Nueva Zelanda y otra decena de pequeños países. No parecen ninguno países detestables... Además, sigue siendo la cabeza de la Iglesia Anglicana (con más de 80 millones de fieles) y la jefa de la Commonwealth, que engloba a dos tercios de los habitantes de este planeta.
Es un hecho tan extraordinario que un rey ocupe durante 60 años el Trono, y que, además, lo haga con niveles de popularidad tan altos como Isabel II, que bien se merecía una celebración feliz con el resto de jefes de las principales casas reales del mundo (reinantes y no reinantes), como el que este viernes ha tenido lugar en Windsor. Pues bien, ahí han acudido como un solo hombre los soberanos de todas las monarquías parlamentarias de Europa (con la única y ridícula excepción de la española), además de los reyes sin Corona de otras dinastías tan importantes como la griega, la búlgara, la rumana o la serbia. Pero, además, han acudido monarcas de todo el mundo: desde los emperadores de Japón hasta los reyes de Tonga (que apenas llevan unas semanas en el Trono), pasando por representantes de todas las familias reales árabes.
Es una reunión con dimensión política, aunque no se trate de un acto de Estado, por el hecho de que están presentes jefes de Estado de más de una treintena de países. Pero es, sobre todo, un acontecimiento con el que los miembros de casi todas las familias reales del mundo (que siguen teniendo sus propios códigos y algunos usos y costumbres inherentes a la institución que representan) estrechan lazos y homenajean a la gran decana de la Monarquía parlamentaria. Y, como siempre ocurre con estas cosas, para qué vamos a engañarnos, también se trata de actos propagandísticos, en el mejor sentido de la palabra; es decir, dan visibilidad mundial a través de los medios de comunicación a ese sentido de grandeza y de brillo que siguen ligados a la realeza.
La Monarquía, más allá de su papel político, es imagen, es la proyección del país al que representa, es la más fina diplomacia y es la encarnación de un pasado histórico que enlaza con el presente. Y por eso todas las familias reales, especialmente las europeas, están inmersas en un proceso de adaptación a los nuevos tiempos sin perder su esencia. La británica, qué duda cabe, es la que mejor lo hace. Pero el resto de las europeas (basta seguir los eventos que protagonizan la danesa, la holandesa o las nórdicas) no tienen mucho que envidiarle. Ya podía aprender un poco la española, pero parece que en la Zarzuela creen que si nuestros 'royals' se comportan como republicanos, atraerán a los republicanos, y no se dan cuenta que lo más que lograrán es acelerar la llegada de la tricolor.
Y ojalá alguien, quizá Letizia, la más lista de todos, se hubiera dado cuenta de que el lugar de nuestra Familia Real este viernes era Windsor, junto a todas las monarquías del mundo. No puede ser que nuestros reyes estén a todas horas en los medios de comunicación de toda Europa, pero sólo por el interés que despiertan Urdangarin, los elefantes de Bostuana y la falsa princesa alemana Corinna, y que ahora, para colmo, lo estén también por el desaire a The Queen... Qué imagen y qué espectáculo estamos dando...
Eduardo Alvarez
Licenciado en Periodismo por la Universidad del País Vasco y en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid. En la actualidad, es redactor de EL MUNDO en la sección de Opinión.Fuente:
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/con ... reyes.html