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En fin, nuestro buen don Pelayo después de limpiar la región de musulmanes y convertirla en una zona segura muere tranquilamente en su cama (cosa rara en estos tiempos), en su palacio de Cangas de Onís, en el año 738 después de un reinado de 18 años, 9 meses y 19 días. Fue sepultado junto a su mujer Gaudiosa en la iglesia de Abamia, fundada por el mismo, luego trasladados a Covadonga en el siglo XIX
La iglesia de Abamia ha resultado muy polémica últimamente. Creo que ya he dicho que en la Edad Media, y en la Antigüedad, los edificios jamás dejaban la piedra a la vista. Se enlucían con cal y se pintaban como decoración y protección frente a las humedades. Fue cosa de los románticos del siglo XIX sacar a relucir la piedra porque quedaba "más rústico", "más brutal", "con más aspecto de ruina"... yo qué sé... el caso es que después de más de cien años la gente tiene en la retina la piedra al aire, y sobre todo a la gente de los pueblos no les gusta que le toquen las cosas y se las cambien. El restaurador de Abamia hizo perfectamente bien al enlucir la iglesia, así fue durante mil años, y por eso pudimos conservarla, con la piedra al aire la humedad se la hubiese comido en 150 años, que es lo que nos está pasando ahora. Pero la gente del pueblo lo acusó de mentiroso y poco más y lo linchan... ahora parece que las aguas se han calmado.
La tumba de Pelayo en covadonga, de wikipedia
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Pelayo deja un hijo y una hija. Del hijo vamos a hablar un poco: Favila reinó dos años, 7 meses y 10 días hasta que se dejó matar por un oso que suponemos era republicano. Ya está. Ahora vamos a hablar de Ermesinda a quien su padre casó (eso dicen las Crónicas, que fue un arreglo del rey) con Alfonso I que reinó del 739 al 756, coincidiendo con un momento de guerra civil entre los musulmanes del sur, lo que le permitió corretear alegremente por todo el norte de Castilla la Vieja llegando a conquistar Oporto, Pamplona y Ávila, vamos, que se le dio bien el asunto guerrero.
La elección de Alfonso I dejó de lado a los hijos de Favila, que no entraban en la competición por el trono por ser bebés. Nunca más se supo de ellos así que debieron morir en su juventud, de otra manera más adelante podrían haber sido firmes candidatos. También hay que tener en cuenta que en aquellas épocas la caza era más que un deporte aristocrático, era un rito de iniciación que Favila no pasó, quizá la deshonra que eso supuso dejó marcados a sus hijos y limitó sus posibilidades de acceder al solio regio.
Alfonso I es el primer artífice de la famosa franja de "tierra de nadie" entre su reino y el islámico. Aunque cabalga a sus anchas por Galicia, León y Bardulia (el norte de Castilla la Vieja) tiene pocas gentes tras de sí y no puede repoblar así que se limita a saquear y devastar, creando un desierto estratégico de manera que los árabes tenían que venir con sus suministros a cuestas desde Toledo. Tanto como desierto... es seguro que alguna gente quedaba por ejemplo en León, que mantenía sus murallas romanas y que aún servían de protección, pero eran muy pocos seguro y está claro que nadie vivía en los campos abiertos de Ávila, no es de recibo quedarte en medio de ninguna parte y llevar palos de unos y otros
Los cristianos que acaban de verse libres del dominio musulman se van con su salvador Alfonso I, los que se inclinan por el Islam se van al sur y todos contentos.
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La boda del Alfonso I con Ermesinda supone dos cosas importantes. Primero, las mujeres en el reino astur no pueden reinar por sí solas pero transmiten derechos al trono, ahora bien, ¿cuánto poder real tenían estas mujeres? Asturias es una región tradicionalmente matriarcal, desde la época celta hasta hoy la que maneja el cotarro en la casa tradicional es la abuela. Las madres de familia de la época celta era mujeres de sangre combativa que lucharon codo con codo con sus hombres contra los romanos y con esto me refiero a que, antes de perder la libertad, estas mujeres preferían asesinar a sus hijos pequeños y empuñar las espadas luchando contra las legiones como un hombre y suicidándose después si no morían honrosamente en combate. Llegaron a suponer tal problema que Augusto en persona llegó a León y dio la orden de masacrar a tres cuartas partes de la población indígena astur (hombres y mujeres por igual) en un intento de controlarlos, convirtiéndose en el primer genocidio de un pueblo reconocido por la historia. En época romana las mujeres no iban al foro ni discutían de negocios pero eran las dueñas y señoras de su hogar controlando la economía y esclavos en sus tareas. La cosa no debió cambiar mucho en época visigoda en esta región periférica del reino. Con estos antecedentes se puede suponer que mientras los hombres reconquistaban las mujeres eran las reinas del hogar, decidiendo y manejando en cuestiones domésticas y no tan domésticas que se planteasen, sencillamente porque los hombres estaban en sus razzias a kilómetros de distancia y no podían hacerlo. Es cierto que las Crónicas contemporáneas y la tradición tratan de disimular este hecho, pero aflora inevitablemente en la historia y por eso vemos aparecer de la nada a mujeres tomando decisiones importantes como Adosinda; no es que aparezcan de la nada, es que siempre han estado ahí. Por ello también aparece Ximena, la esposa del futuro rey Alfonso III de Asturias en las miniaturas, al lado del rey, representada con el mismo tamaño e importancia, porque era de un linaje extraordinario y su familia reinaba en la zona de Navarra y seguramente no era una mujer de las que se deja pisar la cabeza. Como Ermesinda no se dejaría acobardar por su Alfonso, que al fin y al cabo era rey de Asturias por su gracia y la de su herencia, herencia que era propiedad de la dama y que ella controlaba y por tanto construía iglesias donde le daba la real gana (nunca mejor dicho) y fundaba monasterios donando su propio patrimonio.
El segundo punto, muy importante en nuestra historia es que el rey Alfonso I era hijo del duque visigodo Pedro de Cantabria. Por eso Pelayo se empeñó en este matrimonio para su hija, porque desde el punto de vista de las alianzas para reforzar el reino Astur era un chollazo. Pues don Pelayo la lió parda porque introdujo en su familia el cáncer que terminaría con su estirpe, literalmente. A partir de este momento veremos a dos clanes enfrentados por el poder, una corte llena de intrigas y mentiras donde aflora el llamado “morbo gótico” que hacía del asesinato de reyes un deporte aristocrático. De un lado la estirpe de Pelayo con su hija Ermesinda y su nieta Adosinda a la cabeza luchando por mantener sus derechos; del otro la familia de Pedro de Cantabria, que no pertenece a la “casa real asturiana” más que de refilón por matrimonio pero que quiere su parte del pastel, bueno, que quiere todo el pastel. Anticipando el final os diré que triunfa la estirpe cántabra y por ello su máximo representante, Alfonso III el Magno o “Magno Manipulador” para sus amigos los historiadores futuros, se dedicó a escribir un par de Crónicas con lo que ya califiqué al principio de mala leche, puesto que en su afán de legitimar su posición y la de su familia que no tenían derecho al trono y lo consiguieron por las malas, se dedicó a poner de vuelta y media a toda la estirpe de Pelayo y más aún a las mujeres por considerarlas más débiles. Con Alfonso II el Casto no se atrevió porque después de cuarenta años de reinado el señor ya tenía una fama de buen rey y buena persona que era imposible de echar abajo, pero a los demás los puso a caer de un burro… disimuladamente claro, por eso hay que saber leer entre líneas las Crónicas. En fin, que se nos pone la cosa interesante ¿eh?
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.