María vive en una corte ya de por sí lujosa, pero lujosa no siempre significa elegante, al palacio de Enrique I le falta algo para convertir a sus residentes en la pareja más refinada de Francia: la música, la poesía, la literatura... en definitiva, con María llega a Champagne el amor cortés, y llega de la mano de los mejores.
Evidentemente esto establece una competición entre ella y su madre, la reina y la princesa de los trovadores se los disputan, y los pobres hay momentos en los que no saben en qué lado del Canal están
pero la corte de Inglaterra es un hogar roto donde el rey le restriega por los morros a Leonor a su amante y la reina en venganza monta unos berrinches de los que hacen época. Al final, en 1173 es condenada a arresto domiciliario así que los juglares pueden dedicar todas sus atenciones a la condesa.
Un inciso, he dicho que los mejores estaban en Champagne donde sus composiciones son apreciadísimas, pero por desgracia para María el más grande de los trovadores no está, ni podrá estar nunca, en su corte, sencillamente porque su bisabuelo, el abuelo de Leonor, Guillermo IX de Aquitania el Trovador, llevaba muerto desde 1126. En este caso, de casta le viene al galgo
El concepto de amor cortés surge en la Provenza de fines del siglo XI cuando una paz relativa llevó a un refinamiento cultural (las guerras sólo favorecen las marchas militares como tema musical :( ) El amor cortés constituye una reacción de un sector de la sociedad contra la valoración negativa de la tendencia sexual humana, se reconoce y se asume el propio erotismo, y se enaltece al asociarlo con el amor mediante un código ético.
Tal código, cuyos elementos no son inmutables, adopta obvias características del mundo en el que surge, es decir, que provienen de las concepciones feudal y católica.
Del feudalismo procede la consideración del servicio de amor. Se da una transposición del concepto de vasallaje al amante, y la dama se convierte en “señor” y, tal como sucedía en la realidad, este siervo de amor se sitúa en un nivel inferior jerárquicamente. Es más, la dama se concibe como un ser lleno de perfecciones y, en este sentido, moralmente superior al hombre, evidentememente chocando con la concepción católica y conformando una ideología alternativa, en principio subversiva. Desde luego, amar a la mujer implica el propio ennoblecimiento y superación. Y amar, además, tiene una carga absolutamente positiva que la misma religión se encargó de difundir, aunque para ésta, el sentimiento debe ir dirigido a Dios. Como se observa, los teóricos del amor cortés fueron lo suficientemente inteligentes como para validar moralmente, y así justificar, el libre "acercamiento" entre hombres y mujeres
Lo importante es que la condición de mujer se revaloriza a ojos de la sociedad, ya no somos un "medio hombre", un "hombre estropeado por el trabajo", sino que tenemos valor por nosotras mismas.
Es innegable la búsqueda del goce erótico en el amor cortés en dos vertientes: con consumación o sin ella. Una conlleva la exacerbación del deseo, al extremo de la contención o abstinencia; otra conlleva la realización del acto carnal. Ambas son absolutamente sensuales, y la primera quizá hasta tenga un dejo de perversión.
Una norma cortés que falta señalar, es que el amor se solicita y se otorga conforme a ciertos pasos. El hombre enamorado debe cumplir varias etapas, el contenido de las cuales varía de acuerdo con los autores que las mencionan. Lo mismo sucede con la amada, quien ha de responder con un orden preestablecido. Lo que queda claro, pues, es que hay que llevar a cabo un rito.
Y el amor cortés es extramarital, cuando no abiertamente adúltero en sus representaciones. Lo que me viene al pelo para explicaros cual es la relación que María mantiene con su marido, o sino mejor que os lo explique ella misma: "decimos y afirmamos que el amor no puede extender sus fuerzas entre dos esposos. En efecto, los amantes se dan todo gratuitamente el uno al otro y sin que una razón lo obligue; en cambio, los esposos están obligados, por el deber, a satisfacer sus mutuos deseos y a no negarse nada. Una regla de amor dice que ninguna mujer casada podría obtener el premio del rey del amor, a menos que esté enrolada al margen del matrimonio. En cambio, otra regla del amor enseña que nadie puede amar a dos personas a la vez. Con razón, pues, el amor no podrá extender sus derechos entre los casados. Todavía otra razón parece oponerse a éstos. Así que nuestro juicio, que ha sido emitido con extrema
moderación, sea considerado por vosotros como una verdad indudable y eterna"
Bueno pues está claro ¿no? dependiendo de a cual de las dos vertientes fuese adepta, María le ponía los cuernos a su marido de obra o al menos, de pensamiento.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.