Como ya hemos visto el Temple, que se convertirá en
modelo de las demás órdenes militares, une perfectamente los conceptos de monacato y caballería que hasta ese momento se suponían excluyentes. La nueva espiritualidad de los siglos XI y XII, de la cual Bernardo de Claraval es el máximo exponente, convierte la
militia diaboli (vieja caballería secular ocupada en la obtención de glorias mundanas a costa de la integridad de los pobres y de las iglesias) en la
militia Dei, bendecida por la Iglesia y consagrada a su defensa.
Es el clásico
si no puedes con ellos, únete a ellos.
Varias imágenes de Bernardo en manuscritos medievales. En la última el santo predica la II Cruzada en presencia de Luis VII de Francia.
Así pues es importante quedarse con la idea de que monacato y caballería son los dos elementos constitutivos de las órdenes militares. Además, esta dualidad explica las dos fórmulas por las que se llega a constituir una orden:
1. Un grupo de caballeros, espontáneo u organizado en forma de cofradía/hermandad, acaba asumiendo la condición monástica al profesar sus miembros como monjes.
2. Una comunidad monástica evoluciona hacia la defensa activa de la fe militarizando su estructura conventual.
En el primer
modelo se enmarca el Temple, por supuesto; la más importante milicia hispana, la de Santiago, y las pequeñas organizaciones bálticas del Cristo de Livonia (los Caballeros Portaespada) y de Dobrin. Al segundo
modelo pertenecen la orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, la orden Teutónica, la de San Lázaro y la de Calatrava. Las filiales de esta última, San Julián del Pereiro o Alcántara y Évora o Avis, procedían sin embargo de sendas cofradías nobiliarias al estilo del primer
modelo.
Al gunas son más conocidas, otras seguro que os suenan a chino, pero de todas ellas hablaremos si Dios quiere. Mientras como anticipo aquí tenéis lo que queda del castillo de los Hermanos Livonios de la Espada en Viljandi en Estonia.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.