reine escribió:
¿Que roles cumplian las mujeres en la Orden del Temple?
Por desgracia las mujeres guerreras fueron pocas y ninguna oficialmente formaba parte de una orden militar. En este caso has acertado, una es una monja de una congregación que se afilió o se relacionó con alguna encomienda templaria y la otra es una dama noble a la que, quizá por servicios prestados del tipo una donación monetaria importante a la orden, se le concedió el uso del hábito como una cuestión honorífica. Por ponerte un ejemplo similar, Diego da Silva Velázquez fue caballero de Santiago, pero eso no significa que luchase en primera fila para tomar Breda con los Tercios, era más un nombramiento honorífico por su servicio al monarca como pintor real.
Las freiras o hermanas del Hospital de San Juan de Jerusalén sí tenían cometidos más activos, después de todo la función de la orden es fundar hospitales para los peregrinos, y las mujeres han sido las preferidas para ejercer el rol de enfermeras desde tiempos inmemoriales.
Por cierto que esa idea de que los templarios, u otros caballeros de órdenes militares similares, hacían voto de no relacionarse de ninguna manera con las mujeres no es cierto (los caballeros de las órdenes hispanas de Santiago y Calatrava podían estar casados). Los votos de los caballeros templarios eran pobreza, castidad y obediencia, más un cuarto voto de conquista y conservación de Tierra Santa. Pero castidad significa nada de contacto carnal, no que cuando se topasen de frente con una chica tuvieran que salir huyendo corriendo como un guepardo. En una encomienda templaria u hospitalaria cualquiera los caballeros, realmente guerreros, eran los menos, excepto en momentos puntuales de tensión bélica en Tierra Santa. La mayoría de los residentes en una encomienda son escuderos que aún no han tomado votos y trabajadores: cocineros, labradores, herreros, jardineros, artesanos, curtidores de cuero, mozos de cuadra, pastores, carniceros, etc. Todos ellos podían estar casados y sus mujeres trabajaban con ellos y se cruzaban con los hermanos guerreros, y no pasaba nada. También había lavanderas, costureras, tejedoras, etc.
Además, el gran éxito de las órdenes universales dependía de sus contactos y relaciones al más alto nivel y, en ese nivel, había mujeres muy encumbradas que podían ayudar mucho a elevar el poder de las órdenes, mujeres que por su posición e influencia no se podía ningunear. No se puede menospreciar a damas como Leonor duquesa de Aquitania o la infanta Sancha Raimúndez, hermana de Alfonso VII de León, poseedora de los de los Infantazgos de los reinos de León, Castilla y Galicia y muy amiga y admiradora del maestre de la orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, a la cual hizo una donación de infarto.
Pero repito de nuevo, mujeres guerreras hubo, mujeres excepcionales que empuñaron armas de verdad, nada de dar órdenes estratégicas desde la seguridad de una atalaya. Algunas las mencionamos en el hilo de la I Cruzada pero hay más ejemplos: Agnes, condesa de Dumbar, defendió en 1338 con éxito su castillo durante 19 semanas.
Hace poco estuve leyendo la curiosa historia de dos Constanzas casadas con dos amigos y compañeros de armas en la Guerra de los Cien Años. Hugh Calveley se casó en 1368 con Cosntança, hija de un noble siciliano que servía en el séquito de la reina Leonor de Aragón. La dama tenía una dote cuantiosa y estaba encantada ante la idea de casarse con un héroe de guerra, aunque enseguida cambiaron las tornas. La pareja no tuvo hijos y ella se negó a abandonar sus posesiones en la cálida Valencia para irse a las frías islas británicas, convirtiéndose entonces en la amante de Juan I el Cazador, el hijo del rey Pedro IV de Aragón.
En contraste, su amigo Robert Knollys no se preocupó de buscar una heredera ni una exótica belleza extranjera. Su Constance era natural de Yorkshire y conoció a su marido en Bretaña donde estaba participando en la guerra de forma activa, ella, una mujer guerrera de armas tomar, dirigiendo contingentes militares como si tal cosa. Una vez casados acompañó a su marido a sus expediciones de guerra, incluso llevando a sus hijos consigo. Disfrutaron de un feliz matrimonio.
Moraleja: chicos, escoged bien a la mujer con la que vais a casaros, mejor una Constance que una Constança
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.