Consuelo.
Dos años atrás, en el curso de un viaje en barco a la India, Consuelo, entonces de poco más de dieciséis años, había conocido a un joven apuesto, inteligente y de
modales impecables. Se llamaba Winthrop Rutherfurd, procedía de una excelente familia, sumaba a su buen linaje una notable fortuna y se distinguía ya como abogado en Nueva York. Winthrop y Consuelo se enamoraron apasionadamente. Los dos iniciaron un romance, convencidos de que nadie se opondría a que, con el tiempo, formalizasen un noviazgo y se casasen. Pero, ahí, se equivocaban de medio a medio...
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Alva Erskine Smith Vanderbilt.
Alva Erskine Smith Vanderbilt, la madre de Consuelo, tenía planes "más ambiciosos" en relación a una eventual futura boda de la chica. Originaria de una familia de plantadores sureños asentada en las inmediaciones de Mobile, en Alabama, Alva había visto, en su juventud, como los avatares de la guerra de Secesión echaban a perder la fortuna de los Erskine Smith. Sin embargo, su buena presencia, su elegancia natural cultivada con esmero y su refinamiento le permitieron contraer nupcias nada menos que con William Kissam Vanderbilt. William, segundo hijo de William Henry Vanderbilt, a su vez uno de los hijos del célebre Comodoro Cornelius Vanderbilt, había heredado una fortuna valorada, por lo bajo, en 55 millones de dólares (y hablamos del siglo XIX...). Tras su boda con William, Alva se consagró en cuerpo y alma en convertirse en una rutilante estrella de la sociedad americana. A iniciativa suya, se construyó la fabulosa mansión denominada Marble House, y, como no bastaba, también un Vanderbilt Palace, en el número 640 de la Quinta Avenida, cuya estampa cortaba la respiración a cualquiera. Para inaugurar Vanderbilt Palace, Alva ofreció un "fancy dress ball" que quedaría grabada para siempre en la memoria colectiva, ya que se trató de la fiesta más lujosa e impresionante que se hubiese celebrado, hasta entonces, en los Estados Unidos.
La invitada de honor del "fancy dress ball" fue una amiga íntima de Alva, a la vez madrina de bautismo de Consuelo. Se llamaba también Consuelo, de ahí el inusual nombre de la niña. En realidad, el nombe completo era Consuelo Yznaga del Valle; había nacido en la plantación Ravenswood, en Concordia Parish, Louisiana, hija de un cubano de orígen español, Antonio Yznaga del Valle, y de la esposa norteamericana de éste, Ellen Clements. Alva y Consuelo tenían mucho en común: las dos procedían de aquel mundo del Sur plagado de damas, caballeros, plantaciones y esclavos que se había ído al garete. Y, en tanto que Alva había tenido la suerte de cara al casarse con el multimillonario William Kissam Vanderbilt, Consuelo Yznaga del Valle había matrimoniado nada menos que con el aristócrata inglés George Victor Drogo Montagu, vizconde Mandeville, heredero del gran ducado de Manchester.
Consuelo Yznaga del Valle, vizcondesa Mandeville, después duquesa de Manchester, gran amiga de Alva Vanderbilt y madrina de Consuelo Vanderbilt.
A Alva la historia de su amiga Consuelo la tenía completamente deslumbrada. Durante años, nutrió en su interior el proyecto de hacer que su hija Consuelo emulase a la mujer que había ejercido de madrina en la pila bautismal. La educación de la pequeña Consuelo Vanderbilt fue diseñada hasta el menor detalle por su madre Alva, para hacer de ella una potencial duquesa inglesa. Gobernantas francesas y alemanas llegaron a la residencia familiar, para que la niña aprendiese a manejarse con pasmosa fluidez en ambos idiomas, en tanto que otros preceptores le enseñaban música, danza, el arte de la conversación social, etc.
Por lo tanto, a Alva no le hizo ni la menor gracia enterarse de que había en progresión un idilio entre Consuelo y Winthrop Rutherfurd. En Winthrop, para ser sinceros, no había ningún defecto...excepto el de no tratarse de un duque británico. Pero para Alva, ese hecho implicaba en sí mismo que había que sacudirse de encima al pretendiente costase lo que costase.