Y ahora que ya sabemos que le pasó a Winthrop, retornamos a Consuelo...
Consuelo.
Aquel año 1895, nada menos que NUEVE herederas americanas se habían casado con aristócratas ingleses. La lista de esposos de rancia estirpe incluía un duque, un conde y tres barones. Consuelo Vanderbilt fue la más llamativa de las nueve porque era la "agraciada" con el duque, pero también figuraba en el retén de herederas que debían salvar con su dinero el patrimonio asociado a sus títulos la atractiva Mary Leiter, unida a George Nathaniel Curzon. Mary, lady Curzon, llegaría a ser, en poco tiempo, virreina en la India.
Para Consuelo, la llegada a suelo británico en su nueva condición de duquesa de Marlborough resultó un trago muy duro. Aparte de que seguía llorando por haber perdido la ocasión de casarse con Winthrop y de que no lograba sentir nada en absoluto hacia "Sunny", tenía que "hacerse" a una familia extremadamente complicada. Todavía estaba con vida "la duquesa Fanny", abuela paterna de "Sunny". Nacida lady Frances Anne Emily Vane, hija de un marqués de Londonderry, había sido la consorte del difunto John Winston Spencer-Churchill, el séptimo duque de Marlborough. La duquesa Fanny, de formidable pedigree, comprendía que las herederas americanas servían para restaurar la pasada grandeza de los Marlborough, pero el hecho de comprender el quid de la cuestión no hacía que le gustase aquel curso de acontecimientos que llevaba a los nobles más destacados del país a hacerse con esposas sin linaje a cambio de las fabulosas dotes. Sus sentimientos eran, cuando menos, ambivalentes, pues navegaba entre dos corrientes opuestas: un fervoroso snobismo social frente al necesario pragmatismo.
La duquesa Fanny había dado a su fallecido séptimo duque de Marlborough once vástagos, cinco varones y seis féminas, aunque, de los varones, tres habían muerto en la primera infancia. Al final, sus hijos de sexo masculino se redujeron a dos: George Charles Spencer-Churchill, destinado a convertirse en octavo duque, y lord Randolph Henry Spencer-Churchill. La primera boda de George, octavo duque, sí había colmado las expectativas de la duquesa Fanny: en esa ocasión, su hijo había matrimoniado con lady Albertha Frances Anne Hamilton, hija del duque de Abercorn y nieta por vía materna del duque de Bedford. Sin embargo, lord Randolph, su segundo retoño, ya había tomado, de entrada, la postura de desposar a una heredera americana: Jennie Jerome, hija del riquísimo financiero Leonard Jerome (por cierto, un gran amigo de William Kissam Vanderbilt). La riqueza de Jennie sirvió para refinanciar una y otra vez la carrera política de lord Randolph. Y el hermano de lord Randolph, George duque de Marlborough, tomó buena nota de las ventajas de tener una consorte con una dote inagotable: cuando, tras haber tenido cuatro hijos en común, se divorció de lady Albertha, no dudó en escoger, para segunda esposa, a la neoyorquina Lilian Warren Price, hija del acaudalado Cicero Price y viuda del multimillonario Louis Carré Hamersley.
Las dos nueras de la duquesa Fanny, por tanto, eran, en 1895, Jennie Jerome y Lilian Warren Price, ambas ya viudas, porque George había muerto en 1892 y lord Randolph absolutamente sifilítico a principios de 1895. Las dos estaban forradas de dólares, pero ninguna de ellas se acercaba ni de lejos al valor económico que los Vanderbilt habían conferido a Consuelo, esposa del noveno duque, "Sunny".
La duquesa Fanny evaluó con cuidado a su recien adquirida nieta política, Consuelo. En la línea de sucesión al ducado de Marlborough, dado que "Sunny" carecía de hijos, figuraban los dos chicos de lord Randolph y Jennie: Winston y John Strange. Ocurría que la abuela paterna no simpatizaba de
modo especial con sus nietos Winston y John Strange. Así que, en tono imperioso, le hizo saber de inmediato a Consuelo cuál era su obligación: poner en el mundo lo antes posible dos hijos varones, el ansiado heredero y un repuesto "por si acaso".